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 Por un momento soñamos (Capítulos del 07- 10)

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franckpalaciosgrimaldo
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Por un momento soñamos (Capítulos del 07- 10) Empty
MensajeTema: Por un momento soñamos (Capítulos del 07- 10)   Por un momento soñamos (Capítulos del 07- 10) Icon_minitimeDom Abr 05, 2020 4:10 am

Capítulo 07: El café
Me tardé mas de la cuenta en encontrar algo que ponerme.
Finalmente creo que quedé decente, me peine un poco y me maquille lo mejor que pude. Me sentía muy emocionada, sabía que solo era mi primo, pero me emocionaba salir u rato con el por ahí, conversar, dar la vuelta. Sabía que con él la pasaría muy bien.
Me esperó en el primer piso. Le dije a mi tía que volvía al rato, sonrió y me dio las llaves.
Bajé al primer piso, Daniel estaba al lado de a puerta. Me estaba esperando.
Cuando me vio sonrió, con esa dulce mirada.
Se acercó al balaustre y me dio una mano, para ayudarme a bajar.
Yo le alargué la mano y me dejé llevar.
—Estas muy linda, Adri. ¿Acaso has venido a romper corazones a Salta Laura? —me dijo divertido.
Bajé la mirada algo avergonzada, tratando de no sonrojarme una vez más.
—¿Qué hablas? Solo me arregle un poco.
—Pues estas muy linda. —sonrió.
Soltó mi mano y se acercó a la puerta.
—¡Madre, volvemos mas luego!
—¡Vayan con cuidado, chicos!
—Te traeré pastel! —le dijo. Volvió hacia mi—. Adelante —Me invitó a salir.
Asentí y salí de la casa. El fue tras de mí.
Nos dirigimos calle abajo, en dirección a la plaza.
Me preguntó que había hecho estos días que no nos habíamos visto, le conté; luego le hice la misma pregunta, me contó que había estado muy ocupado, que había tenido algunos problemas en la fábrica, pero que pudo solucionarlos.
Me contó acerca de unos negocios que esta por firmar con una distribuidora en Catalina central, que estaba muy emocionado por ese negocio. Me alegraba saber que le estaba yendo muy bien.
—¿Te gusta el café? —me preguntó mientras caminábamos por la calle.
Estábamos cerca de la cafetería, a unas calles a la espalda del mercado del pueblo, cerca de un pequeño parque.
—Si. Si me gusta, tengo una cafetera. Obvio… No es lo mismo.
Daniel sonrió.
—Que bueno. Había olvidado preguntarte. A Cecilia no le gusta, por ejemplo.
—¿En serio? —dije volviendo a verlo.
El asintió.
—En serio. Dice que le quita el sueño y le da dolor de cabeza. Ya quisiera yo una cafetera.
—Pues ya se que regalarte para tu cumpleaños —sonreí.
Lo hice reír.
—Graciosa… Pero no es mala idea. Aquí es, en la equina.
Café Mi dulce sabor, un bonito lugar, decorado rustico y clásico.
Me invitó a pasar y nos dirigimos a un rincón, ahí había una mesita para dos. Tomamos asiento. En la mesa había un menú, no solo vendían una buena variedad de bebidas calientes, sino también pasteles.
Tomó el menú y lo revisó con detalle.
—Creo que pediré lo de siempre. Un mocaccino. ¿Tu? —Me acercó el menú—. ¿Cuál te llama la atención? —Me sonrió.
Tomé el menú y lo revisé.
La verdad no había probado muchos cafés, el mocaccino si lo probé alguna vez y era de máquina. Mi cafetera no prepara esas variedades.
—Un capuchino —le dije—. No he probado ese nunca.
—¿En serio? Es buenísima.
Levantó la mano y llamó a la mesera. La joven se acercó amablemente y tomó la orden.
—¿Quiénes algo mas? —me preguntó—. ¿Un sándwich? Venden pastelillos, no sé.
—¿Qué pedirás tu?
—Aun no sé.
—Pues vemos más luego.
—Me parece correcto.
—Daniel. ¿te puedo pedir algo? —dice algo avergonzada.
—Dime. ¿Qué deseas? —Sonrió.
—Lo que pasa es que… mi amiga, mi mejor amiga, soledad, quiere conocerte. ¿Crees que le pueda mandar una foto?
—Una foto —Sonrió—. Claro. Acércate y nos la tomamos juntos.
Había pensado en tomársela a él, pero una juntos era mucho mejor. Me daba algo de vergüenza pedirle una juntos. Cogí mi celular del bolsillo y coloqué la cámara. Me levanté de la silla y me acerqué a él.
Daniel rodeó con sus brazos mi cuerpo, con delicadeza; me puse un poco nerviosa, pero no me sonrojé. Me gustó esa acción. Lo sentí tierno. Alargue el brazo con el teléfono y tome una fotografía.
—A ver déjame ver —me dijo—. Salimos bien. ¿Tu que opinas? ¿Otra o te gusta esta?
—Me encanta. Salimos muy bien —le dije sonriendo.
Volví a mi asiento.
—Me la tienes que pasar.
—¿La quieres? —pregunte sorprendida.
—Pues claro. Es un lindo recuerdo. No tenemos muchas desde que éramos niños.
—Es verdad. ¿Me das tu número? ¿O te lo envió a alguna red social?
—No uso redes sociales. No tengo mucho tiempo. Pero mi número si ye lo doy. Respondo siempre ahí, puedes escribirme cuando lo desees. Apuntalo.
—Claro.
Me dio su número y lo agregué a mis contactos, rápidamente le envié la fotografía.
—Que linda foto —comentó con una sonrisa.
Me quedé en silencio mirando su cara de tonto mirando la foto.
Luego levantó la mirada y la posó en mí y me sonrió. Nos quedamos en silencio un instante, luego comencé a sonrojarme y volví la mirada.
—Mamá me dijo que conociste a Cecilia hoy —dijo finalmente. Asentí, traté mantener la sonrisa—. ¿Qué te pareció?
Me encogí de hombros, no le mantuve la mirada, la fijé en mi teléfono.
—Es una linda chica —dije.
—Lo es. Lo es —respondió—. Que bueno que te cayó bien. Mamá la quiere mucho.
Levanté la mirada.
—Eso me doy cuenta. Parece que Cecilia también aprecia mucho a tu mamá.
—Si. Siempre va a visitarla. Se llevan bastante bien. —Sonrió.
Por un instante nos quedamos en silencio.
—Y cuéntame, Adri —me dijo—, ¿Qué tal es la gran ciudad? Hace mucho que no voy a Catalina. He ido unas veces para firmar algunos contratos y comprar algunas maquinas, más no. Mas de dos días nunca he estado. ¿Me pierdo de mucho?
Sonreí.
—No, en realidad no. Bueno, hay algunas cosas que en provincia no, como los grandes almacenes, los super mercados, aeropuertos, universidades.
—Bueno, es verdad; aunque en provincia no solo hay pueblos, también hay ciudades aquí cerca, aunque no como Catalina debo aceptar.
—Si. Pero lo que no hay en la ciudad y aquí si es este aire de paz que se respira. ¿Solo somos los foráneos? —pregunté.
Sonrió.
—No, no solo son los que vienen de lejos; aquí en provincia se siente esa paz. La naturaleza, hay menos contaminación la gente es mas simple. Es un buen lugar para vivir, pero siempre y cuando te adaptes al ritmo lento y repetitivo.
—¿No vivirías en la ciudad? —le pregunté.
—No es que no viviría, he ido algunas veces, y es verdad que es muy estresante, pero también es verdad que las oportunidades allá son más grandes; quizá desde un punto de vista de negocios, pero me gusta mas esta tranquilidad que hay aquí. Aparte tengo toda mi vida aquí. Es como tu…
—¿Yo?
—Si. ¿Vendrías a vivir aquí? Es decir… Conseguir un trabajo en el hospital del pueblo, quedarte aquí formar una vida, desarrollarte, comprar una casa, etc.
En aquel momento me hubiera sido sencillo decir que sí.
La verdad es que Santa Laura tenia un encanto especial que siempre me hacía sentir tranquila. Tenia muchos recuerdos lindos ahí, pero en términos reales estaba muy acostumbrada a la ciudad. Tenia mis amigos allá, tenia a mi familia allá, mi trabajo, mis planes; aunque aquí… había algo que me hacía pensar que no era mala idea comenzar aquí.
No tuve que responder.
La joven mesera volvía con nuestras órdenes.
El tema quedó perdido en la conversación.
La joven dejó las ordenes y preguntó si deseábamos algo más. Mi primo negó con la cabeza y yo también, luego agregó: “Le llamamos”. La joven se retiró.
—Prueba. Dime si no es el mejor café de todo el mundo.
No era por ser patera o condescendiente, realmente era un muy buen café. No había probado algo así, era fuerte, pero dulce y muy sabroso.
—Esta delicioso, Daniel.
—Prueba el mío —me dijo.
Cogió un poco en la pequeña cucharilla y la acercó a mis labios.
Probé y estaba muy delicioso también. Por un momento casi me pongo colorada, pues el había privado ya con sus labios la cuchara. Si que me sentía como una tonta.
—¿Esta bueno? —preguntó sonriéndome.
—Mjm… —respondí probando—. ¿Quieres probar el mío?
—Claro.
Hice lo mismo. Le di en la boca. Fue rarísimo. Andrés nunca dejó que hiciera eso con él. A mí me parecía tierno. Sonreí como tonta mientras saboreaba.
—Esta muy rico. Gracias.
—Gracias a ti, Daniel.
Me sonrió.
—Cuéntame —me dijo—, ¿Qué tal el libro? ¿De verdad te está gustando?
—Si. Sí, es muy bueno. Nunca pensé que te gustarían esas novelas tan románticas.
—¿Ah sí? Pues soy muy romántico, aunque no parezca.
—¿Lo eres?
—Creo que si —me respondió sonriendo—. ¿Tu lo eres?
—Yo… Pues creo que sí.
La verdad era que siempre he sido muy romántica. Cuando estuve con Andrés era yo quien preparaba las celebraciones de los meses, de los cumpleaños. Andrés no era de ser muy detallista con eso momentos. Miento. En el comienzo de la relación si lo hacía, es decir, me llevaba a comer y a pasear, alguna vez me regaló algún peluche o alguna prenda; pero nunca fue de preparar algo que se considere romántico como tal. Recuerdo que era yo quien llamaba para separar las mesas en los restaurantes cada aniversario y muchas veces adornaba con globos y velas la casa. Andrés nunca tuvo esa iniciativa.
Es por esa razón que me dolió mucho cuando me enteré que por su nueva pareja había contratado un servicio de entrega de flores y se lo había enviado a su trabajo. Incluso que había preparado una sorpresa en su apartamento, llenándolo de velas y flores, globos. La chica lo había publicado en sus redes sociales. Y eso que solo tenías tres o cuatro meses entonces. De verdad fue duro aceptar que con ella si tenia esos detalles. Ya no importa. No quiero recordar.
Supongo que yo nunca desperté en el esos detalles.
—Es decir —continué— no es que sea de las que llora con las películas o se apasiona, pero creo que si vivo el romance cuando estoy enamorada. Me dejo llevar por eso… No lo sé.
—Son las cosas que hacemos cuando estamos enamorados. Cuando crees en el amor es así. ¿nunca han hecho alguna locura por ti? ¿o tu por alguien?
—En algún momento sí —respondí.
—¿Qué hiciste? —me preguntó con una sonrisa.
No quería recordar, pero tampoco podía mostrarme frágil, a pesar que me dolía un poco traer al presente esos recuerdos.
—Recuerdo que qué Andrés, mi ex, tuvo que viajar por trabajo, justo en esos meses cumplíamos un año más, cumplíamos cinco, así que lo que hice fue viajar desde Catalina hasta Lomas, cinco horas en avión, para darle una sorpresa en su hotel.
—Que bonito. Es algo que uno valora. Estoy seguro que le gustó.
Asentí tratando de sonreír.
La realidad es que lo primero que me dijo cuando me vio en su habitación con las flores, los globos y mis regalos fue: “¿Cómo entraste? ¿Qué haces aquí?”. Le explique que quería darle una sorpresa, y me dijo: “Sabes que no me gustan las sorpresas”, siempre me decía lo mismo y siempre pensé que era por que era reservado, no por que le interesaba un pito lo que yo hiciera por él. Creo que ahí debí darme cuenta de que Andrés no me valoraba, fui una estúpida.
—Yo —dijo Daniel— no soy mucho de hacer esas sorpresas a esa escala, la verdad es que me cuesta un poco, soy muy vergonzoso; pero me las arregló. Aprendí a tocar guitarra —sonrió mientras bebía un sorbo de su taza de mocaccino—. No fue nada fácil.
—Eso es lindo. La enamoraste dedicándole alguna canción.
—No. Aprendí después, después de que ya estuviéramos enamorados. Solo por…
—Por darle una sorpresa —completé yo.
Asintió.
Fue extraño, vi una sonrisa en sus labios, pero no la vi en sus ojos. Fue extraño.
—Al igual que tu soy muy exacto con las fechas —continuó Daniel—. Me gusta recordar esos momentos. Presentarme con un detalle, no lo sé, no tiene que ser algo tan grande.
—Es verdad. A veces con un simple… abrazo o un beso que no te esperas.
—Si. Es cierto.
Sonreímos como tontos.
—Somos unos románticos —dijo Daniel y sonrió nuevamente.
—El libro habla justamente de eso, del amor real, como cuando nace no se va tan fácil. Aunque algo me dice que no terminara precisamente con un felices para siempre —comenté y bebí de mi taza.
—No te diré como termina, pero el libro muestra justamente como cuando el amor es verdadero, basta que haya nacido un verano, dura para siempre. A pensar que algunas veces amas a alguien por mucho tiempo, si no es el verdadero… Termina.
Asentí. No pude evitar suspirar.
—Tienes mucha razón. ¿Antes de Cecilia… te habías enamorado? —le pregunté.
—Pues salí con algunas chicas antes de estar con ella, pero nunca maduró realmente. Creo que no lo tomaban muy en serio.
—¿Ellas?
Sonrió algo avergonzado.
—Si. Si, suena raro, pero yo siempre me he tomado en serio una relación. No me malinterpretes, no soy de los que se enamora rápido; pero si comienzo una relación con alguien, o me gusta alguien, comenzamos a salir y así, me gusta respetar, tu entiendes.
—¿O Sea no sales con alguien más? A eso te estas…
—Así es. Pero algunas de mis relaciones no pensaban así, entonces no tenía sentido seguir con alguien que no le pone el mismo interés. A mí me engañaron, ¿sabes?
—¿En serio? —No esperaba que dijera eso.
¿Quién podría engañar a un chico tan lindo y con tan buen corazón?
—Si. No me da vergüenza decirlo —continuó—. Fue hace mucho ya. Tendría yo veinticinco o ventaseis, ella era muy joven también, tenía veintitrés. No la disculpa la edad, pero quizá no era para mí y quizá me tome demasiado en serio algo que no era para tanto.
—No. Jamás engañar es una respuesta. Creo que esa chica era una tonta.
Daniel sonrió.
—Quizá sí. No lo sé. La verdad es que en su momento me fastidió bastante. Por mucho tiempo no quise salir con nadie, me dediqué a estudiar y a trabajar.
—Y apareció Cecilia.
—Así es. Cuando llego al pueblo para remplazar a una maestra que enfermó. Un día nos cruzamos en la plaza, me preguntó sobre donde podría comprar materiales, era nueva, y la llevé al bazar. Nos llevamos bien, me dijo donde trabajaba, le conté de mí, nos hicimos amigos y… algunas semanas después comenzamos a salir.
—Ella no es de aquí entonces.
—Ella es de Catalina del sur. Cuando voy a la ciudad me quedo en casa de sus padres. Son muy buena personas.
—Ya veo.
—¿Y tú? —me preguntó.
—Yo… que —sonreí nerviosa.
—¿Te has enamorado de verdad? Así como en las novelas.
—Pues sí, me he enamorado. Estuve en una relación por cinco años y poco más. Si estaba enamorada. Pero creo que el no —sonreí con tristeza y bebí un sorbo de mi capuccino—. Es una larga historia. Pero si estaba enamorada.
—¿Antes de él? —preguntó bebiendo de su taza.
—Antes de él…
Antes de él en realidad nunca me había sentido enamorada a ese nivel. No fue mi prime novio, en la universidad había salido algunos meses con otros chicos, dos para ser exacta, pero no me había enamorado tan fuertemente como me pasó con Andrés.
—…Pues —continué— Creo que no. Creo que fue con quien mas experiencias viví. Eso marca, tu entiendes. Creo que con el descubrí lo que era el amor, sentirlo me refiero, vivimos juntos, compramos cosas juntos. Tu me entiendes. La convivencia suele fortalecer los vínculos, o los destruye.
Mi primo asintió, estaba serio esta vez, me estaba oyendo con mucha atención.
—Convivieron… entonces era bastante serio.
—Me gusta pensar que sí. Pero pues se terminó y listo. Ya no importa si me enamore de verdad o no, fue solo una relación que… Quedó ahí. —Me encogí de hombros y traté de sonreír.
Daniel no dijo nada más solo asintió y cambió el tema. Creo que comprendió que era un tema delicado.
Continuamos conversando de cualquier cosa. De que nos gusta hacer en los ratos libres, hasta a donde nos gustaría viajar. Fue divertido. Terminamos los cafés y compró unos pasteles para llevarle a mi tía, me compro uno para mí también.
Salimos de la cafetería y le agradecí.
—No te preocupes, me alegra que te gustara.
—Estaba delicioso, Daniel.
Me sonrió y me acercó el brazo, lo colocó en jarra. Me sonrojé. Quería que me enganchara a él, para avanzar juntos. No supe que hacer en primera instancia, luego vi su linda sonrisa, esos ojos tiernos y no pude evitar cogerme de su brazo.
—Vamos —me dijo.
Asentí y caminamos del brazo hasta llegar a casa de mi tía.
Por instantes la gente nos miraba y nos sonreía, juro que me sentía rara. Hacia mucho que no caminaba así con un chico. Me hacia sentir… Protegida. Querida. A la vez me sentía algo confundida. Era mi primo. Ese tonto que se burlaba de mí y me hacía bromas, pero que siempre me cuidaba de pequeña. Es mi primo. Solo me estaba mostrando su cariño. ¿O era algo más? No. No pensare esas cosas.
Llegamos a la puerta.
Solo ahí nos soltamos con delicadeza y me dio la bolsa de pasteles.
—Vaya se nos pasó el tiempo —dijo mirando su reloj—. Son las ocho ya. Debes estar cansada.
—No. El pase muy bien, Daniel. Gracias.
—No agradezcas. —Me miró a los ojos y se quedó en silencio. Me sonrió—. Me gustar estar contigo.
Diablos, el calor se me subía al rostro con cada cosa que dice este tonto, me gustaba que me dijera eso, pero me hacía sonrojar.
—A mi… A mi igual, Daniel —le dije.
—Me quedaría mas tiempo, en serio. Pero debo…—hizo un gesto con la mano señalando tras él.
—Entiendo. Cecilia te espera.
Frunció y ceño y luego sonrió. Asintió.
—Si. sí… ella me espera. Debo volver, aparte tengo que terminar unos documentos.
—¡Uy! No quise entretenerte.
—No. No. Para nada, me gustó conversar contigo.
Se inclinó hacia mi y me dio un beso en la mejilla. Se sintió muy lindo.
—¿Vienes mañana para almorzar? —le pregunte.
—Mañana… No. Saldré un poco más tarde del trabajo. Tengo que ir a hacer unos papeleos al ayuntamiento. Pero te veré el viernes. ¿Quieres ir al lago? —me preguntó.
—Si. Hace mucho que no voy.
—Yo tampoco.
—¿En serio?
Asintió.
—Es el problema de ser adultos. Muchas responsabilidades.
—Es verdad. Todo era más simple antes.
Nos quedamos en silencio unos segundos, pensando.
—Entonces así quedamos, Adri. Nos vemos el viernes. Cuida a mamá, la llamaré mañana. —Se alejó unos pasos de espalda—. Te escribiré ahora que tengo tu número.
—Claro. Te molestare por ahí también.
—¡Perfecto! —Me dijo de la esquina—. ¡Descansa!
Entré a casa. Mi tía estaba durmiendo ya, preferí no despertarla.
Guardé los pasteles en el refrigerador y subí a mi habitación. En ningún momento se me borro la cara de tonta y la sonrisita que tenía mientras recordaba lo bien que la pase con Daniel.
Una vez en mi habitación me senté en la cama y revisé la fotografía.
Salíamos muy lindos. Me encantaba la fotografía.
Entonces me llegó un mensaje de texto.
“Que descanses, Adri. El pase bien conversando contigo. Un brazo”. Me sorprendió, pero me gustó. “Gracias a ti, Daniel, estuvo delicioso el café. No te quedes muy tarde. Descansa también”, le respondí. Dejé el celular en la mesa de noche mientras me cambiaba y no pasaron muchos minutos y me escribió nuevamente. “Son solo unos papeles que debo firmar y revisar, me iré a dormir en unos cuantos minutos. ¿También tu?”, preguntó. Respondí rápidamente: “Pensaba en leer un poco antes de dormir, está muy bueno el libro”.
Me puse mi pijama y me lavé los dientes.
Cuando regresé a la cama y me senté me llegó un nuevo mensaje.
“No he podido leer el que me recomendaste, disculpa”.
“No, no te disculpes. Has estado ocupado. Yo tengo más tiempo que tu para leer, es todo”, respondí.
“El fin de semana podré leerlo seguramente, de verdad me llama la atención. Y si me lo recomendaste tu debe ser increíble”. Era muy tierno incluso al escribirme.
Tarde unos segundos en responder.
“Eres muy lindo conmigo, gracias, Daniel”, dudé si enviarlo. Finalmente lo envié.
Me respondió a los dos o tres minutos.
“No agradezcas. También eres muy linda conmigo. Ya quiero que sea viernes, hace mucho no vamos a la laguna”.
Me hizo sonreír.
“Igual yo. Tengo bonitos recuerdos ahí”.
“Te iré a buscar después de almorzar. ¿O prefieres que almorcemos allá?”, preguntó.
“Almorzamos allá, como en aquellos tiempos. ¿Recuerdas?”
“jajaja claro. Esta vez no dejaré que me robes lo mío. Estas advertida jajaja”.
Me hizo reír mucho. Cuando niña me gustaba quitarle parte de sus sándwiches.
“jajaja Prepararé suficiente entonces”. Respondí.
“Te dejo descansar prima. Te escribo mañana”.
“Descansa, Daniel. Un abrazo”
Esa noche leí unas pocas páginas, me fue difícil concentrarme. No podía dejar de pensar en Daniel. ¿Qué me estaba pasando? Estoy loca en serio que sí.

Capítulo 08: Una duda razonable
Fui al mercado la mañana siguiente, mi tía necesitaba algunas cosas. De regresó recibí una llamada de Soledad. Había recibido la fotografía que le envié de Daniel y yo.
Me explicó que anoche no pudo responder, había tenido un anoche agitada en el hospital. No me sorprendió, le tocaba guardia.
—Es muy lindo —me dijo—. Es bastante atractivo.
—Lo es. Lo veré mañana. Iremos al lago.
—Que bueno. Se ve que la estas pasando bien.
—En serio que sí. No se como describir lo que siento. Pero me emociona mucho verlo.
—Pues ten cuidado con eso. Ya sabes a que me refiero —me dijo.
—Es mi primo, no se me olvida, Soledad.
—Lo sé. Pero te conozco, se que te gusta que te pongan atención y se que siempre te ha gustado tu primo. Ahora que estas nuevamente con él y por lo que me dices parece que a él también le gusta mucho pasar tiempo contigo. Solo no quiero que vayas a ilusionarte o algo así.
—¿Ilusionarme? No. Es mi primo. No negaré que me parece muy atractivo, pero…
Me quede en silencio. No estaba segura de como describirlo. Como explicar lo que estaba sintiendo.
—Está casado —continuó Soledad—. Aparte… ¿Ves algo especial en como te trata? Quizá sea su forma de ser. No lo conoces realmente. Recuerda que han pasado años. Ya no son esos niños de antes. Ahora son un hombre y una mujer.
—Lo sé. Tampoco hables como si estuviera enamorada. Solo estoy pasándola bien y pues he vuelto a sentir cosas que hace mucho no pasaban por mi mente, es lindo que un chico te trate así. Me ayuda a darme cuenta que tan poco me valoraba Andrés; quien por cierto mañana es su gran día. Lo había olvidado.
—Pues… no se si contarte —me dijo.
—¿Qué cosa?
—Pues… Se pospuso.
Me detuve en la esquina.
—¿Qué me estas contando? —le dije incrédula.
—Pues eso. Me enteré ayer. No te iba a decir nada; pero ya que tocaste el tema.
—¿Sabes la razón?
—No. ¿Recuerdas a Milena Solier?
—Claro, es amiga de Andrés.
—Pues me hablo a veces con ella. Me comentó que se pospuso el matrimonio, pero no me dijo por qué. Solo estaba renegando por que se había alquilado un vestido y quería utilizarlo. Siempre ella pensando en los demás…
—Vaya. No diré que me alegro.
—¿En serio?  Pues sí. Que mas da. Ya lo daba por casado y pues… Seguro algo debió pasar. La verdad no importa.
—Pues sí, me alegra que no le des importancia. Además, tienes otras cosas en que pensar.
Sonreí. Continué caminando de vuelta a la casa.
—Pues sí. Mientras esté aquí quiero olvidarme de todo. Estaba en dudas al comienzo, de si serviría, pero me ha hecho muy bien. Me siento… Tranquila.
—Me alegro, Adriana. Se que estas vacaciones cortas te harán volver renovada.
—Gracias, linda.  ¿Tu como estas?
—Estresada. Cuando vuelvas creo que la que se irá soy yo. Aunque yo no tengo un primo así de guapo ni joven —se rio.
Yo reí también.
—Me escribió temprano. Anoche también nos escribimos.
—¿Ah sí? ¿Qué te puso?
—Me dio los buenos días. Me deseó que pase un lindo día.
—Es muy lindo. Aunque ¿no te parece extraño? ¿En serio no te parece raro? Si me dijeras que es el hijo de la vecina pensaría que le gustas y mucho.
—Pero es mi primo —sonreí—. ¿Y que mas da si le gusto?
Soledad rio también.
—¡Lo ves! En el fondo, ni tan fondo, quieres pensar eso. Tiene esposa, Adriana. ¿Qué no te importa eso?
—No es que no me importe. Es solo que no va a pasar nada. Solo… Nos llevamos bien y pues el es muy lindo y amable conmigo. Y me coy a ir en una semana más. Creo que a él también le traigo buenos recuerdos de la infancia, por eso…
—No lo sé. Pero pues quizá tengas razón y estoy exagerando. Pero si fuera soltero… poco importaría si fuera mi primo, es muy atractivo —rio Soledad.
Me hizo reír.
—Pero es casado. Aparte parece muy enamorado; y tu sabes que en estos momentos no puedo abrir mi corazón a nadie. Mucho menos a algo tan imposible. Cuando era niña pues era bonito pensar en que le guste también yo, pero era una niña; no sabia lo complejo que era eso. Hoy pues entiendo que es imposible.
—Pues son amores del pasado, amores de niños. No significan nada, mas que un bonito recuerdo.
—Siempre me he preguntado si el sentía lo mismo.
—Pregúntale.
—No. Que vergüenza. Pensara que soy una loca. Además, en todo caso todo esta en mi cabeza, solo me estoy dejando llevar un poco. Yo soy muy consciente de que es mi primo, que está casado y pues… que han sido semanas complicadas para mí. A veces aun pienso en Andrés. Antes me dolía, ahora me doy cuenta lo tonta que fui todo ese tiempo.
—Te comprendo, nena. Como te dije, me alegra que te este sirviendo estos días fiera de todo. En serio cuando vuelvas creo que me iré yo —rio.
Reímos.
—Bueno, iré a alistarme —me dijo—, tengo que ir a trabajar, me toca turno mañana.
—Hablamos más noche, Soledad.
—Mándale mis saludos al primo.
Cortamos.
Me quedé pensando en lo que me había dicho acerca de Andrés y de su matrimonio.
Si alguien podría darme algo de información esa podría ser la hermana de Andrés. Se que no debía hacerlo, pero el resto del día me comía la curiosidad. Sofia y yo siempre nos habíamos llevado bien, tenia entendido que ella no estaba muy de acuerdo con la nueva relación de su hermano; aunque en los últimos meses había estado colaborando con los preparativos, eso me enteré tiempo atrás, no la juzgue pues yo ya no formaba parte de esa familia. Aparte de todo se que lo hacia por su hermano. Creo que podría llamarle y preguntar un poco, se que ella no me tomara por una loca.
Esa tarde luego de almorzar y de meditarlo un poco me atreví a llamar a mi ex cuñada.
—Hola, Adriana —saludó—. ¿Y ese milagro? No me llamabas desde hace varios meses. Pensé que estaba enfadada conmigo.
—No. Nada de eso, es solo que he estado un poco ocupada. El trabajo. Ya sabes. ¿Puedes hablar? —pregunté.
—Si. Estoy libre, estoy en el campus de la universidad. ¿Como estas? ¿Qué sucede? Seguramente ya te enteraste.
—Creo que sí —respondí.
—¿Quién te dijo?
—No importa ¿o sí?
—No, la verdad no. Bueno efectivamente se pospuso la boda.
—Eso quiere decir que se dará de todas maneras… —aclaré
—Es un decir. La verdad no estoy segura.
—¿Qué es lo que pasó?
—Es que ese es el problema: no se realmente que sucedió. Solo te diré que fue ella quien pidió que se postergara. Y no fue por alguna emergía o algo así. No sé nada más, Adriana.
—Es extraño. Pensé que estaba muy enamorada.
—Si. Mi hermano no dijo nada. Solo estaba muy preocupado llamando y avisando por correo que se ha postergado la ceremonia; pero no me dijo para cuándo.
—Pues no te mentiré tenia mucha curiosidad de saber que sucedió.
—Pues es lo único que te puedo decir, Adriana. Aunque quizá pueda averiguar algo en estos días. Mamá me dijo que posiblemente se haya cambiado la fecha para dentro de un mes más, por que ya sabes como son las reservas de la iglesia.
—Lo sé. Lo sé. Pero no te preocupes, solo era algo de curiosidad.
—¿Y tu como esas? ¿Estas bien? —me preguntó—. Ya no estas enfadada conmigo.
—Nunca estuve enfadada contigo —sonreí.
—Pensé que sí.
—No. No te preocupes. Seguimos siendo amigas, pero como comprenderás no podrá ser como antes. Pero siempre seremos amigas, Sofía.
—Eso me alegra. Quizá nos podamos ver para almorzar un día de estos. ¿Sigues en el Hospital Central de Catalina?
—Si. Ahorita no estoy en la ciudad, pero cuando vuelva te invitare a comer.
—Me parece genial. ¿Estás de vacaciones?
—Si. vine a Santa Laura, donde mi tía. Estaré una semana más al menos.
—Que bueno. Pásala bonito, Adriana.
—Gracias, linda. Y gracias por la información. No me alegro de lo que sucedió, debió ser duro para ellos.
—Bueno, a veces el karma existe —me dijo.
—Lo dijiste tú, Sofía. Lo dijiste tu.
Cortamos.
En realidad, no me alegraba lo que había sucedido; pero como dijo la hermana de Andrés, el karma existe. Yo sabía que ella estaba muy ilusionada con casarse, debió haber sucedido algo realmente fuerte e importante para que ella decida postergarlo. Decidí ya no pensar eso. No ganaba nada.



Capítulo 09: Recuerdos
Esa noche luego de ayudar a mi tía con algunos ejercicios para sus piernas y darle sus medicamentos, le frote un poco las piernas y conversábamos.
Me contaba un poco sobre lo que quería a ver al recuperarse y sobre cuanto extrañaba salir. Resulta que ha sido siempre una mujer bastante activa. Y que le gustaba ir a la plaza y pasear en las tardes por el parque mayor. Me contaba que es difícil vivir sola en esta casa tan enorme.  Me comentó que había hablado con papá para vender la casa de los abuelos e invertir el dinero en la vitivinícola, comprar una casa mas pequeña y vivir ella ahí. Pero resulta que papá es muy nostálgico y se niega a que la casa de la abuela se venda.
—Hablé con tu mamá, hija —me dijo.
—¿Ah sí? Pregunto por mi seguramente.
—Si. Le dije que estabas abajo leyendo. Que haz estado entretenida estos días. Que me has ayudado mucho.
—Si, hablamos ayer, me llamó poco antes de almorzar. Me dijo que te llamaría.
—¿Es verdad lo que me contó? ¿O quizá esta exagerando? —me dijo.
Levanté la mirada.
—¿Qué te dijo? —pregunté.
Mi tía se encogió de hombros.
—No quiero ser imprudente. Tu mamá segura me comentó eso pensando que yo sabía, pero no fue así. Tampoco quiero que creas que tu mamá tiene la lengua suelta, hija.
Ya me imaginaba que mamá le había contado a mi tía acerca de mi razón para viajar. Seguramente se le escapó, mamá a veces habla de más. No lo hace con intención, y pues entiendo que estaba preocupada por mí, en parte es culpa mía.
Cubrí las piernas de mi tía y me senté a los pies de su cama. Suspiré y le dije:
—Es verdad, tía. No vine necesariamente por unas vacaciones.
Mi tía asintió.
—Te entiendo, hija. Tu mamá no me dio detalles. Me explicó que estabas pasando por momentos difíciles y que estaba algo preocupada por ti. Luego me dijo que se debía…
—A mi ex pareja. Si es cierto. Se iba a casar hoy y no quería estar en Catalina.
Bajé la mirada ligeramente.
Mi tía colocó su mano sobre la mía.
—No tienes que contarme, no tienes que hablar de eso. Solo quería saber cómo estabas. Me preocupé un poco, hija.
Levanté la mirada y traté de sonreír.
—Esta bien tía. Ya no me duele tanto. La noticia de que se iba a casar me afectó, y por eso decidí dejar la ciudad un tiempo. No quiero que pienses que no quería venir, estoy muy feliz de estar aquí contigo. Pero pues una de las razones para venir, efectivamente, fue el matrimonio de mi ex.
—Dijiste que se iba a casar hoy… Eso quiere decir que no…
Asentí.
—No se casó. La novia pospuso la ceremonia. No me preguntes porque, yo misma no comprendo.
—¿Y como te sientes? —me preguntó acariciando mi mano.
—Tranquila. La verdad desde que llegue me he sentido bien, tía. No he pensado mucho en Andrés, ni en su boda. Creo que voy comprendiendo que ya pasó, no era para mí. ¿Verdad?
—Si. Así sucede a veces, hija. ¿Cuánto tiempo estuvieron?
—Casi seis años. Íbamos a casarnos. Creo que es por eso que me afectó tanto cuando me enteré. —Suspiré—. Seis años, ellos se iban a casar en menos de dos.
—Bueno, algo ahí no salió como esperaban. Pero pues… por algo pasan las cosas. Si se enamoró tan rápido de otra mujer, quizá es que no era para ti.
—No fue tan rápido.
—¿Qué quieres decir?
—Pues me engañó con ella casi el último año de relación.
—Lo lamento… —me dijo sorprendida—. No tenemos que hablar de esto.
—Creo que sí, tía. La ultima vez que lo hablé, la verdad me dolió mucho, ahora me siento mucho mejor. No he vuelto a tocar el tema desde entonces.
—Bueno, si crees que debes contarme. A veces es bueno hablar estas cosas.
Asentí.
—Si. Ya no duele como antes.
—¿Y que paso entonces? ¿Cómo descubriste…? —preguntó mi tía.
—Se conocieron en el trabajo. Ella era nueva y le tocó a el darla la inducción a la empresa, el es administrador en una cadena de tiendas, ella llegó y pues hasta ahí no hubo problemas; incluso el me contó que era nueva la chica y que le costaba aprender algunos programas que utilizaban, etc. En esas fechas ya estábamos pensando en casarnos, incluso habíamos abierto una cuenta para ir ahorrando para ese día. Queríamos que fuera algo grande, bonito. Teníamos cuatro años de relación entonces, suficiente para saber si estaríamos juntos.
Mi tía me escuchaba y asentía levemente. Me ponía atención.
Continué.
—Poco a poco me comenzó a hablar más de ella, se habían hecho amigos. Yo nunca fui celosa con él, me sentía muy segura de lo que sentía. Creo que ese fue mi error ahora.
—No. Claro que no —me dijo mi tía acariciando mi rostro—. No es culpa tuya. Uno no puede controlar a las personas. Son como son.
Sonreí, asentí y continúe.
—Nunca fui celosa, nunca le dije nada. Estaba convencida de que éramos una buena pareja; creo que no vi que la realidad era otra, pues el me terminó engañando. Lo peor de todo es que si hubiera sido un poco más… No sé cómo decirlo, quizá… Menos tonta, creo que me hubiera dado cuenta que el ya no me amaba. El desde muchos años antes que apareciera ella ya no me trataba bien; es decir, no me maltrataba ni peleábamos, pero ya no era detallista, parecía como que le diera igual estar conmigo y yo siempre trataba de ser cariñosa, detallista. Llegue a pensar que así era el amor, que así era el amor con él. Como dijo mamá, tal vez me aferraba a pensar que estaba bien.
—A veces pasa, hija, nos acostumbramos… Eso no es amor.
—No lo era, no lo era más. Yo no lo vi, insistía. Esos años el fue bastante distante, pero lo veo recién ahora. Cuando lo descubrí, cuando descubrí su infidelidad, fue horrible, tía. Lo peor es que fue una completa casualidad. Hasta el día de hoy seguiría con el de no haber sido por que olvidé un documento en el departamento. Tuve que regresar, el estaba durmiendo, no me escuchó entrar. Cuando fui a la sala a coger lo que olvidé, escuché que su celular sonó y el respondió desde la alcoba. Ahí escuche toda su conversación.
—Me imagino, hija. Ese tipo debe ser un idiota. Mira que hacerle algo así a una chica tan buena como tú. Ya no vale la pena recordar esas cosas.
—Es lo que me dicen todos. Pero es difícil, era más difícil antes incluso, tía. Me fui del departamento en silencio, en shock. Falte al trabajo ese día, fui directamente a casa de mamá. Llore todo el día en sus brazos, como una niña.
No le di mas detalles a mi tía. Pero fue un drama total en mi departamento.
Entre a la habitación, y lo encaré. Le dije que era un hijo de puta, le lance el televisor, rompí las cosas que tuve a mi alcance; me desesperé, lo golpee, lo arañé. Me quise tirar de la ventana de la habitación incluso. Me desconocí; incluso hay detalles que no recuerdo, solo se que salí de ahí en lágrimas, desperada; en un parpadeo, realmente en un parpadeo, recuerdo haber llegado a casa de mamá.
Le conté todo lo que escuché en esa conversación. El le decía tantas cosas, tantas cosas lindas, de amor. El estaba enamorado de ella, sin duda. Andrés no me dijo nada después de ese momento. Simplemente cuando volví al apartamento, el ya no estaba. Había cogidos sus cosas y se había ido. Sin más. Soledad se quedó conmigo varias semanas, temía por mí; de verdad estaba como loca, lloraba todos los días, bebía, tomaba pastillas para dormir, deje de comer, de salir. Solo quería dormir y morirme. Gracias a Dios no perdí el trabajo, pues Soledad convenció al supervisor de darme unos días, le contó que estaba mal, y como era amigo nuestro me cubrió. Hizo pasar mis faltas como vacaciones.
Solo he hablado con él dos veces desde ese día. Me llamó para insultarme, decirme que era una loca, que deje de escribirle a su pareja, a su nueva pareja, y que no me acerque a ella nunca más. Así es, en algún momento de mi depresión, rabia, desesperación, me aparecí donde la chica vivía. Intenté hablar con ella. Pero ella me vio y se fue, no me dijo nada, se asustó. Yo solo quería que me explicara que pasó. Pues el no lo haría. Quería saber por qué me hicieron eso.
La segunda vez que hablé con el fue cuando me escribió, para decirme que no este hablándole con su mamá ni a su hermana; no hablamos como tal, pero es lo mismo. Me bloqueo de su teléfono, no pude llamarle ni pedirle explicaciones, es lo que más me jodía. No sabía nada de su boca. No me explicó. Solo podía pensar que nunca me amó o que el amor se le acabó. Por que yo lo seguía amando, aunque quería matarlo.
Poco después de eso me enteré que ella también había engañado a su pareja con Andrés. Me contacte con el chico. Me contó que ella también había estado muy rara los últimos meses, que llegaba tarde y que estaba misteriosa y distante; pero que finalmente ella terminó con él, así de la nada y sin más. Tampoco le dio más explicaciones. Pocos días después estaba ya con Andrés y entonces comenzó a investigar.
Me hablaba mucho con él chico en esos tiempos. El ex de la nueva pareja de Andrés. Soledad pensaba que era una estupidez, que era malo para mi mantener esa comunicación, pero yo solo quería saber que pasó, por qué. Ella me insistía que no debía hacerlo, pues el chico y yo estábamos muy dolidos aun y ninguno de los dos parecía querer olvidar, siempre terminábamos hablando mierda de esos dos malditos. Con mucha razón. Al final mi amiga tenía razón, no me siento orgullosa de lo que pasó con él poco después; no disminuyó el dolor que sentía, solo me hizo sentir sucia y peor que antes. No volvimos hablar después de eso.
Mi tía me presionó la mano.
Ya no me preguntó más.
Le pedí como favor que no vaya a mencionarle nada a Daniel, pues no quería que sintiera lastima o algo así. Bastaba con que sepa que estaba sola hace un buen tiempo. Mi tía me dijo que estuviera tranquila, que son cosas de mujeres y que no pintaban nada ahí ellos.
Luego de eso me preparé un té y me fui a leer a mi habitación.
Mi primo y yo seguimos mensajeándonos esa noche.
Me preguntó que tal había pasado el día, le conté y el me contó a mí. También coordinamos sobre el paseo de mañana. Estaba muy emocionada por verlo y era evidente por sus mensajes que el también.
Esa noche antes de dormir no pude recordar un poco las palabras de Soledad acerca de mi primo. Me hacía pensar en que tal ves solo sea yo la que esta viendo las cosas desde una perspectiva que no es la correcta.
No podía negar que me latía el corazón con cada mensaje.


Capítulo 10: El lago
Me desperté en la mañana muy temprano.
Encontré un mensaje de Daniel: “Te veo a las dos en la casa, ten un buen día. Saludos a mamá”, me hizo mantener una sonrisa toda la mañana.
Pregunté a mi tía sobre el platillo favorito de Daniel, me dijo que la pasta con pollo frito. Así que fui temprano al mercado a comprar lo necesario. También compre platos de cartón para poder llevar al lago, mi tía no tenía. Durante la mañana nos enviamos varios mensajes, el me preguntaba que hacía y yo le respondía lo que estaba haciendo, así de tontos; pero me hacían reír sus mensajes. Me contaba que estaba en la oficina de la fabrica firmando unos papeles y que tendría que ir a ver unas maquinas que estaban fallando y que luego de eso alrededor de las once estaría llegando al pueblo, debía hacer algunos papeleos rápidos en el ayuntamiento. No le pregunté más.
No almorcé, pues comería con el allá en el lago. Le di su almuerzo a mi tía y fui a alistarme. Me tomó mucho tiempo, quería verme linda. Me sentía bastante emocionada con la idea de arreglarme, que me viera.
Daniel llegó alrededor de la una con veinticinco. Yo seguía alistándome en mi habitación. Me saludó desde el pasillo y me preguntó si estaba lista, le respondí que salía en unos minutos. Fue a la habitación de mi tía y conversaron un poco. Yo me terminé de alistar y le di el alcance en la habitación de mi tía.
Me miró y me sonrió.
—Estas muy bella —me dijo.
—Gracias — respondí y sonreí como tonta otra vez.
Comenzaba a ser muy normal sonrojarme y mirarlo como tonta.
Se me quedó mirando unos segundos, como escudriñándome con la mirada. Yo solo sonreía algo avergonzada.
—No —dijo—, es en serio. ¿Verdad mamá? Mírala. Ha combinado esa sombra de los ojos con ese lindo vestido. Dime si no es para meterla en una cajita de cristal y lucirla como una muñequita.
Juro que me puse mas roja que nunca. No supe que responder, solo traté de ocultar mi sonrojo. Estoy seguro que no lo hice bien.
No podía recordar que alguien me hubiera dicho algo así. Me han dicho muchas cosas lindas en estos años, pero así, con esos ojos, con ese detalle de fijarse en lo que traía y en lo que me había costado cambiarme de roja y maquillarme. Dios mío no sé que me pasa. Pero cada instante era como si mi primo sin esforzarse me hace sentir tantas cosas.
Se puso de pie y se despidió de mi tía.
Se acercó a mi y me sonrió.
—¿Vamos? —me preguntó con su cara de tonto.
Asentí. Me despedí de mi tía y bajamos al primer piso.
Fui a la cocina y cogí una pequeña canasta que me prestó mi tía. En serio, tenia una canasta de día de campo, la misma que usábamos cuando niños. Había puesto ahí una botella de vino, el almuerzo y unas bebidas, un mantel, algo de fruta, cubiertos y dandwiches. El me esperó en la puerta y cuando llegué tomó la canasta.
—Vaya esta pesadita.
—Si. llevo todo lo necesario —respondí.
—Huele bien.
Salimos de la casa y nos dirigimos a su auto, que estaba estacionado del otro lado de la calle. En realidad, era una camioneta. Colocamos las cosas atrás y subimos. Me senté al lado de el en la parte delantera; en la parte trasera había unos documentos, no le di importancia.
—Es un día lindo ¿no crees, Adri? — me dijo encendiendo la camioneta.
—Lo es. Claro que si —respondí
Volvió y me miró, sonrió y partimos.
El lago no estaba muy lejos, en el auto llegamos en unos treinta minutos, hacia este. No recordaba ya el camino, cuando éramos pequeños íbamos atrás, en la vieja camioneta del abuelo, y todo el camino jugando y riendo, no ponía atención al camino. Solo se que había un bosque enorme alrededor del lago Santa Laura.
—¿La cabaña aún sigue ahí? —pregunté.
—Si. Dice Eduardo que sí.
—¿Hablaste con él? ¿Cómo esta? —Eduardo es mi primo mayor.
—Si. Vino hace tres meses, con sus hijos, fueron al lago se quedaron ahí una o dos noches. Yo no pude ir, solo lo vi el día que se fueron. Lo llame ayer, me dijo que estaba bien la última vez.  Mensualmente le dan mantenimiento, me dijo.
—¿Le dijiste que estaba yo por aquí? —pregunté.
—No. Me acorde al final, le llamé para otra cuestión —me sonrió.
—Ya veo.
—Pero la cosa es que la cabaña esta en pie y en buen estado. Como sabes esta justo frente al lado. Podremos comer en la pequeña mesa que esta fuera, obvio habrá que limpiar un poco. Pero será divertido. Incluso hay una sorpresa.
—¿Sorpresa? ¿Qué sorprenda? —sonreí—. ¿No me dirás verdad?
—Exacto, curiosa.
No me dijo por mas que lo molesté todo el camino.
Condujo en dirección al bosque, cruzamos por las granjas, pasamos el campo y pronto la espesura del bosque nos daba ala bienvenida. El cuelo era hermoso, un día lindo y soleado. Las montañas al fondo, se veían imponentes. Aproveche para tomar algunas fotos para mandarle a Soledad. Seguimos el camino del bosque, un largo y amplio camino que se abría paso entre los enormes arboles del bosque. Seguíamos las señalizaciones, pronto Daniel cogió otro camino que se desprendía del principal, donde señalizaban la ruta hacia el lago, y continuó por una pendiente que nos llevó a una nueva trocha y otras señalizaciones. Condujo tranquilamente varios minutos hasta que llegamos al lago de Santa Laura.
Era más bello de lo que recordaba. Enorme, inmediatamente vinieron a mi mente muchos recuerdos con el sonido del agua, de las aves, del viento, el olor a humedad, fue increíble. Era una imagen hermosa del lado, reflejando en sus aguas los grandes arboles a su alrededor, el cielo y las montañas. Era una imagen de postal.
Me quede perdida en esa imagen varios segundos.
Daniel me rodeó con su brazo, me abrazó, se sintió tan bonito, volví la vista hacia él, el me miró a los ojos y me regaló una sonrisa y me dio un beso en la cabeza y me pegó a su cuerpo. Yo solo me dejé llevar, pegando mi cabeza a él. Me sentí como una niña con su brazo rodeándome.
Nos quedamos así al menos unos segundos, contemplando el paisaje.
—Es un hermoso lugar —dijo finalmente.
Yo solo asentí. El continuó.
—Me alegra haber vuelto —me sonrió nuevamente—. ¿Me ayudas a pasar las cosas?
Asentí y nos dirigimos al auto.
La cabaña estaba justo a unos cuantos metros del lago, cerca de los árboles y justo frente a un pequeño muelle de madera. Era una cabaña mediana, recuerdo que había dos cuartos, cocina y una sala pequeña. Lo necesario para pasar un día en el campo con comodidades. La cabaña estaba tal y como la recordaba. Aunque más pequeña ahora que había crecido.
El lugar estaba limpio. Al parecer habían ido a limpiarla recientemente, aunque si fue necesario pasarle un plumero y barrer un poco, evidentemente.
—¿Qué quieres que hagamos primero? —me preguntó.
—La sorpresa.
—No. Eso aun no, en un rato más. —Sonrió.
—Bueno… —me encogí de hombros—. No has almorzado. Deberíamos comer y luego podremos ir a pasear por los alrededores del lago, sentarnos por ahí, conversar.
—Fantástico —respondió—. Sacaré la mesa de atrás y la colocare delante.
—Iré sacando la comida, espero que siga tibia —comenté.
—Hay un microondas en la cocina. Déjame conectar la fuente de energía. ¿Qué has preparado? —preguntó deteniéndose en el vano que daba a la cocina.
—Sorpresa —respondí sonriendo.
Almorzamos frente al lado, en la mesa y sillas de jardín que había colocado cerca a la entrada. Le coloqué el mantel y serví.
Fue lindo. Sabía que había identificado la pasta y el pollo con olerlo desde que saque la canasta en casa, pero fue lindo que fingiera sorpresa. Me dijo que estaba delicioso, a pesar de que para ser sincera no sabia preparar pasta, mi tía me dio la receta y se me había quemado un poco el pollo. En ningún momento criticó o hizo un mal gesto. Serví jugo de manzana, pues el vino me dijo que lo guarde para después, que sería mejor, para la sorpresa. De verdad estaba ansiosa de saber que era.
Hablamos de cualquier tontería, nos reímos de todo, recordando cuando éramos niños otra vez. Me contaba sobre lo mucho que detestaba venir al lago, pues siempre terminaba mojado por culpa de sus hermanos mayores, pero que venía igual por que le gustaba jugar conmigo, eso fue lindo, no lo había notado así. Las ventajas de ser adulto es que podemos decir algunas cosas que de niños son difíciles. Me dijo que le asustaba que me pasara algo.
En esos años mi hermana era demasiado pequeña y siempre estaba con mamá, así que en alguna medida era verdad, recuerdo que siempre le decían a el: vigila a Adriana, que no le pase nada. Eso le decía mi mamá y mi papá. Creí por mucho tiempo que por eso a veces no quería estar conmigo. Fue lindo saber que se preocupaba. Le dije que a mi me encantaba estar donde estuviera el, que siempre, igual que ahora, la pasa muy bien con él. Me sonrojé al decirle, pero ya que más daba. La estábamos pasando muy bien.
Su celular sonó unas cuantas veces, no respondió; pero pude ver que decía Cecilia.
—¿No vas a responder? —le pregunté, ya habiendo terminado de almorzar.
—No. No te preocupes. No es importante ahora —respondió y guardó el celular en su bolsillo. Me pareció extraño, me quedé pensando en eso unos minutos mientras limpiaba la mesa y metía las sobras en una bolsa. Pensaba en que estaba evitando a su esposa. eso me hizo sentir un poco extraña, pero por otro lado no estaba pasando nada malo. Dejé de pensar en eso pronto.
Salí nuevamente y no lo vi.
—¡¿Daniel?! —grité dando unos pasos por ahí, por el patio de la cabaña.
—¡Espera! ¡Vuelve a la casa y no salgas! ¡Estoy preparando la sorpresa! ¡No espíes!
—Pero ¡¿dónde estás?! —insistí.
—¡Vuelve a la cabaña! ¡Dame unos minutos! ¡Y no espíes! —insistió también.
—¡Ok!
Me encogí de hombros y volví a la sala. Me senté en los muebles y esperé. Me sentía ansiosa de saber que estaba haciendo. Sonaba como si arrastrara algo, como si golpeara algo, no identificaba que era. Unos diez o quince minutos mas tarde regresó a la cabaña, se le notaba algo agitado.
—¿Estas bien? —le pregunté extrañada.
—Cierra los ojos.
Me reí y le dije que estaba loco, pero le hice casi poner mucha resistencia, me parecía lindo. De verdad no tenía ni idea de lo que estaba planeando Daniel.
Me cubrió los ojos con sus manos, colocándose tras de mí, y me guio. Yo no sabia a donde solo se que caminamos no muy lejos de la cabaña y en dirección al muelle, pues sentí el piso de madera en mis pies.
—¿A dónde me llevas? —le preguntaba—. No me asustes. Sabes que soy nerviosa.
—Tranquila, Adri. ¿Cómo voy a asustarte? Ya no somos niños. ¿Lista?
—Si. Estoy muy ansiosa.
—Bien.
Me quitó las manos de los ojos.
De inmediato una sonrisa se dibujó en mis labios.  Delante de mí, flotando en la orilla del lago había un botecito con sus remos en él.
—Eres un loco… —le dije divertida—. ¿De dónde sacaste esto?
—Mi hermano lo compro. ¿Recuerdas que siempre quisimos pasear en bote?
—Es verdad. Pero mamá…
—No nos dejaban subir. Pues este es nuevo. El del abuelo se hundió. Gracias a dios nadie salió herido. Cuando me enteré que mi hermano había comprado uno y que lo guardaba en el almacén de tras, dije ¿por qué no? ¿Qué dices? ¿Damos un paseo por el lago? —preguntó sonriéndome. Imposible negarme.
Asentí de inmediato.
—Claro, vamos, será divertido.
—Iré por el vino y los sándwiches —me dijo y corrió en dirección a la cabaña.
Regresó rápidamente; yo ya estaba en el bote, me acomodé y cuando volvió me dio la canasta, la acomodé a un lado. El bote era mediano, suficiente para unas cuatro personas, no sabía mucho de botes, pero era lindo y cómodo. No me había paseado en bote nunca. El ya había practicado alguna vez con su hermano.
Comenzó a remar y avanzamos por el hermoso lago, pronto nos adentramos, era una vista hermosa. Más hermosa que desde la orilla por su puesto. Podía verse el bosque a nuestro alrededor, las montañas sobre los árboles, las bellas nubes sobre nosotros, el cielo azul, tan azul y el agua reflejaba el bello paisaje. Fue una imagen tan bella que olvidé por completo tomar fotografías mientras avanzábamos. Bajo nosotros incluso podían verse algunos enorme peses.
—Alguna vez vine a pescar con papá —me comentó—. Poco antes que enfermase, pudimos venir a pescar. Hay muchos peses aquí, no soy muy bueno, pero pesque algo.
—Pues yo nunca he pescado —le dije.
—Pues te enseñaré un día, es relajante. Aburrido más bien —sonrió.
Me hizo reír.
Estábamos más o menos en el centro del lago, aun veíamos la cabaña a lo lejos. Habrá remado unos quince minutos, no me percaté, estaba perdida en el paisaje, en la naturaleza.
—Creo que aquí está bien —le dije.
—¿Quiénes que nos quedemos aquí?
—Si. La vista es hermosa. ¿O quieres ir mas adentro?
—No. Quería que te pasearas y vieras el lago. SI te gusta aquí —dejó los remos y sobó sus hombros—, perfecto, Adri —me sonrió—.
—Ya estabas cansándote.
—No. Es solo la falta de costumbre. ¿Me sirves un poco de vino?
—Por su puesto.
Serví dos copas y brindamos.
Conversamos y nos quedamos viendo la naturaleza unos minutos. Se sentía tata calma el estar ahí en medio del lago, era como si no hubiera nada más que mi primo y yo. Me miraba de vez en cuando con esa cara de tonto y me sonreía. “¿Que?”, me decía, solo le sonreía.
—En serio estas muy linda hoy. Se te ve diferente a otras veces —me dijo.
—No me he hecho nada diferente, pero te diré que me siento bien. Quizá sea eso, necesitaba esto —le explique.
Asintió y sirvió nuevamente algo de vino en las copas.
—¿Sabes? —me dijo—. La ultima ves que nos vimos, fue justamente en este lugar. ¿Recuerdas? Bueno, no aquí, pero ya me entiendes.
Miré en dirección a la cabaña y recordé.
Efectivamente, la tenía razón. La última vez que vine con papá, mamá y mi hermana estuvimos aquí; al día siguiente nos fuimos a la ciudad y ya no regresamos. Eso fue hace ya hace muchos años, yo tenía diez años creo. Si, creo que sí.
—Si. Recuerdo —le dije.
—Te extrañé muchísimo, Adri.
—Que lindo, gracias… Yo también.
—El año siguiente ya no viniste, no fue igual el año nuevo. No me había dado cuenta lo mucho que me gustaba estar contigo. Mis hermanos mayores eran muy aburridos. Las siguientes fiestas fueron muy aburridas para mí.
—Para mí también lo fueron —le conté—. Me había acostumbrado a ir a visitar a la abuela, verte a ti; por trabajo de papá ya no pudimos viajar en esas fechas, creo que simplemente tuvimos que aceptarlo. Aparte a mi hermana no le hace bien este clima, así que ya te imaginas. Pasaba el año nuevo en casa de una amiga. ¿Tu?
—Pues mi hermano mayor se iba con su novia en año nuevo, y mi hermana con sus amigas, yo era el único que se quedaba en casa, era el menor y no tenia muchos amigos; recuerdo que nos quedábamos mamá, papá y yo encendiendo fuegos artificiales y cenando; era divertido, no lo negaré, pero no era lo mismo no ir de paseo con todos al día siguiente. Uno se acostumbra a esas cosas, pero las extraña cuando dejan de suceder.
—Es cierto. Cuanto me gustaría volver a esos años.
—A mi igual. —Sonrió y bebió de su copa.
Bebí también y con mucho cuidado me levanté de mi lugar y me coloqué al lado de él. Sentí el impulso de hacerlo. Me había parecido muy tierno todo lo que me estaba diciendo. Coloqué mi cabeza sobre su hombro. Me miró y me sonrió.
No recordaba el hermoso color de ojos que tenía. En serio era muy lindo.
Nos miramos sin decir nada. Sonreímos como tontos. Entonces se acercó mas y me dio un beso en los labios. Me besó y yo solo me pude dejar llevar. Cerré los ojos y sentí como sus labios rosaban los míos, lentamente, dulcemente. Sus dedos rosando mi mejilla con suavidad, su corazón el mío latiendo que casi podía oírse a través del viento. En ese instante juro que todo a mi alrededor quedó en un limbo. Solo me dejé llevar por ese beso, un beso tan tierno, tan apasionado que… Creo que nunca me habían besado así.

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