LA PELADA DE LA CAÑADA
(Fantasma Mítico))
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por Alejandra Correas Vazquez
Somos todos parte del Calicanto, con la misma Pelada de la Cañada arrullando su canto melancólico, cuando apoyada sobre la blanca pirca de piedras sostiene su dolor incomprensible, para nosotros… tan alegres.
Somos todos parte de una ciudad cordobesa, bohemia e ilustrada, entre los fantômas jesuíticos del Monserrat nocturno, ruidosos y poco juiciosos. Entre los fantômas silentes, en esos estáticos asientos de sus palcos, de nuestro teatro Rivera Indarte.
Somos los nocturnales dueños de esta pirca mágica y antigua, sencilla y seductora, de La Cañada, en el invierno gélido de sus amaneceres. Las heladas escarcan las sierras circundantes y el vaho neblinoso del pozo cordobés, confunde su blanquísimo esmalte con las piedras blancas del borde en el nuevo Calicanto, nostálgico de su pirca rústica con simple cantos rodados. Allí donde la Pelada de la Cañada de espalda juvenil y con rostro de calavera, asustaba antaño a las viejas iglesieras que iban a misa de 6 hs... Y a las niñas mozas que iban camino a la escuela secundaria. Como nuestro mayor poeta folklórico cordobés —el Chango Rodríguez— nos dijera :
“Soy piedra del Calicanto
agüita de la Cañada
a mí me asustó el fantasma
de la famosa Pelada”
Deseamos encontrarla lloriscosa como mito imponderable y fantasmal, pero siempre se esconde de nosotros. Somos alegres y ella triste. Nunca quiso compartir sus penas desconocidas con nosotros, ni mostrarnos su paso juvenil y zigzagueante, cuando de espaldas aparece, para luego aterrar con su rostro de huesos al volverse... ¡Y así agradecer la compasión de aquel personaje desprevenido que intentase darle un consuelo!
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¿Dónde estás Pelada? ¿Qué rumbo nuevo tomó tu pintoresca figura? ¿A qué paisaje desconocido fuiste a decorar sus entornos? ...Aún hoy pervives entre nosotros.
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En esas noches bohemias de tantas, las verdes “tipas” con su ostentoso ramaje caen melancólicas, rozando las turbias aguas de la creciente última. El borde de blancas piedras parece delinearse bajo una luna helada, donde lo corriente o lo insólito estan a nuestro alcance. Porque es nuestra esa vitalidad que no obedece a imposiciones ni necesita de tutores. Tomámos la amistad que emanaba de cada uno, sin revisar sus bolsillos ni exigirle líneas genealógicas.
Más allá del serpenteo blanco de nuestra Cañada, incompresibles héroes incendian las calles y añicaban las vidrieras, al parecer —según ellos dicen— para ofrendarnos una vida feliz ...¡pues no conocen la nuestra, de soñadores noctámbulos!.
La protesta coloca bombas en el centro cordobés y la represión cae en pos de ella con igual violencia. Mientras nosotros seguímos con nuestras pláticas lejos de ambos contendientes, sentados junto a las frondosas “tipas” sobre el borde blanco de la Cañada (nostalgiosa de su antiguo Calicanto con piedra bola, más rústico y más romántico).
Las bombas terroristas llenan la noche entre fuertes llamaradas y la represión corre en pos de ella, en su busca, sin fijarse en nosotros.
La ciudad, en medio del caos, sobrevive en nosotros.
¡Córdoba la Docta, somos sólo nosotros… los bohemios!
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