De festejo en festejo

Amalia, mi vecina, es una mujer de unos setenta años, obesa, simpática, conversadora, llena de historias por contar.
Cuando paso por su casa me grita “¡¿Cómo ha amanecì’o?!” o me dice entre risas “¡Adiós corazón de arroz, cuando pases de vuelta me caso con vos!”. Siempre está chistosa, y dispuesta para conversar con quien pase a visitarla un rato. Cada vez que empieza a relatar alguna anécdota o historia vivida, lo hace con lujo de detalle, no se pierde ni una palabra de las dichas (o por lo menos así lo cuenta lo ella).
_Hace muuuuucho-dice Amalia haciendo un ademán con su mano derecha- tenía una chancha así de grande. Vos vieras lo grande que era. Resulta que hacía mucho calor y nosotros aquí no teníamo sombra, no había árbol cerca de la casa, entonce le digo a Ramón “¡Ramón! ¡Venì! –sigue con los ademanes- Llevà la chancha pa’ lo de doña Carmen” porque doña Carmen vivía pa’llà, al otro lado de la ruta, ande vive el Pila Pérez ahora. Ella era muy, muy amiga mía y había puesto unas guías de batata, y sacaba unas batatas “así de grandes” ¡vieras esas batatas! Y tenía unos árboles grandes que le daban sombra a toda la casa y el patio, y ella me decía “mirà Amalia, si querès tràila a la cuchi pa’ que se sombree en el patio que yo le voy a dar de comer” porque ella me quería mucho a mí, era muy buenita conmigo.
Entonces el Ramón se lleva a la chancha pa’ la Carmen y le dice “buen día” y la Carmen le dice “buen día Ramón, que suerte que la ha tràido a la cuchi pa’ que la festeje el chancho, así va a tener uno’hermoso cachorros pa’ las fiestas” y Ramón le dice “pero no se ha alegra’o la chancha, toavía” y la Carmen le dice “pero mire como tiene la’ orejas ¡bien paradas! Eso es porque quiere chancho”. Mirà, Graciela, yo nunca, nunca me había alvertì’o que a las cuchis se les paraban la’ orejas cuando se alegraban. Entonce la Carmen le dice a Ramón que ella le va a dar de comer batatas a la chancha y le da una bolsa grande al Ramón y le dice “¡junte! junte batatas bien grandes y llévele a la Amalia pa’que le haga empanadilla”, y Ramón se ha tràido una bolsada de batatas y a la noche nos trajimos a la chancha que el chancho de la Carmen la había festeja’o ¡dos veces!. ¡que hermosos lechones que tuvo ¡catorce! Pa’las fiestas ya eran cachorros de veinticinco kilos, vendimos diez ¡hemos pasa’o unas hermosas fiestas con la plata que juntamos.
Y se queda pensativa, como añorando esos tiempos en que la vida de campo era solo criar animales, conversar con las visitas y esperar cartas de los parientes.

Toda una evocación de quellos tiempos en los campos.Qué interesante es oir las historias de personas como Amalia, así con tanto detallito. La forma de hablar me ha encantado!
Y tu escrito, también porsupuesto!

Un abrazo

QUE LINDA HISTORIA, Y SI GRACIELA ANIMATE A CONTARNOS MAS DE ESOS PERSONAJES, SIEMPRE HAY EN EL CAMPO O EN LOS BARRIOS PERSONAJES QUE MARCAN LA IDENTIDAD DEL LUGAR, MANTENER VIVA SU HISTORIA TAMBIEN ES MISION DE OS QUE ESCRIBEN
ME ENCANTO ESTE RELATO, ME DIO MUCHA TERNURA.
FELIZ AÑO PARA VOS, PARA FIRULAIS Y TODOS POR AHI