animalSON Escritor activo


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 | Tema: Portadora de luz - 11 Dom Nov 01, 2009 10:50 am | |
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Portadora de luz PARTE XI
Walter corría sobre las nubes acolchonadas. Avanzaba dando brincos de cientos de metros mientras reía de la emoción. Abajo, en la tierra, los campos multicolores se veían diminutos. De repente trastabilló desmoronándose sobre una suave nube blanca que amortiguó su caída. Recostado en los cielos sintió la paz invadiéndolo y cerró los ojos.
“Akju Ra Mandill”, escuhó una voz ancestral haciendo eco en los vientos. Y de nuevo “¡Akju Ra Mandill!”, con el doble de intensidad, penetró en su cabeza.
Abrió los ojos y se encontró boca arriba rodeado de varios nativos de piel oscura, que lo observaban con una expresión solo lograble por estos individuos.
-Akju Ra Mandill –le saludó, advirtió, afirmó o preguntó, el nativo más alto que llevaba atravesadas dos argollas en el puente nasal.
-No comprendo señor –dijo Walter intentando tranquilizar a alguien.
-¡Akju Ra Mandill! –repitió el nativo con lo que bien podría ser un rostro lleno de ira.
-A… adju… ra… ¿mandril? –intentó ahora el dolorido soldado levantando las cejas.
El mulato de los aretes reaccionó a esto colocándole la hoja de su afilado cuchillo en la nuez de Adán. Walter no se permitió tragar saliva.
-¡Makaru! –pareció desafiante el nuevo nativo que entraba ahora a la choza.
Al igual que los demás, vestía un pequeño e insuficiente taparrabos y su piel era tan negra que brillaba a la luz de las velas.
-¡Maraku! –repitió, y su compañero guardó el cuchillo.
-Soy Eleazar, jefe de la tribu –se presentó el recién llegado salvador -¿Quién eres? ¿Y por qué no debo comerte? –y Walter tragó saliva.
-Mi nombre es Walter Leroy señor. Lamento la intrusión de mis compañeros. Sepa que fui obligado a venir, yo no quiero dañar a nadie –suplicaba.
-Mataron a uno de mis hijos. Pagarán por esto –dijo Eleazar con una pronunciación muy respetable para su aspecto.
-Sí, sí, señor. Pagarán por esto –respondió Leroy esbozando una nerviosa sonrisa mientras intentaba sentarse, pero nadie parecía reír.
-Iyito. Ra Maska Anaua –dijo ahora el líder mirando a un nativo de menor estatura.
Tomaron a Walter de los brazos llevándolo hacia afuera, en donde lo depositaron dentro de una incómoda jaula hecha de cañas.
Al ser abandonado en su prisión junto a la luz del fuego, el soldado de New Valley palpó entre sus ropas en busca de algún objeto cortante, pero solo halló unos papeles. Y sin más que hacer en esa calurosa noche, retomó la lectura.
“…El tercer Momento está notablemente signado por el nacimiento de un solo hombre. En palabras textuales Octavius dice ‘el hombre de los hombres’. Aquí habla de esta persona que sería un ejemplo de amor y sacrificio para el mundo entero. Un hombre (hijo de un dios) que marcaría la historia de la humanidad para siempre. Esta parte me recuerda a algo sobre una antigua religión occidental que tuvo mucha aceptación en su época, pero no recuerdo más al respecto ya que hace tiempo hemos dejado de estudiar cualquier cosa que no sea sobre la guerra; algún tipo de mito he de suponer.
Con el nacimiento de este hombre de barba y cabellos largos comenzaría entonces el tercer Momento. A lo largo de este tercer Momento, la humanidad se sumiría en dos terribles y devastadoras guerras. Octavius habla del fuego cuando se refiere a las guerras. Él dice ‘nuestro fuego consumiendo nuestra propia carne y nuestros propios campos’. Supongo no sabría de qué se trataba esta lucha entre hombres, y en sus visiones solo veía el fuego asociado al dolor, al sufrimiento y a la devastación.
Más tarde una aparente hermandad del hombre acabaría con estas guerras y el apogeo tecnológico llegaría con la velocidad de un rayo. Habla de la tierra llenándose de nuevas personas y de nuevas máquinas.
Pero más adelante, ya terminando el tercer Momento, las imágenes se tornan oscuras y pesimistas. San Octavius nos cuenta sobre las heridas sangrantes de nuestra madre, causadas por sus propios hijos. Está claro, creo yo, que se refiere a la destrucción irreversible de nuestro planeta. Poemas negros y tétricos pueblan las páginas restantes del tercer Momento. Esta última parte ya resulta más familiar, y estoy convencido que relata los dos o tres siglos pasados.
Y es justo aquí donde aparece un nuevo nacimiento. El nacimiento del cuarto Momento; si mi interpretación es correcta, el Momento actual…”
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