LIGNUM CRUCIS (reflexión a modo de confesión)

Estoy sometido a un Lignum Crucis muy particular que creo y pienso no poder cargar durante tiempo indefinido; al conocer que (por mucha fe que mantenga) Dios no va a solucionar mis padecimientos en vida y que en mi flaqueante fuerza de voluntad y falta de arrojo solamente puedo hacer de su peso el mío, parando cuando deba detenerme para recuperar el aliento sin dejar de peregrinar, soñando en que una mano amiga me dará una palmadita en el hombro animándome a proseguir hasta que la vida dicte cuándo habremos de depositar esa carga, que también es parte de nuestro bagaje existencial. Mientras fuerzas hayan uno ha de hacer buen uso de ellas no malgastándolas en las deseables fruiciones sino aliviando el peso del Lignum Crucis ajeno (la cruz de cada uno) para que, en tan inesperada liviandad, pueda hacerse fuerte alimentando su espíritu con la fe en nuestras posibilidades y en la providencia divina por la cual Dios nos habla haciéndonos asimilar los contratiempos como lo que realmente son: acontecimientos mediante los cuales formarnos en el Amor Celestial que viene a nosotros con el propósito de conseguir hermanarnos, no solo en los buenos, sino también (y sobre todo) en los malos momentos. ¿No asentimos cuando escuchamos que los verdaderos amigos se dejan ver, precisamente, en las épocas y días más deprimentes? Pues si confiamos en la amistad muy incoherente resulta desconfiar en el origen de todo lo bueno cuando, si bien hemos de desconfiar de algo o de alguien es de nosotros mismos, de los devaneos que mantenemos con el mal, muchas veces por supina ignorancia (que tampoco es excusa) de las consecuencias que tal "arrimamiento" supone. Menos mal que la misericordia está ahí, sempipresente, para perenne auxilio de nuestras almas necesitadas y de nuestros compungidos corazones.





Adanhiel.