¡SE ME VUELA EL TECHO… CARAJOOOOO!( Para los amigos que aun no se los conté)

Esto que les voy a contar es una historia real que me ha ocurrido recientemente y quería compartirla con ustedes.

Todo ocurrió una noche cuando con mi esposa Susana nos disponíamos a entregarnos a Morfeo.
Ya en la cama, escuchamos ruidos que provenían de la parte superior de la casa. (Allí vive mi hija Débora de 28 años).
Esa noche Débora no volvía a dormir pues se quedaba en la casa de una amiga.

Como soplaba viento, supusimos que se había olvidado de cerrar las ventanas y eso era lo que provocaba el ruido que sentíamos.
Susana, subió a revisar y efectivamente los postigos golpeaban movidos por el viento que para esa hora ya era bastante fuerte.
Regreso después de asegurar las ventanas y me dio la novedad.

Siendo las dos de la mañana volvimos a sentir ruido que provenía de arriba.
Deben ser los postigos que se golpean, no debes haberlos cerrado bien, no te preocupes y duerme que no pasa nada – dije disponiéndome a seguir durmiendo, cosa que logré casi inmediatamente –


Susana que no pudo hacerlo y se levantó a verificar lo supuesto.
Regreso corriendo y me dijo:

¡Despertate! ¡que se está volando el techo!

Dormido y confundido, me levanté tambaleante,
Subí las escaleras en calzoncillos y… vi como se volaba el aislante que se coloca debajo de las chapas de cinc.

¡Carajo se está por volar el techo! - me dije -

Bajé las escaleras lo más rápido que mis sesenta años me permitieron, sin saber como iba a solucionar lo que parecía inevitable, mientras que Susana en bombachas y con un escotillón en la mano presionaba el borde inferior del techo hacia abajo, mientras decía llorando y a los gritos:

¡Hay Diosito querido, dame fuerzas para sostener el techo!

En esas circunstancias era más factible pedirle a Dios que hiciera cesar el viento que le diera semejante fuerza a mi mujer.
Pero, en las situaciones limites uno pide lo primero que se le ocurre, que va hacer.

Durante mi carrera hacia ningún lado, lo primero que se me ocurrió fue buscar una escalera, treparme al techo y depositar mi humanidad sobre las chapas, por que en honor a la verdad, no creía que Dios escuchara semejante pedido de Susana.

Como el miedo no es sonso y no quería convertirme en el primer cometa tripulado por un viejo sobre una chapa de cinc, deseche el impulso y fui entonces, por un martillo y clavos.

Tenía la escalera, el martillo pero, como es un clásico en esos momentos de tensión, los putos clavos no los encontraba ni por error.

La preocupación por que no se volara el techo y por la angustia que tendría mi mujer colgada del escobillón como un cordero en la ganchera de la carnicería, provocaron que me sintiera una indefensa hoja en un huracán o más viene una chapa del techo, como para estar más acorde con la situación.

Finalmente, después de lo que me pareció una eternidad encontré “los putos clavos”.
Subí como un bombero desando convertirme en el súper viejo en calzones.

¡Aquí estoy mi amor, no te preocupes, que todo va ha salir bien! – le dije - tratando de tranquilizarla.

No me contestó pero, como la conozco hace más de cuarenta años pude escuchar su pensamiento. - dejate de hablar pavadas y soluciona esto de una vez, que ya no puedo con mi alma -

Trepé por la escalera, con una mano me tomaba de ella y en la otra cargaba el pesado martillo, los clavos los llevaba en la boca.
Pensé en pedirle a Susana que sostuviera la escalera y dejara el ridículo escobillón pero, eso era de poco héroe
y decidí arriesgarme.
Si debía morir, seria por una noble causa.

Comencé una tarea titánica contra el viento que no daba tregua, las chapas formaban un arco al elevarse y caían pesadamente contra los tirantes.

Eran las dos y pico de la mañana, la falta de luz impedía que de certeramente contra el clavo pero, si daba certeramente contra mis dedos.
Además, no podía golpear contra nada firme por que las chapas estaban más en el aire que apoyadas, lo que dificultaba mi tarea y alteraba mis nervios para poder soportar el dolor de los martillazos.

Quería indicarle a Susana que corriera el escobillan hacia un lado y me dejara espacio para trabajar sin embargo, con la boca llena de clavos sólo gemía como un toro en una barcaza en medio de una tormenta.

Finalmente mis queridos amigos lectores, el viento cesó como es de rigor con el último martillazo.

Las cinco de la mañana, nos encontró tomando mate en la cocina, en paños menores, desalineados, cansados y excitados.

Nos miramos y nos echamos a reír como dos niños.

YAAA,MIRA PORQUE LODEL CULPABLE,AHH.COMO ME DA ENVIDIA ESA CHARLA DE BAR, A VER SI HACEN FUERZA PARA QUE ME LLEVEN JA JA.

ME ENCANTO ESTE RELATO, Y ME IMAGINO LA SITUACION Y NO PARO DE REIRME,TE IMAGINAS EN LAS NOTICIAS DE CRONICA AL OTRO DIA CON EL RECUENTO DE LOS DESASTRES DEL VIENTO: AUN NO SE SABE EL PARADERO DE UNA SEÑORA EN BOMBACHA AFERRADA A UN ESCOBILLON,Y DE UN HOMBRE EN CALZONCILLOS QUE LA ULTIMA VEZ QUE FUE VISTO IBA SOBRE UNA CHAPA CON LA BOCA LLENA DE CLAVOS, POR CUALQUIER DATO QUE PUEDA APORTAR COMUNIQUESE CON LA REDACCION JA JA JA

PERO MAS ALLA DE CUALQUIER BROMA Y QUE AHORA SE CUENTA COMO ANECDOCTA, QUE LIO UF, HAY QUE ESTAR ALLI, Y RESALTA COMO SE ENTIENDEN LOS DOS,VOS Y SUSANA, COMO AL FINAL SE RIERON DE LA SITUACION JUNTOS, ME ENCANTO ESTE RELATO, QUE ADEMAS ME DEJO VERLOS (PERDON POR LA INTROMICION A SU INTIMIDAD) TAL CUAL ESTABAN,JAJAJA

Al inicio que jodido que el techo se fuera al carajo, luego se deben de haber muerto de risa.

Que relato tan bueno!!!!

Un abrazo.

Excelente, como siempre Ricardo, disfruto mucho de tus letras... Me causó mucha risa esto:
No me contestó pero, como la conozco hace más de cuarenta años pude
escuchar su pensamiento. - dejate de hablar pavadas y soluciona esto de
una vez, que ya no puedo con mi alma -

Ahora deben rezar para que no vuelva otra ventisca, jejeje

Cotidiano, fresco (por el viento sobre todo) que narras de una manera tan peculiar que uno ve toda la situación.Puedo imaginar la cara de tu señora, y esos pensamientos que no se dicen,pero que ustedes bien saben.

Felicitaciones,ameniza la tarde tu lectura