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 La Posada de los Brujos. Capítulo 18.

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Jaime Olate
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MensajeTema: La Posada de los Brujos. Capítulo 18.   La Posada de los Brujos. Capítulo 18. Icon_minitimeDom Feb 12, 2012 7:05 pm

Capítulo 18

La Noche Erótica de las Vírgenes.
La noche estaba oscura y calurosa, Lucas De los Ríos, vestido sólo con su calzoncillo se recostó en el lecho, como siempre mirando a través de de los vidrios de la puerta de su dormitorio y observaba por los ventanales de la galería del segundo piso todo lo que sus ojos le permitían ver. La enorme piscina reflejaba la luz de las estrellas; más allá los árboles de la gran propiedad. Un movimiento en las sombras de las casas de la servidumbre lo puso en alerta, recordó que debía dar una ronda armado de su pistola, el asesino estaría esperando para atentar nuevamente contra los habitantes de la lujosa casa señorial.
Como si supiera que era observado, la silueta del mapuche José se movió hacia la tenue claridad, acomodando su escopeta y miró hacia el joven pintor; quedó meditabundo ¿Hasta dónde llegaban los agudos sentidos de los indígenas? En silencio los dos perros dóberman flanquearon al enorme y musculoso hombre, formando un poderoso cuadro que lo tranquilizó.
Ahora mirando el techo, resumió los hechos que lo tenían allí de investigador privado con su inseparable “Chechito”, aparecía en su mente una y otra vez la bella figura de la mujer desnuda que tanto impresionó su alma de artista y que le sirvió de inspiración para su obra maestra.
Un chasquido en la puerta lo hizo levantar la cabeza; detrás de los vidrios se dibujaban los tentadores contornos de una de las admirables criadas, o “sobrinas” como les decían las maduras italianas.

La sombra abrió decididamente la puerta, sus pies descalzos no emitían ruido alguno, se aproximó a su cama anhelante.

— ¡Hola! —su voz en sordina la identificó como Lupita, quien se dio cuenta que el joven se levantó y la miró gratamente sorprendido; la chica con un solo movimiento dejó caer su pequeña bata, quedando desnuda. Lo abrazó y buscó su boca para besarlo con pasión; él sintió la fuerza de su juventud y el deseo se apoderó de todo su ser.

Si tenía remilgos por el respeto a la casa Carusso, los mandó al diablo y tomó a Lupita con algo de remordimiento. En medio de los suspiros de la bella muchacha, escuchó un gemido femenino en el cuarto de Checho, que lo hizo sonreír.

“Diablillas..., se pusieron de acuerdo para darnos esta placentera sorpresa”, pensó en Nalda la otra sirviente que tanto atraía a su compañero. Dejó que su naturaleza lo guiara por los senderos del amor e hizo gozar a la mestiza, mientras en el cuarto contiguo oía murmullos que lo excitaban aún más.

Casi al unísono se escucharon grititos de placer al entrar las dos mujeres en un hermoso orgasmo. Con la respiración agitada descansaron abrazados; primero oyó la puerta de al lado que se abría sigilosamente, era Nalda que había hecho realidad el sueño de Checho y se retiraba silenciosa. Lupita, de muy fino oído, se levantó también para alejarse después de besar sabiamente a nuestro héroe. Tal como llegó se fue, una sombra que se deslizaba por el gran pasillo hacia sus habitaciones.

Lucas De los Ríos dio un suspiro, se duchó y, mientras se secaba el cabello, pensó en lo extraño de su vida. Se encogió de hombros, moviendo la cabeza, reflexionó: “Mañana es otro día, quién sabe qué nos espera”.
Se levantaron temprano, Lucas debió hacer callar con firmeza a su amigo Sergio, quien no cabía en sí por su aventura nocturna y declaraba a cada rato que estaba enamorado de Nalda.
—Veo, querido Chechito, que es tu primera vez, es decir que eras virgen…—la mirada indignada del muchacho fue el resultado de su estrategia para que no siguiera hablando del tema.
—Claro, la voz de la experiencia del detective y gran Casanova Lucas De los Ríos que no deja muchacha… —su voz se silenció, pues se daba cuenta que era injusto con su amigo, pese a la mordacidad con que lo increpó por su bocaza. El sentimiento de menoscabo que le produjo su momentánea ira fue cediendo y en su fuero interno comprendió que el expolicía tenía razón, debían guardar el secreto de esa memorable noche.
Después del desayuno continuaron las indagaciones en la Sala de Comunicaciones, ahora a través de la Internet e incluso utilizaron el sistema de modernos transceptores. No se cansaban de admirar como la tecnología se apoderó de la regia casa y estaba tan disimulada que ni siquiera las cámaras de vigilancia del perímetro cercano a las viviendas era posible verlas. No fue sorpresa descubrir que invisibles cables llevaban las imágenes hasta la vivienda del gran José, temible guardián de la familia Carusso.
Esto último dejó muy pensativo a nuestro héroe. ¿El misterioso atacante sabía del cordón de vigilancia y alarmas electrónicas? ¡Era la razón por la que debía disparar desde lejos! Y si era así ¿hasta qué punto estaba relacionado con los habitantes del lugar? Muchas preguntas sin respuestas, que lo obligaba a continuar con su trabajo; sonrió al recordar que Sergio se adentró aún más en su papel de detective, muy ordenado en guardar los antecedentes que le llegaban a través de los medios de comunicación con que contaban.
Estaban tan abstraídos en sus labores, que el mediodía los sorprendió, cuando ambas muchachas llegaron al cuarto de comunicaciones con una seductora sonrisa.
Lucas se sintió un poco ahogado, gratamente sorprendido por la presencia de Lupita; Nalda miraba con coquetería a Sergio, entonces comprendió que debía tomar una actitud más seria.
—Señoritas, es un agrado verlas por aquí. ¿En qué podemos servir?
La voz de Lupita le produjo un placer con el que debió luchar, el recuerdo de sus caricias estaba muy presente todavía y la actitud de Checho le preocupaba.
—En quince minutos más las señoritas almorzarán. Preguntan si las pueden acompañar.
—Por supuesto, queridas amigas.
Dirigiéndose a su compañero, le ordenó hacerse cargo de atender los teléfonos y el aparato de radio. Con un gesto de amabilidad puso sus manos en los hombros de las bellas y las empujó suavemente hasta que llegaron a un rincón.
—Nalda, Lupita, es necesario que hablemos claramente de nuestra situación. Sergio y yo las admiramos por sus bellezas y gentil trato, pero… no podemos distraernos en este peligroso trabajo. Les ruego que evitemos por ahora tener esa relación tan placentera y personal, hasta que aclaremos quién o quiénes son los criminales que nos atacan.
Lupita, con decisión se acercó tanto al investigador que sus hermosos senos se apoyaron en el atlético joven. Su mirada llena de pasión dijo su sentimiento y con rapidez se empinó en la punta de sus pies y sus brazos lo tomaron del cuello, le dio un largo y apasionado beso; se echó a correr, seguida por Nalda, quien se despidió de él con una sonrisa y levantando una mano.
—No se preocupe, don Lucas, comprendemos.
Cuando regresó a dejar en orden el cuarto que utilizaban con el nombre de “Cuartel de Comunicaciones”, Sergio lo miraba con una mezcla de burla y malestar.
—“No podemos distraernos por ahora, señorrritas”. ¿Estás más tonto que antes, Luquitas? Los escuché y es lo más estúpido que se le puede ocurrir a un hombre.
—Mmmm, Checho, es necesario que nos abstengamos de ciertos placeres… supongo que ahora quieres casarte, ¿verdad?
—Ah, ya está el anciano de la tribu dando consejos.
—Mi caro amigo —el muchacho lo miró furioso y le dio la espalda—, hay que dominarse…, no me obligues a sacarte de este caso.
Sus palabras fueron mágicas, Sergio se agachó por un momento y al volver su rostro, estaba muy serio.
—Perdona, amigo, tienes razón: ya llegará el momento oportuno para que gocemos de la vida.
—Checho, amigo, hermano… estás madurando rápidamente —lo abrazó y cada uno se fue a sus respectivos cuartos para darse una ducha y estar presentables en el comedor.

(Continuará: “ El Primo Carlo y el Gerente”)

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