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 Por un momento soñamos (Capítulos del 11- 14)

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franckpalaciosgrimaldo
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Por un momento soñamos (Capítulos del 11- 14) Empty
MensajeTema: Por un momento soñamos (Capítulos del 11- 14)   Por un momento soñamos (Capítulos del 11- 14) Icon_minitimeDom Abr 05, 2020 4:12 am

Capítulo 11: Y ahora que
—¿Y que paso? —me preguntó Soledad.
Hablábamos por teléfono esa noche.
Me encontraba cerca de la ventana que daba al jardín, mirando las luces de la calle.
—Pues nos quedamos ahí en el bote, sin decir nada.
—¿Solo eso? O sea… ¿No paso nada más?
—¿Qué querías que pasase?
—No. No me mal intérpretes. Me refiero a que no te dijo nada más.
—Pues no. Nos quedamos ahí, te juro que no se como pasó el tiempo tan rápido. Yo te juro que estaba, pero en otro mundo, no me acababa de creer lo que pasó. Supongo que el igual. Luego regresamos a la cabaña y solo sonreíamos como tontos. Me dijo que era hora de volver.
—¿Quieres decir que no tocaron el tema?
—No, para nada. ¿Qué le iba a decir?
—No lo sé.
—Pues nada.
—¿Nada?
—¿Qué le iba a decir?
—Pues no se tu eres la que fue besada, Adriana.
—Lo sé. Fue hermoso te lo juro. Pero no sé, me sentí… Extraña. Nunca me habían besado así. Te juro que fue… fue muy lindo.
—Eso ya me dijiste, pero el tiene esposa y es tu primo.
—Lo sé, lo sé, Soledad; pero en ese instante me importó muy poco. ¿Soy una perra?
—No, claro que no. Quizá una… Loca.
—Gracias… —respondí con sarcasmo.
Soledad sonó divertida del otro lado del celular.
Caminé en dirección a mi cama y me recosté de golpe. Dejándome caer.
—Cuando —continúe— volvimos en el camino me dijo que había sido una bella tarde. Me dijo que hacía mucho que quería volver al lago y que estaba feliz.
—Y tu ¿qué le dijiste?
—Le sonreí y le dije que había sido una muy linda tarde. Le agradecí por llevarme y por todo, me sonrió y continuó conduciendo en silencio. Pero no fue todo lo que pasó realmente, Soledad.
—¿Entonces? —me preguntó—. ¿Qué paso después?
—Se estación frente a la casa. Me sonrió y me dijo: “Eres hermosa”, me sonrió, me cogió el rostro y me volvió a besar en su auto.
—Mierda…
—Si. Fue igual de emocionante. Me sonrió, le sonreí algo sonrojada y me dijo que bajemos, que le ayude a bajar las cosas.
—¿Nada más?
—Si. Bajamos la canasta, me acompaño a la puerta de la casa de mi tía y me dijo: “¿Quieres ir a desayunar mañana?”, le dije que sí.
—Esto que me cuentas me sorprende mucho, Adriana.
—¿Y como crees que estoy yo? —le dije.
—No lo sé. ¿Excitada, caliente, húmeda?
—¡Soledad! Que cosas dices… —No negare que algo de eso había.
—Es que amiga… No se que decirte… el es tu primo, y está casado. ¿En que estabas pensando?
—Te juro que ene se momento, pues nada. Solo me dejé llevar.
—¿Y que harás? ¿Qué crees que pasara? Esto no habla muy bien de Daniel.
—No se que pensar, te repito. NO creo que lo haya hecho por…
—¿Por caliente? ¿Por la emoción?
—No lo sé… Quizá sentimos lo mismo.
—¿Y qué?
Suspire.
—Tienes razón… No hay un y que… No en esta situación.
Me erguí y me senté en la orilla.
Di un fuerte suspiro y miré el libro que estaba al pie de mi cama.
—Tienes que evitar que vuelva a pasar algo así, amiga. En otras circunstancias diría que es algo que puede pasar, normal; pero en esta situación y los recientes sucesos en tu vida…
—No estoy utilizando a Daniel, soledad. Y tampoco el a mí. Solo fue algo que se dio.
—Pues bueno, se que harás lo correcto, amiga. No quiero que te metas en líos o que termines sufriendo o decepcionada.
—Tienes razón. No te preocupes, Soledad. Te prometo que estaré bien.
—Muy bien. ¿Hablamos mañana?
—Claro. Es tarde ya.
—¿Iras mañana a desayunar con él?
—Iremos a la cafetería.
—Pues bueno, trata ahí de hablar con él.
—Eso haré.
—Te quiero amiga.
—Yo a ti. Gracias por preocuparte.
—Para eso estamos.
Cortó.
Esa noche no dormí lo suficiente, aun estaba muy emocionada. No podía evitar temblar un poco al recordar aquel beso en el bote, en medio del lago. Pero a la vez las palabras de Soledad pesaban, pues tenía mucha razón. Una parte mía quería negar lo evidente. Quería negar que mi primo y yo habíamos hecho algo que no estaba bien. Había traicionado a su esposa y yo estaba dejándome llevar por algo que no esta bien, era mi familia. Pero era de esos sentimientos extraño que a veces están por encima de cualquier moralidad. Me sentía emocionada. Y me interesaba poco lo que pudiera pasar. Quería verlo otra vez.
Antes de dormir me llegó un mensaje dé el deséenme buenas noches. Le respondí igual. Luego me respondió diciéndome que tenia muchas ganas de que fuera mañana, le dije que yo también. Me sentía como una tonta, como una niña tonta otra vez. No podía evitar sonreír a leer y releer sus mensajes. Entonces me quede dormida.


Capítulo 12: Secretos
A la mañana siguiente desperté temprano.
Encontré un mensaje de él, ponía que lo viera en la cafetería a las ocho de la mañana.
Le preparé a mi tía su desayuno y hablamos unos minutos. Me preguntó que tal  la había pasado ayer en el lago, pues no le conté mucho cuando llegué ayer; le conté que la había pasado muy bien, obviamente no le iba dar mas detalles. Se te nota algo nerviosa, me dijo.
—¿Nerviosa? No tía… ¿Por qué lo dices?
—Pues eso digo… ¿Estas bien?
—Si. —Intenté sonreír—. Es solo que quede en ir a desayunar con Daniel. Creo que voy tarde.
—¡Uy! Pues ve no te preocupes, deja esas galletas aquí, hija. Me hubieras dicho.
—No. No te preocupes, tía. La cafetería está aquí cerca. Pero no quiero hacerlo esperar.
Aún era temprano, pero no quería que mi tía siguiera preguntándome. Tenía razón, por alguna razón sentía algo de vergüenza ver a mi tía. Me sentía como si le hubiera fallado. Se que era tonto pensar eso, pero me sentía así. Jamás pensé que podría sentirme así.
Le dejé sus galletas y le subí un termo con agua tibia y el café. Me despedí y salí en dirección a la cafetería. Le prometí traerle los pastelillos que le gustan. Esa mañana mientras caminaba por la calle comencé a sentir un poco de remordimiento. Me sentía en una parte nerviosa, por verlo; pero, por otra parte, sentía como si estuviera haciendo algo malo. ¿Debí acaso decirle que no vuelva a hacerlo? ¿Acaso tendría que haberle dicho que éramos primos y que el es un hombre casado? ¿Debí disfrutarlo tanto? No sabía responderme. Mientras caminaba sentía emoción por llegar y encontrarlo. Ver su rostro bonito, sus ojos tiernos. Sus labios… No. No. No podía pensar eso, no podía pasar otra vez.
Aunque si soy sincera, tenía muchas ganas de que me bese otra vez.
Cuando llegue a la cafetería el ya estaba ahí, donde la otra vez, en la misma mesita. Me vio entrar y me hizo una señal con la mano, siempre sonriente él. Le sonreí y me acerqué lentamente. Me recibió de pie y con un beso en la mejilla, por un instante se me paró el corazón.
Sobre la mesa había un folder que arrimó a un lado.
—¿Ordenamos? —me dijo.
—Claro.
Daniel le hizo una señal a la chica que atendía y tomó nuestras órdenes. En esta ocasión pedí un café cargado y el igual. Sin nada más, solo las bebidas. Me preguntó que tal había dormido y por mi tía. Le dije que había dormido bien, y que le dije a mi tía que le llevaría unos pastelillos.
—¿Qué hay en esos papeles? —le pregunté.
—Son unos documentos que debo dejarle a un abogado. ¿Me acompañas luego de desayunar? —preguntó—. No es muy lejos de aquí. En el municipio.
—Claro, no hay problema. ¿Estás haciendo algún trámite?
—Si. Ya lleva un tiempo, y solo hace unos días me decidí fírmalos. —Sonrió.
Asentí.
Tenia ganas de decirle sobre el beso, pero había mucha gente y el era conocido por ahí. Mucha gente lo saludaba al pasar. No quería ser indiscreta, pero como me dijo Soledad, tenia que hablar con él.
Durante el desayuno me dijo que había estado leyendo el libro que le recomendé y que le había gustado mucho. Trataba de leer algunas hojas cada noche antes de dormir, me dijo que le hacia pensar en mi cuando lo leía. Me sentí rara.  Yo ya estaba por la mirad del libro que me regaló, y la verdad también pensaba mucho en el mientras lo leía. Incluso mas de dos veces seguidas, cada noche, he soñado con él.
Terminamos de desayunar y pedimos los pastelillos para mi tía. Me dijo que lo dejáramos en casa de ella y de ahí partamos al ayuntamiento. De paso aprovechó para saldar a su mamá. Estuvo ahí un buen rato, yo me quede en el primer piso esperando. No podía dejar de pensar en como tocar el tema. No quería hacerlo pensar que me había desagradado, pero tampoco quería decirle que me había encantado. Que dolor de cabeza.
Bajó al rato y salimos.
El ayuntamiento estaba a unas tres cuadras de la plaza, hacia el norte, era un edificio grande frente a un parque, en toda una esquina.
Se detuvo en la entrada y volvió su mirada hacia mí.
—¿Me quieres esperar unos minutos? Puedes sentarte en las bancas del parque, salgo en unos minutos. Te explico saliendo —me sonrió y me acarició la mejilla.
Le sonreí y crucé la calle. El ingresó al edificio.
Me senté en una banca del parque justo al frente del ayuntamiento.
Cogí mi celular y me puse a revisar mis mensajes con el para entretenerme, pues no sabía cuándo tardaría en volver. Entonces entró una llamada. Era un número que desconocía. Respondí de todas maneras, pues pensé que podría ser una emergencia.
—Hola… —respondí.
—¿Adriana? —dijeron. Me costó reconocer la voz en un instante.
—¿Quién es? —pregunté.
—Soy yo, Kevin.
—Kevin… Hola… Cuanto tiempo…
—Si. Mucho tiempo. ¿Cómo estás?
Kevin era la pareja de la mujer con la que me engañó Andrés. Él y yo nos habíamos hecho amigos poco después de enterarnos de lo que pasó entre nuestras parejas. Bueno, a decir verdad, pasó algo más que solo una amistad, pero luego nos distanciamos y no había sabido nada de él desde entonces. ¿Por qué me llamaba ahora?
—Si, han sido como… ocho meses creo. ¿Cómo estás?
—Bien, muy bien. He estado fuera de Catalina. Me fui a Valladares, me salió una buena oportunidad laboral ahí. Este numero es nuevo, mi anterior numero no existe más. Estuve pasando mis contactos y me acorde de ti. Quise llamar para saludarte. Saber como estas…
—Pues bien, he estado… Bien.
—¿Quieres ir a beber algo? ¿Cenar? No se…
—Me encantaría, pero no estoy en Catalina tampoco.
—¿Ah sí?
—Si. Estoy en Santa Laura, en Pinedo.
—Pinedo, en provincia. Asu…
—Si. Vine para cuidar a mi tía, está un poco mal.
—Entiendo. Pucha, quería verte.
Sonreí.
—Me gustaría verte también. ¿Hasta cuándo estarás en Catalina?
—Ya me quedaré aquí. Termine mi trabajo en Valladares, haré negocios aquí en la ciudad. ¿Recuerdas que te conté?
—Si. Claro que recuerdo. Que bueno. Pues mira, yo vuelvo en una semana a Catalina. Quizá ahí nos podamos ver. ¿Qué dices?
—¡Fantástico! —respondió—. Estaré esperando que vuelvas. Por cierto, ¿te enteraste?
—¿De qué?
—Del matrimonio pues… ¿No me digas que no sabias?
—Ah… Eso. Si, si me enteré.
—A mí me lo dijeron unos amigos, pero no les pedí mas información. La verdad me dejó de interesar hace mucho. Supongo que también tu estas en otras cosas ya.
—Si… —No le iba a decir que hace poco tuve una crisis, evidentemente. Parecía no estar enterado de las ultimas novedades entorno al matrimonio, no quise decirle nada más, no era ya de mi incumbencia—. Pero ya no importa. Estamos en otra etapa de nuestras vidas, ¿verdad?
—Exacto. Bueno. Me alegra mucho saber de ti. Adrianita, te veré en una semana entonces. ¿Verdad?
—Si. Te veo en una semana, cuando llegue a Catalina te llamaré.
—Genial, te espero. Un besote y cuídate mucho.
—Igualmente, Kevin.
Cortamos.
Me había sorprendido su llamada. Agendé su número.
Luego de aquella noche en que nos acostamos el ya no me llamó. Fue el en realidad. Yo debo aceptar que, si esperaba que me llamada y no lo sé, seguir viéndonos. Pero fue lo mejor. No hubiera salido nada bueno de aquello, después de todo estábamos muy mal en esos tiempos. El es muy maduro, mas maduro que yo, estoy seguro que pensó en mi en ese instante. Pero ahora que ha pasado el tiempo, es comprensible, él está mejor y yo pues… No lo sé. Ya no me duele como antes. Aparte, tengo muchas otras cosas en las que pensar ahora.
Mi primo salió unos minutos después.
No se le veía muy animado.
Cruzó la calle y se sentó a mi lado. Trató de forzar una sonrisa, pero era evidente que no estaba bien.
—¿Pasó algo? —le pregunté preocupada.
No me dijo nada. Solo me miró y me sonrió.
—¿Podemos ir a otro lugar? ¿Vamos a caminar por ahí? Quisiera contarte algo —me dijo.
Creo que fue la primera ves que lo veía serio.
Asentí y nos fuimos de ahí.
Nos dirigimos al parque de San Fermín, estaba detrás del convento, a orillas del rio Cillen, un rio que pasa cerca del pueblo. Recuerdo que habíamos ido algunas veces de niños. Esta ves fui yo quien lo guio, pues recordaba que no estaba lejos. Caminamos por el lugar casi en silencio. No me dijo nada, estaba pensativo. Me cogí de su brazo y así anduvimos por el parque y hasta el pequeño puente que lleva del parque hasta el bosquecillo de álamos. Nos detuvimos en medio del puente. Se recostó sobre el borde, mirando al rio.
Me quedé a su lado, en silencio. Estaba muy extraño, no quería molestarlo o ser indiscreta. Espere a que el me dijera que sucedía.
Finalmente habló.
—Me contaste que habías pensado en casarte. —Asentí—. Todas las mujeres tienen se sueño; pero algunos hombres también. Yo cuando me casé fue un día muy feliz. No estuviste ahí, y no me te lo reprocho. Pero a lo que voy es que de verdad fue un día muy especial—sonrió, pero con ojos tristes—. Ese día pensé que se había cumplido uno de mis sueños. Es decir, siempre pensé en encontrar a una buena mujer, una que mamá quisiera, una que conociera a papá, una que soñara conmigo y a la que todos miraran y envidiara. Cecilia se convirtió en esa mujer.
—Lo sé. Se nota que… Son una buena pareja —le dije.
—Cuando conocí a Cecilia yo acababa de salir de una relación. Eso no te había comentado. Una relación en la cual no la pase muy bien. Es decir, fui muy tonto. Me enamore demasiado, se podría decir; entregue todo, día y noche. Duramos juntos cerca de cuatro años, a pesar de que mamá nunca estuvo de acuerdo, menos papá.
—¿Por qué razón? —pregunté.
—Pues no lo sé, creo que ellos veían algo que yo no. No podría decirte, pero ellos tenían razón. Ella terminó engañándome con un amigo mío. ¿Crees? Los encontré en el departamento que alquilábamos.
—Que estúpida…
—Mas estúpido fui yo. Me dijo que solo había sido un beso y en esa ocasión. Que no había pasado nunca más, que ella me amaba y esas cosas que dices cuando no quieres perder a alguien, mas aun cuando te pagaba el apartamento y te compraba todo lo que le pedias. Finalmente, pues la perdoné —sonrió avergonzado—. Si, estaba yo muy enamorado. Me lloró, yo lloré me dijo que jamás pasaría, que se sentía culpable, hizo todo un show. La perdone y continuamos, pero desde ese día todo me parecía dudoso, me ponía celoso de todo, me sentía muy inseguro. Llegamos incluso a la violencia. No em siento orgulloso de eso, pero alguna ves la empujé y se cayó, cuando le reclamaba.
—Dios mío…
—Si. no me siento nada orgulloso en serio. Pero nunca fue mi intención. Siempre peleábamos y volvíamos, terminábamos llorando los dos. Fue una relación toxica, como esta de moda decir.
—¿Y qué pasó con ella? ¿Cómo terminaron?
—Pues una vez llegué al apartamento y encontré bajo mi cama una billetera que no era mía. Me di cuenta que había dejado entrar a alguien y que me estaba engañando otra vez. Lo peor fue que era la billetera del mismo amigo.
—¿Qué paso en ese momento?
—La esperé, quería que me explicara. Y cuando llegó pues me dio la explicación más estúpida que se le pudo ocurrir. No le creí nada. La encaré y le dije que se largara, que no podía estar mas con ella. Y me dijo toda la verdad. Me dijo que efectivamente me estaba engañando con él y que ya no me amaba, que era yo un imbécil, que todos me veían la cara que sentía asco de verme la cara y muchas cosas más.
Me dio mucha pena escuchar esas cosas, mucha rabia también. Coloqué mi mano en la espalda de Daniel y le di unas suaves caricias como firma de consuelo. No entendía por qué me contaba esto, solo sabía que él no estaba bien.
Continuó.
—Ella se fue, no la volví a ver. A pesar de que algunos días después no sabes como la extrañé. Bebía, no dormía, me deprimí. Papá se dio cuenta de eso y me busco en mi apartamento; conversamos, fue la primera ves desde que tenia ocho años que papá me dio una bofetada y me dijo que me comportara. Fue lo que necesitaba, creo. Hablamos como hombres ese día. Fue la ultima vez que hablamos así, nos tomamos un vino y me dijo que me dejara de estupideces. Me dijo que no iba a irme al diablo por una mujerzuela. Luego de ese día, decidí olvidarme de ella. Dejé de pagar el departamento, regresé a casa y comencé a trabajar con papá tiempo completo.
—Que bueno. El tío siempre era muy bueno dando consejos.
—Luego de eso estuve solo varios años. Me recupere. Salí con algunas chicas, pero nada serio. No me sentía con ganas de adentrarme en una relación, aparte pues aún me sentía algo inseguro. Pero no había perdido el sueño de algún día encontrar a una buena mujer. Creo que es una moñada —sonrió—, pero bueno.
—Es lindo que pienses así, Daniel.
Me sonrió y acarició mi rostro otra vez. Continuo con su narración.
—Pasaron varios años y conoció a Cecilia. Te conté como la conocí, fue una casualidad. Una completa causalidad de la vida. Una que terminó en un matrimonio, Adriana.
Cuando no me llamó Adri supe que era muy serio lo que trataba de decirme.
—Lo sé… se casaron. ¿Por qué me cuentas esto, Daniel? —le pregunté.
—Porque han sido varios años de matrimonio con Cecilia. La he amado, me ha amado, mis padres la aman, ella ama a mis padres. Mi padre antes de morir nos deseo muchos años de felicidad, muchos hijos, mi madre pregunta más por ella que por mi hermana; pero el amor entre nosotros se ha acabado, Adriana. —No podía creer lo que me estaba contando—. El amor entre nosotros acabó hace mucho. Y esos papeles que me has visto llevar de aquí allá, eran los papeles del divorcio. Los firmé ayer en la noche.
—No puedo creer lo que me dices… La vi en casa hace unos días, estaba de lo más normal. Incluso dijo que….
—Es toda una pantomima, es por mamá. Le rompería el corazón saber que me voy a divorciar. Le dije a Cecilia que no le diga aún. Le diré yo.
—Pero… Me cuesta creerlo, en serio.
Daniel sonrió, con ojos tristes. Sabía que me diría algo más.
—Eso no es todo. Me entere hace poco, de sus propias palabras, que esta enamorada de alguien más. Que ha estado conociendo a alguien desde hace muchos meses, cuando la relación se comenzó a enfriar. Y que cuando firmara los papeles, ella se iría de regreso a la ciudad y que comenzaría una relación con él. Me dijo que lo amaba.
—Dios… ¿Te estuvo…? ¿Ella…?
Daniel se encogió de hombros.
—No se que pensar. Ella me ha jurado que no. Pero ha ido a la ciudad muchas mas veces que yo en estos años. Y si te soy sincero, el amor se le acabó a ella. Porque a mí esto —unas lágrimas cayeron de sus ojos, mientras su vos se quebraba— me está doliendo como no te lo imaginas, Adri.
Solo pude abrazarlo. Pegarme a su cuerpo y apretarlo fuertemente entre mis brazos. Claro que lo entendía. Lo entendía perfectamente. Ese dolor que se siente en el interior, que no puedes calmar, que no puedes quitarte, que arde hasta herirte, que te quita el sueño, el hambre, la calma. Claro que te entiendo, Daniel. Claro que te entiendo. Y me duele mucho que lo estés sintiendo en estos momentos.
Me quedé ahí abrazándolo, acariciándolo mientras desahogaba su dolor. Juro que jamás había sentido a Daniel tan quebrazo y tan frágil. En el fondo quería quebrarme, pero no. Tenia que ser fuerte y estar a su lado.
—Todo estará bien —le dije—. Eres un buen hombre.
Acaricie su rostro y me acerque lentamente.
Me miró, me acerqué más.
—Adri… —me susurró.
—Daniel…
Mi frente rosó la suya, en ese momento me dejé llevar. Y nos entregamos en un nuevo y dulce rose de labios. Nos besamos, nos abrazamos. Y nos quedamos entrelazados, sentía su cabeza en mi hombro y sus latidos fuertes en mi pecho.
—Gracias por estar aquí —me dijo.
Yo solo me quedé en silencio y lo presioné fuerte contra mí.


Capítulo 13: Cara a cara
Decidimos ir a caminar por el bosquecillo.
Respirar un poco de aire fresco siempre le hacía pensar mejor, decía el. Le relajaba el sonido de las hojas d ellos árboles y de la naturaleza, las aves, el viendo.
Caminamos lentamente, no le dije nada para que pudiera pensar y tranquilizarse. Entendía que estaba pasando un mal momento y lo difícil que debe ser para él. Me ponía a pensar que hubiera pasado conmigo si me sucedía algo así, es decir fracasar en un matrimonio, por una traición; yo me salvé de eso por un pelo, el sin embargo lo estaba viviendo en carne propia. Imaginaba lo que debía sentir, explicarle esto a los familiares, el alejamiento, la vergüenza, la tristeza los recuerdos.
Me enganche de su brazo y caminamos pro el sendero lentamente, no muy lejos de la orilla del río. El me miraba de vez en cuando y acercaba su cabeza a la mía y me sonreía con ternura. Parecía el muchachito de antes, aunque ya no lo éramos, no éramos mas esos niños de muchos años.
—No le vayas a decir nada a mamá —me dijo—. Voy a buscar la manera de decírselo cuando se recupere, no quiero que se sienta mal o se preocupe mientras esta en cama.
—No te preocupes —respondí—, no le diré nada. ¿Cuándo se ira Cecilia? Tendrás que decirle algo a tu mamá; ella suele venir algunas veces en la semana.
—Me dijo que ni bien salían los papeles del divorcio ella se iría a la ciudad. Ya entregué los papeles, asumo que la notificaran más tarde y seguro el lunes se estará yendo; o quizá se vaya mañana, no quiere más estar en casa.
—¿Entonces sigue en tu casa?
—Si. Yo me quedaba en el mueble. Le dejé la habitación a ella.
—¿No se quedará con algo? —pregunté—. Es decir, estaban casados.
—No. Ella dejó claro con su abogada que no quería absolutamente nada de mí.
—Bueno… Eso creo que es positivo, dentro de todo.
Mi primo se encogió de hombros.
—Supongo que si quiere comenzar de nuevo con alguien es mejor que nada la ate a mí, ni niños ni dinero, ni propiedades. Es como un tremendo “no te necesito para nada”, ¿no crees?
—No lo veas así. Es un gesto que no muchas mujeres harían. Si lo que me dijo mi tía es cierto, la vitivinícola es una empresa muy prospera. Pero bueno. Ya olvida eso. Ya está hecho.
—Tienes razón.
Se detuvo cerca al rio y me miró a los ojos, me regaló una sonrisa.
—Gracias por estar conmigo en estos momentos difíciles, Adri —me dijo.
—No agradezcas. Es lo menos que puedo hacer.
Me sonrió y me dio un fuerte abrazo.
Continuamos paseando un poco más.
Volvimos al puente y lo cruzamos.
Ahí en el parque mientras caminábamos una niña que vendía flores se nos acercó. Cogió un ramito de flores y se lo acercó a Daniel, quien lo recibió.
—Para que le regale a su novia —le dijo la pequeña niña.
El y yo nos miramos y sonreímos. EL me entregó las rosas y le dio un billete a la niña que se fue corriendo muy contenta en busca de otra pareja. Me sentí alagada con ese gesto. Continuamos paseando un poco mas y llegamos al paradero. Me dijo que tenía que ir a trabajar.
—¿Estas seguro? —le pregunté.
—Si —respondió—. Tengo algunas cosas allá. Hay mucho trabajo y no quiero que se retrase. Parece mentira, pero si te descuidas un día algo sucede —sonrió y me tomó de las manos—. Voy a embarcarte en un taxi a casa de mamá, yo me iré caminando a casa, ahí esta mi auto.
—Puedo ir caminando desde aquí —le dije.
—No. Claro que no, esta un poco lejos. Te iras en taxi, me sentiré mas tranquilo así, no es que aquí sea peligroso, pero dame ese gusto.
—De acuerdo. Gracias. —Le sonreí—. ¿Cuándo te veo? —pregunté.
Me sonrió.
—Mañana domingo no trabajamos en la fábrica. ¿Quieres ir a que te dé un recorrido?
—Seria fantástico. Hace mucho que no voy.
—Perfecto. Entonces mañana te llevaré. Te busco en la tarde, ¿te parece?
—Claro, te esperare.
Detuvo un auto, me abrió la puerta.
—Ve con cuidado. —Me abrazó—. Muchas gracias, Adri —me dijo y me sonrió.
Juro que pensé que me besaría, quería que lo hiciera, pero no fue así. Me dio un beso en la mejilla y me ayudó a subir a la parte trasera del taxi. Le indicó al taxista la dirección y se despidió de mi nuevamente, acariciando mi mano.
Lo vi desde el auto quedarse ahí en el paradero mientras me alejaba. Seguía blandiendo el brazo, despidiéndose. Cuando estuve a suficiente distancia comenzó a caminar en la otra dirección.
Cuando llegué a casa de mi tía e ingresé escuché una voz con ella. Era la voz de Cecilia, la había reconocido. Subí y haciendo gala de la mayor hipocresía la saludé amablemente y sonriente. Mi tía me preguntó que tal estuvo el paseo y le respondí que muy divertido. Cecilia sonrió y me preguntó por Daniel.
—Se fue a la vitivinícola —respondí—, tiene trabajo. Quizá vuelva más tarde.
Asintió y sonrió.
—¿Te quedaras a almorzar, hija? —le preguntó mi tía a Cecilia.
—No. Solo vine a saludarle un momento. Tengo algunas cosas que hacer —le dijo.
—Es una pena —agregué—. De todas maneras, recién comenzaré a cocinar. ¿Quieres algo ene especial tía?
—No es necesario, hijita. Cecilia trajo comida para nosotras.
—Si, prima —terció ella—. Preparé lomo de pato y quise traerles. Esta en la cocina.
—Muchas gracias, prima. Iré a calentarlo, es hora de que almuerces, tía.
—Gracias, hijita. De verdad estas ayudándome muchísimo, es un ángel mi sobrinita.
Cecilia sonrió.
Yo asentí y me dirigí al primer piso.
Escuche a Cecilia despedirse y bajar las escaleras, yo me encontraba en la cocina, servía un plato para mi tía; ella se me acercó por el pasillo.
—Hasta luego, prima —me dijo muy sonriente.
—Hasta luego —respondí.
Se dio media vuelta y se iba por el pasillo cuando no me pude aguantar, en serio no pude. Tenía que sacármelo del interior.
—¿Por qué le hiciste esto? —pregunté.
Cecilia se detuvo y volvió sobre sus talones, con expresión de confusión, en ceño funciono. Sonrió y me dijo:
—¿El lomo?
—No me refiero a la comida —dije en voz baja. No quería que mi tía oyera.
—¿Entonces? Creo que no entiendo, Adriana —me dijo, con seriedad.
—Me refiero a Daniel.
Cecilia arqueó las cejas, si entendía; pero le sorprendió. Miró hacia el techo unos instantes, le preocupaba que escuchara mi tía también. Asintió lentamente.
—Ya te contó… No me sorprende —dijo manteniendo la voz baja.
—Me contó. Exacto. ¿Por qué? ¿Por qué hacerle eso a él? —reitere la pregunta.
—¿Por qué debería yo darte explicaciones a ti? Te conozco hace unos días.
—Por que es mi primo. Lo quiero y no me gusta que le hagan daño. ¿Qué te parece?
—Me parece que eres una metiche. Una muy, pero muy metiche. Esto nos compete completamente a él y a mí; si te contó fue por que confiaba en ti, no para que fueras por ahí hablando de eso.
—Te lo digo en tu cara, no le digo a nadie más.
—Y así espero que mantengas tu boca, cerrada. Mi suegra… La mamá de Daniel no debe saber nada.
—Lo se muy bien.  Solo te hice una pregunta.
—¿Qué es difícil de entender, niña?
—No soy una niña.
—Pues entonces compórtate como una mujer. Comprende que a veces el amor se acaba. ¿Qué nunca te ha pasado? No todo es para siempre. No soy una niña estúpida, tengo 31 años, he vivido posiblemente más cosas que tú. He vivido un matrimonio, muy bonito en su momento, pero que se acabó, y listo. Se que Daniel no lo ha tomado bien, y solo estoy esperando que firme los papeles para poder irme y ser feliz. ¿Tiene algo de malo? Yo no lo he engañado. Preferí decirle la verdad, preferí alejarme de él antes de dejarme llevar por lo que siento.
—Pues el esta sufriendo mucho. Tu, sin embargo, te ves muy feliz.
—Tu no sabes nada. No es fácil para mí tampoco.
—¿Me dirás que no tienes alguien esperándote ya?
—¿Eso es lo que más le duele, ¿no? Que haya encontrado a alguien que si se preocupa por mí. Que me da tiempo, atención. Tu primo es muy bueno, pero también es un tonto a veces. Antes de que todo esto pasara ya la relación estaba enfriándose. No se que haya pensado él, pero yo no fui feliz con él estos últimos años. Desde de la muerte de su padre se dedicó casi exclusivamente a trabajar. Se olvidó que tenía esposa. Este matrimonio no fue lo que por un momento soñamos. Y ya no te diré más. No te incumbe.
—No encontraras a alguien como Daniel —le dije.
—No. Es cierto. No encontrare alguien como él; pero eso puede entenderse de muchas maneras. Míralo como quieras, chiquilla. Lo que es yo, no me arrepiento de esta decisión, es lo mejor para no hacerlo sufrir y no sufrir yo. Ya entenderás algún día, no todo es risas y besos, ¿sabes? Ahora… Espero puedas mantener la boca cerrada y fingiendo que te caigo bien las ultimas veces que nos veremos por aquí.
Se dio media vuelta y dirigió a la puerta. Se despidió desde la entrada de mi tía e incluso de mí. Se fue entonces. Qué momento para más incómodo. En realidad, hubiera deseado arrancarle las greñas. Respiré profundo y le llevé el almuerzo a mi tía.
Yo no almorcé, se me había ido el apetito.
Me quedé en mi cuarto a intentar leer un poco, tratando de relajarme; pero me fue complicado, no podía dejar de pensar en todo lo que estaba sucediendo. Ahora entendía mejor la soltura de Daniel conmigo.
Estaba segura de que si hubiera estado bien en su relación jamás se hubiera atrevido a besarme o a comportarse tan cercano y lindo. Quizá lindo sí. Pero bueno, seguía siendo mi primo y aun me costaba ver un poco a la cara a mi tía luego de lo que sucedió. Y es que, de verdad, hoy que vi a Daniel tan sensible, me hizo querer abrazarlo, besarlo, protegerlo. Por eso me atreví a besarlo yo. Jamás me había sentido así, ni siquiera con el imbécil de Andrés.
Me quedé dormida, me despertó el celular varias horas más tarde.
Era Soledad.  Estaba mas que segura que se volvería loca con lo que le tenía que contar.





Capítulo 14: La vitivinícola

Al día siguiente.
—¡Fabuloso! —exclame.
Mi tía intentó ponerse de pie y lo logró. No podía avanzar mucho, pero podía sostenerse y dar unos cuantos pasos; eso era muy bueno, pues estaban funcionando los medicamentos y los ejercicios.
—Ya no me duele, la cadera —me dijo—, pero aun me siento algo débil, pero ya me pude levantar. —Sonrió.
—Es normal, tía. En unos días más podrás recuperar las fuerzas y podrás caminar como antes. Ya verás. Solo hay que seguir con los ejercicios y con los medicamentos. Escuchaste lo que dijo el doctor.
—Si. Esta bien. Pensé que ya no tendría que seguir recibiendo inyecciones.
—Lo sé, pero aun debes seguir con ellas. Te redujo la dosis, eso es bueno. Quiere decir que cada vez necesitas menos.
En la mañana el doctor de la familia había vecino a darle a mi tía su control. La había encontrado mucho mejor y me dijo que hacía muy bien en ayudarle con sus ejercicios, que continuáramos así. Dejó medicamentos para la semana y algunas indicaciones.
—¿Saldrás verdad, hija? —preguntó mi tía.
—Si. Voy a ir con Daniel a la Vitivinícola. —Le ayudé a regresar a la cama.
—Yo fui hace como tres meses. No había vuelto a ir desde que falleció tu tío, muchos recuerdos. Pero me atreví y esta muy bonito.
Subió a su cama y le cubrí las piernas. Me senté en el borde.
—En un rato más viene Daniel. Me dijo que después de almorzar vendría.
—Ese chico. Esta delgado. No se que come. Ya el dije a Cecilia que le de mas carne y mas menestras. ¿No lo ves flaco tu?
—No. Creo que no. Bueno, no se como estuvo hace unos meses.
—Cachetón y panzón. Rico mi gordo. Pero ahora este flaco, se parece a su papá que era un esqueleto. —Mi tía sonrió—. Y con esa barba que se esta dejando, peor. Feo como su padre.
Me hizo sonreír también.
—Creo que está trabajando mucho.
—Si. Eso es verdad; desde que su padre falleció el se hizo cargo. Ya le he dicho, puede contratar personal que se encargue, pero no; es igual a Rodrigo —mi tío—, terco. Tu tío vivía más allá que aquí. De no se por que lo amaba como no te imaginas, no hubiera aguantado. Bueno, aparte de eso tenia a mis niños corriendo y haciendo escandalo las 24 horas del día. Por eso admiro a Cecilia, esa mujer es un ángel.
Solo sonreí y asentí. ¿Qué más podría hacer?
Mi tía continuó.
—Ya le he dicho a Daniel, debe darle mas tiempo a su esposa. Aun no tienen niños, ella necesita a su esposo o se terminará aburriendo.
—Pero eso solo pasaría si ella no lo amara… ¿Verdad? —Me atreví a preguntar.
Mi tía se encogió de hombros.
—Los jóvenes de hoy no son como éramos hace años atrás, hija. Antes separarse no era una opción; ahora existen divorcios rápidos. ¿Qué me iba a yo a querer divorciar de Rodrigo? Mi padre me hubiera regresado con el a gritos. Mi mamá segura se volvía loca y mi hermano… Hay dios. Y eso que lo pensé en algún momento. —Miró hacia arriba—. Con el perdón de mi difunto marido, el sabe que es verdad; pero lo amaba, y siempre fue bueno conmigo. Era un poco obstinado y renegón, amaba el campo, sus plantaciones, yo lo entendía. Pero hoy, las cosas son diferentes. Tienen un esposo, luego se separan, tienen otro, se separan y así… No juzgo a nadie, pero en mis tiempos tenia mas valor elegir a un hombre; aceptarlo, porque nunca te obligan, y quedarte con el sobre todos los problemas. Por algo son pareja. Así que por eso digo que Daniel debe darle más atención a su esposa o quien sabe que podría pasar. Yo no pongo las manos al fuego por nadie, Cecilia es una buena chica, se que ama a mi Daniel; pero muchas veces me ha dicho que se siente sola a veces.
—Entiendo tía. Los tiempos cambian, pero como bien dices, cuando hay amor… uno soluciona los problemas con la pareja. No se va. No abandona.
—Exacto —me sonrió y acarició mi mejilla—. Tu ya encontraras a alguien así. Eres muy bonita y muy inteligente. Ya verás. Dios me tiene que dar vida para verte casada.
—Tía… —Me hizo reír.
—Por cierto, hablé con mi hermano anoche.
—¿Con papá?
—Si. Estuvimos hablando un buen rato. Le di una idea.
—¿Cuál?
—Le dije que debería venir con Sandra —mi mamá—, con tu hermanita, contigo para año nuevo, como los viejos tiempos. La casa es grande, podría convencer a tus primos y pues Daniel vive aquí cerca, el no tiene excusa y siempre la pasamos aquí los tres. ¿No te parece buena idea?
—Me parece una excelente idea, tía. Hace mucho que no venimos en familia.
—Eso le dije. Faltan varios meses para las fiestas, si les comunico desde ya no habrá excusa. Por que luego dicen que uno comunica muy tarde. ¿Tu crees que se pueda?
—Creo que sí, tía. Yo estaré feliz de regresar.
—La estas pasando bien aquí, ¿verdad? —Me sonrió.
—Si. Aun me queda una semana más. Los boletos los compre para sábado en la tarde.
—Pues trata de relajarte esta semana. Le diré a Daniel que te lleve al bosque, las cataratas, pueden ir a las granjas, es muy bonito ahí. Hay mucho que pueden hacer. Ese hombre necesita relajarse también.
—Tienes razón, tía. Esta muy estresado; pero ¿qué no hace esas cosas con Cecilia? —pregunté y me puse de pie. Me dirigí a la ventana.
—Pues ahora que lo dices… No lo sé. Hacen otras cosas supongo. Recuerda que para quienes vivimos aquí esos lugares se convierte en lugares comunes.
—Es cierto, tía. Igual seguro podremos ir antes de que vuelva a la capital.
El auto de Daniel llegaba por la calle.
Se estacionó al frente y tocó la bocina antes de bajar.
—Hablando del rey de roma —dijo mi tía sonriendo y encendiendo el televisor.
—Ahí viene.
Daniel se detuvo en la vereda.
—¡Vamos, Adri, baja! —me dijo
—¿No subirás a saludaras a tu mamá? —le dije.
Mi tía terció.
—Me llamó hace un rato, hija. Esta bien. Hazle recordar que traiga dos mistelas y un semiseco. Para que lleves para la ciudad, linda.
—Ah, ok. Gracias, tía. Entonces voy con él.
Me acerqué a ella y me despedí.
—Vayan con cuidado —me dijo.
Bajé, saludé a Daniel y nos dirigimos a su camioneta.
Me abrió la puerta y subí.
—¿Es verdad que el doctor dijo que mamá está mejorando? —me preguntó subiéndose al auto.
—Si. Dijo que pronto recuperara las fuerzas en la cadera.
—Que bueno. Mamá a veces dice cosas que uno quiere oír. No le gusta preocupar a nadie. De no haber sido por que las vecinas me dijeron que la vieron caerse, seguro hasta hoy no sabría que le sucedió. Ay mi mamá es… —Sonrió—. Pero al menos esta mejorando. Se que es gracias a tu ayuda también, gracias por eso.
—No agradezcas, Daniel, lo hago con cariño. Quiero mucho a mi tía.
Partimos.
—No pude escribirte anoche —me dijo después.
—No te preocupes. Me llegó tu mensaje en la mañana. Me estoy acostumbrando a ellos —sonreí—. Supuse que llegaste tarde y cansado del trabajo. ¿O acaso ocurrió algo?
—Bueno. Tuve una pequeña discusión con Cecilia.
—¿Ah sí?
—Si. Creo que no le gustó que te contara lo que pasaba en mi matrimonio.
Me sentí muy avergonzada.
—Daniel, lo siento mucho. En serio lo siento demasiado —insistí—. No quise que tuvieras problemas con tu… Con Cecilia. Es solo que no me aguanté las ganas de reclamarle. Lo siento, lo siento, lo siento, Daniel.
Me miró, mientras esperábamos el cambio de la señalización, y me sonrió. Colocó su mano sobre mi pierna y me dio unas palmaditas.
—Tranquila… Tranquila. No pasa nada. Hiciste lo que pensaste que era correcto. Aparte ya no interesa. Se ha ido.
—¿Se fue? —dije sorprendida.
Daniel suspiró y continúo conduciendo.
—Si —respondió—. Su abogado se encargará ahora de todo. Te dije que solo quería que los papeles estuvieran firmados. Ya nada la ata aquí. Me dijo muchas cosas. Le reclamé otras, te juro que no iba a hacerlo, pero por alguna razón tuve esas fuerzas para enfrentarla y decirle lo que sentía, lo que pensaba. No te voy a decir que me siento bien ahora. Sería mentir. Pero creo que ya no tiene sentido seguir guardando alguna esperanza. —Sonrió y me miró—. Así debió pasar. La voy a extrañar, aun tengo sentimientos por ella; pero pues… el amor se acabó, como mi matrimonio.
—Estuviste bebiendo —le dije—. Por eso no subiste donde mi tía.
Sonrió avergonzado.
—No te mentiré. Cuando se fue me termine una botella de whisky yo solo. No me siento orgulloso, pero me sentía muy mal. Te juro que no soy de beber tragos fuertes. Pero en serio solo quería olvidar y dormir. No pasará otra vez. Prometido.
—Eso espero, no debes beber. Al menos no así. ¿Por qué no me llamaste? Pudimos haber conversado.
—Si, pensé en llamarte, Adri. Pero no quería incomodarte. Sin tus vacaciones, no viniste para ser la psicóloga de nadie.
—Que dices… No. No hay problema, si deseas hablar, en cualquier momento puedes llamarme. Somos… Primos, amigos… Creo que puedes conmigo. Además, no me gusta verte mal.
—Muchas gracias, Adri. Lo tomaré en cuenta. Eres muy linda conmigo. Ya no pensemos más en esas cosas. Tratemos de que sea un buen día. Te llevaré a ver la fabrica de vinos, el sembradío, los almacenes y te presentaré a algunos de los trabajadores.
—¿Domingo también trabajan?
—Algunos trabajan domingo, hacen inventarios y así, yo mismo voy algunas veces, es un día tranquilo y te permite hacer algunas cosas que en la semana no. Además, algunos trabajadores viven ahí.
—No sabía eso. Bueno, ya los conoceré.
—Lastima que no es época de vendimia.
—¿La recolección de las uvas, ¿verdad?
—Ah, estas informada —sonrió—. Papá siempre habla de eso. Sabes que le gusta mucho el vino y todo lo relacionado.
—Pues no es fecha, aun faltan unos dos o tres meses más. Pero en estas épocas las vides están dando frutos y se ven hermosos. Pasaremos por ahí, para que puedas ver, te mostrare todo el lugar. Te encantara.
Se le veía muy emocionado cuando hablaba de los viñedos, de la fábrica. De verdad le gustaba su trabajo. Me hacía sentir emocionada.
Condujo por la ruta que nos lleva del pueblo al campo. Cruzamos por varias granjas enormes y grandes terrenos de sembrado. Me explicó que para que las uvas se den mejor era necesaria una altura adecuada, por lo que los campos donde sembraban estaban algo lejos del pueblo y de las demás granjas. Solo seguimos el camino, asfaltado en su gran mayoría, pensé que sería más rustico, pero no. Pasamos por pequeñas localidades en el camino, siempre rodeados del campo, arboles, animales de granja y parcelas.
Alrededor de unos 45 minutos habremos tomado un largo camino, rodeado de lo que era la propiedad de la familia. Un enorme cartel, sobre un arco daba la bienvenida a la propiedad de la familia Maldonado. Seguimos un sendero, a lo lejos se veían algunos edificios.
—¿Recuerdas este lugar? —me preguntó.
Miré a mi alrededor y la verdad es que no recordaba nada del lugar.
—No. Realmente nada. Este lugar es enrome.
—Papá compró más terreno, poco antes de enfermar. Con eso logramos hacer crecer la producción. Todo esto que ves es nuestro. ¿Vez la tierra? Esas parcelas que nos rodean están destinadas para sembrar nuevas variedades de uvas que hemos conseguido. Tenemos previsto comenzar la siembra en una o dos semanas más.
—Es enorme. ¿Esos edificios de allá?
—Son los almacenes, las fábricas y las oficinas están más abajo. Todo esta organizado como una empresa cualquiera. Esta primera área es completamente de la materia prima, las vides, luego están los almacenes, y de ahí las áreas de producción y las oficinas. Es como cualquier otra empresa, hay mucha gente trabajando aquí, entre ingenieros y jornaleros, mucha gente sin la cual esto no funciona.
—Incluyéndote.
—Por su puesto. Aunque mi trabajo es mas administrativo, al menos estos últimos años.
—¿Cómo así?
—Antes estaba mas involucrado en la producción, en las maquinas, me gustaba estar ahí donde esta la acción, pero cuando creció la empres tuve que contratar mas ingenieros y especialistas, mi trabajo se remitió a papeleos, contratos, números… Bueno es lo que estudie.
—Es verdad, algo de eso me dijo mi tía. Que interesante.
—Ya estamos llegando. Iremos a las oficinas, necesito revisar algo y luego estaremos libres —me sonrió y siguió conduciendo.
La propiedad era realmente grande, rodeada a la distancia por la espesura de los bosques, hasta donde alcanzaba la vista podía ver los sembradíos, alzándose sobre ellos algunos almacenes, maquinas y tractores. Era un lugar muy bonito. Por ser domingo no logré ver a nadie, pero Daniel me dijo que con el trabajan un total de casi setenta y siete personas en los días de mayor producción.
Llegamos al centro del lugar, precisamente frente al edificio de administración.
Daniel estacionó el auto cerca y bajamos. Fuimos recibidos por algunos trabajadores que saludaron amablemente.
—Este es el lugar desde donde se administra todo —me dijo —. Los demás edificios que ves alrededor son los almacenes y las fabricas donde se procesa, fermenta, embotella todo. Ya te mostrare, acompáñame dentro un instante.
Asentí y fui tras él.
El edificio estaba casi vació, subimos al segundo piso por las escleras y solo pude ver a dos personas que pasaron y que saludaron amablemente también. Daniel me presentó amablemente, cruzó algunas palabras con ellos y continuamos.
Su oficina se encontraba en el fondo, al final del pasillo.
Abrió con su llave y entramos. Era una bonita oficina, amplia y muy moderna.
—¿Qué tal? —me preguntó—. Aquí trabajaba papá. La he dejado mas o menos como el la tenía. Salvo la computara y la televisión. —Se dirigió tras su escritorio y encendió su computadora—. Toma asiento.
—Gracias. Es una bonita oficina. Había varias fotos de el y de Cecilia en un mueble en la pared, así como de mi tío y mi tía. Me iba a sentar en el mueble al lado de la puerta, pero en ese instante entró una joven.
—¡Hola! —dijo y golpeo unas veces la puerta. Traía una enorme sonrisa en el rostro y en sus manos un folder. Estaba vestida de forma casual. Era muy linda.
—¡Delia! —saludo Daniel bastante sonriente—. ¿Cómo estás?
Rodeó su escritorio y se acercó a la puerta.
Se saludaron con un abrazo y un beso en la mejilla.
—Te presento a Adriana, mi prima —me presentó.
—Hola —respondí—. Mucho gusto.
Estrechamos la mano y sonreímos.
—¿Cómo estás? —me dijo sonriente—. Soy Delia. Trabajo con tu primo.
—Si —terció Daniel—, ella es la ingeniera que se encarga de todo lo que es la calidad de la tierra de siembra y las nuevas clases de uvas. Toda la ultima producción es gracias a ella y a sus técnicas.
—No le hagas caso, es un exagerado —dijo ella—, todo trabajamos duro aquí. Es un trabajo en equipo.
—Que modesta —le respondió el sonriente—. ¿Qué tal? ¿Salieron los resultados? —preguntó y regresó tras su escritorio—. Dame un minuto, Adri —me dijo.
Asentí y me senté en el mueble.
Dalia fue tras el y le dio los papeles que traía.
Se acercó a el y le comenzó a describir el contenido de los documentos. Le decía cosas que no podía entender, pero era algo acerca de la tierra y la calidad de las uvas. Algunos números y nombres raros, la verdad no tenia idea. Pero se veían muy serios por instantes y en otros se reían y se veían muy familiares. Fue extraño. Me sentí un poco… ¿Celosa?
Luego de varios minutos salimos los tres de la oficina. Nos dirigimos a la entrada.
—¿Hasta que hora te quedaras? —le preguntó Daniel a Dalia.
—Ya me estoy yendo —respondió—. Solo quería dejarte estos papeles. Como dijiste que vendrías hoy.
—Pudiste enviármelo por correo, Dalia. Eres muy amable.
—Nada. Quería explicarte en persona. Además, no es ninguna molestia. —Lo tomó por el brazo—. Quería verte. Saber que estas bien.
Daniel sonrió.
—Gracias. Si, estoy bien. No te preocupes.
Ella lo abrazó, le dio un apretó fuerte que el respondió. Ella estaba al tanto de lo que le había pasado. Era evidente si eran amigos del trabajo. No pude evitar sentir algo de incomodidad. No sentí esto ni por Cecilia. Fue raro.
Se separaron lentamente.
Ella sonrió.
—Te veo el martes.
—Pasa un lindo domingo —le dijo Daniel.
Dalia se acercó a mí, quien estaba a unos pasos.
—Adriana. Un placer, cuídalo por favor —me dijo estrechándome la mano—. Que coma un poco más, cada día esta mas flaco este hombre. —Me guiño el ojo y me sonrió.
Yo solo asentí. Me sentía muy incómoda. Que extraño.
Se fue por el camino, en dirección al pequeño estacionamiento cerca del edificio.
Daniel se acercó a mí.
—¿Lista para conocer la vitivinícola?
—Si. Claro. ¿Dónde vamos primero?
Traté de sonreír. Pero aún me sentía… Celosa.
Me llevó primero a las plantaciones. Ahí me presentó a algunos trabajadores que estaban limpiando y revisando las vides. Me enseño como reconocer las mejores uvas y cuando no serán buenas, me enseño a medir la altura para calcular cuando estarán listas. Fue muy interesante. Me explicó la diferencia entre las uvas y sus clases. Luego de ahí me llevo a ver la molienda, en los edificios de producción, me mostró las maquinas que utilizan para separar las uvas buenas de las que no servirán, así como algunas sobras, ramas y desechos.
—¿Dónde pisan las uvas? —le pregunté cuando nos dirigíamos al área de prensado.
—Ya no hacen eso. Bueno si lo hacemos, pero para otra clase de vinos. Mas caros. Es mas tradicional. Pero es mas costoso y tarda más. Las maquinas han hecho que ese proceso, el prensado, sea mas efectivo. Es un proceso lento y requiere un método.
Me mostró las enormes maquinas. Eran enormes y muy complejas. Me explicó que tenia al menos cuatro ingenieros encargados de esos procesos para asegurarse de que todo estuviera perfecto. Este proceso asegura que la uva libere todo su jugo y sabor. Hasta ese instante no sabía con precisión lo complejo del vino. Me explicó que la fermentación era una de las etapas más importantes, del proceso de la uva para convertirla en vino, y que el tiempo aquí era importante para conseguir un perfecto vino.
Me llevó al área de clarificación. Donde había unos enormes tanques, donde me explicó que se limpiaba el producto, para el destino siguiente y final, que eran los barriles de madera. El añejamiento en las barricas.
Me mostró uno de los cuatro almacenes de añejamiento. Unos enormes y altas bodegas en donde añejaban las barricas con vinos. Ahí también se encargaban del control de calidad. Me explicó que había especialistas que se encargaban de clasificar y calificar la producción para luego comercializarla, aunque ese proceso lo hacían en otro lugar ahora; pero que pronto lo quería hacer ahí mismo. Me explicó de la forma mas clara que pudo, pero me dijo también que existen otros procesos dentro de los que me explicó, que eran un poco mas complejos de explicar sin los encargados. Le dije que no era necesario, había entendido y de verdad me había quedado asombrada.
—Nunca veré un vino de la misma manera, Daniel —le dije.
—Es todo un viaje —respondió—. Espero te haya gustado el recorrido. No soy muy bueno explicando estas cosas, es más fácil hacerlas.
—Te entendí perfecto.
—¡Gerardo! —llamó a uno de sus trabajadores en la bodega—. Por favor, tráeme dos mistelas, un rose, dos tintos y semiseco de borgoña. Gracias.
El hombre asintió y se dirigió a la parte trasera de la bodega.
—Te vas a llevar eso a la ciudad. Para mi tío, mi tía. Para ti te daré aparte.
—No es necesario, Daniel.
—Nada de eso. Es un regalo. Además, siempre envió a la ciudad. Es un gusto.
—Bueno. Muchas gracias.
Me sonrió.
—¿Y donde trabaja Dalia? —pregunté. Fue un impulso.
—¿Dónde? Pues en todas partes. Es la ingeniera de producción. Esta al tanto de todos los procesos, desde la siempre hasta el trasiego. Es muy buena en su trabajo.
—Se ve muy joven.
—Tiene… treinta. Se graduó hace cuatro años, es de la ciudad. Su padre era socio de mi papá, distribuidores. Papá le dijo que a penas terminara que venga aquí a trabajar, sabía que era muy buena y que ama lo que hace. No he visto a nadie ponerle tanta preocupación y amor al mosto. Ella es fantástica —dijo con una sonrisa.
—Y muy hermosa. —¿Por qué dije eso? Tonta.
—¿Cómo dices? —sonrió extrañado—. Si, si es muy hermosa. Espera —río—. ¿Esa cara que pones? ¿Qué estás pensando, Adri?
—¿Qué cara? ¿Por qué te ríes? No pienso nada, tonto. —Me puse roja otra vez, creo que fui muy evidente.
—Es solo una amiga del trabajo. Solo somos amigos.
—Pues parecían muy cercanos… ¿Ella sabe de tu divorcio?
—Si. Lo sabe. Le conté todo por lo que estaba pasando. Como te dije somos amigos.
Hice un gesto, una mueca. Daniel se dio cuenta, sonrió y se me acercó.
Me cogió por los hombros con delicadeza, buscando mi mirada.
—¿Estás celosa, Adri? —me dijo con esa sonrisa de tonto—. Si es así, no deberías. Ella no es tan bella como lo eres tú.
—No estoy celosa —espeté, aun avergonzada—. ¿Por qué lo estaría? Tu y yo somos… Primos. Nada más.
Recordé las palabras de Soledad la noche anterior. Le había contado lo sucedido en el puente con Daniel y me dijo que tuviera mucho cuidado, pues era evidente que estaba confundiendo y mezclando muchas emociones en mi y que el a su vez estaba también sintiendo cosas que no debería, pero que eran normales en la situación por la que estaba pasando. Yo tenía muy claro que esto era una locura, pero también estaba segura que lo que sentía al besar sus labios no era solo confusión, era otra cosa. No estaba aun segura que. Y esto que estaba sintiendo ahora, estos celos… Era nuevo.
Le evadí la mirada, el aun me sostenía de los hombros.
Sonrió, pude verlo de reojo. Estábamos solos en el almacén.
De un rápido movimiento me acercó a él. Volví el rostro y entonces me dio un apasionado beso. No pude evitar dejarme llevar. Quede atontada, realmente sorprendida. Pero en esta ocasión si me sentía celosa, una parte mía quería alejarse, la otra quería seguir besándolo.
Hice lo único que se me ocurrió.
—¡Au! —Gritó Daniel—. ¿Me mordiste? —dijo llevando el dorso de su mano a sus labios—. ¿Por qué me mordiste?
—Por besarme.
—Pero… ¿Cómo que por...?
—Señor —el trabajador nos interrumpió apareciendo por donde había salido, traía una caja en sus manos—, tengo lo que me pidió.
Daniel aun algo sorprendido, y sobando su labio, asintió y le pidió que le acerque la caja.
—Gracias —dijo tomándola—. Puedes continuar con tu trabajo.
El señor sonrió, se despedido y se fue.
Daniel dejo la caja en el suelo.
—¿Por qué me mordiste? —me dijo sonriendo.
—Me besaste a la fuerza.
—No. Fue… Una reacción.
—No. Mi mordida fue una reacción —no pude evitar sonreírme—. Tú te lo buscaste.
—Y te ríes —me dijo—. Solo trataba de que se te pase lo celosa.
—No estaba celosa.
—Bueno, está bien. Te creo —dijo y pasó su lengua por su labio—. Me mordiste duro, Adri. —Se agachó y cogió la caja—. Me está doliendo.
Avanzó hacia la salida.
—Que exagerado —le dije.
—No, en serio. Me dolió.
—Me harás sentir mal.
—Pues deberías. Me duele mucho.
—¿Es en serio?
—Se va a hinchar, Adri. Se supone que las enfermeras quitan el dolor, no lo causan.
Me hizo sonreír.
La verdad fue que me había gustado ese beso repentino. Pero estaba algo molesta. Creo que si se me pasó la mano en esa ocasión. Aunque sabía que el estaba bromeando, no le había mordido tan fuerte. ¿Es raro que lo haya disfrutado? Dios mío… De verdad que estoy loca.
Todo el camino de regreso se la pasó molestándome por la mordida que le había dado. Al comienzo me sentía algo avergonzada, después pues me hacía mucha gracia; aunque si se le había puesto un poco rojo el labio.
Volvimos a casa y me ayudó a pasar la caja con los vinos.
Subió a despedirse de mi tía y luego lo acompañe a la puerta.
—La pasé muy bien, Daniel —le dije.
—Me alegra. Igual yo, Adri. Ha sido una linda tarde —me sonrió—. Aun me duele el labio —me susurró—. ¿Tienes algo que me quite el dolor?
—Una inyección podría ayudar —respondí divertida.
Me tomó de la mano y me miró con esa cara de bobo.
—Tienes una sonrisa muy hermosa —me dijo en voz baja—. Eso basta para sentirse mejor. Ya no me duele nada.
—Tonto —le dije.
Nos quedamos en silencio unos instantes, como buscando algo en el espacio. Sostenía mi mano, jugaba con mis dedos, yo sentía el calor en las mejillas. Quería que me besara. En el fondo repetía: “ya bésame tonto no te morderé”. Yo no me atrevía a hacerlo otra vez.
—Esta semana es la última que estarás aquí. He pensado en salir mas temprano del trabajo y pasar mas tiempo contigo. Aun hay algunos lugares donde no hemos ido, podríamos ver una película, cenar… ¿Te gustaría?
Claro que me gustaría. Me encantaría.
—¿Y el trabajo? —le dije—. ¿No habrá problema?
—No pasará nada por salirme unas horas antes. Estas semanas han sido complicadas, todo esta en orden. Además —me besó la mano— esta es la última semana que estarás aquí, y seamos sinceros, no sabre hasta cuando volverás o podre ir a Catalina. Hagamos que sea inolvidable. —Me sonrió con esos ojos lindos y tan tiernos.
Me hizo suspirar el muy tonto, me sentía… No quería decirlo.
—Claro. Hagamos… Hagamos que sea inolvidable.
Se acercó a mi lentamente. Mi corazón latió tan rápido. Por un instante sus labios estuvieron a centímetros de los míos, entrecerré los ojos, lista para besar sus labios, pero se desvió a mi mejilla.
—Te veo mañana, Adri —me susurró en el oído.
Se apartó y me sonrió.
—Hasta mañana —le dije confundida. EN serio pensé que me besaría. EL muy tonto… Creo que sabía que esperaba que me besara.
—¡Mamá, vendré mañana! —dijo desde la acera.
—¡Descansa, hijo! —le respondió mi tía desde su alcoba.
Se dirigió a su auto, antes de entrar blandeó el brazo sobre su cabeza, despidiéndose.
Cerré la puerta y me quedé ahí como tonta un instante.
Solo pude sonreír como tonta.

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