animalSON
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 Mención: -Texto EXCEPCIONAL :Don Julio
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 | Tema: Portadora de luz - 08  Sáb Oct 31, 2009 12:30 am | |
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Portadora de luz
PARTE VIII
-Aquí viene –dijo el gordo mientras un viejo con vestido y sombrero de paja se acercaba lento por la callejuela.
La plaza del pueblo estaba colmada con los recién llegados, y el portavoz del gentío demandaba hablar con la autoridad. El anciano caminó hasta el centro, junto a un monumento de piedra con forma de águila sosteniendo un bebé en cada una de sus garras.
-Bien, aquí estoy –dijo Walter.
-¿Es usted el alcalde? –inquirió un hombre de aspecto austero y delgado que vestía un uniforme militar.
-Soy el fundador de Ajax –respondió el viejo -¿Qué es lo que desean caballero?
-Le ruego disculpe nuestra intrusión, noble señor. Hemos estado escapando de las guerras durante meses y estamos agotados. Solo necesitamos algunas provisiones para proseguir nuestro camino.
-Ya veo. Con gusto le invitaría a quedarse, pero el pueblo no tiene mayor capacidad. Aunque le ayudaremos con lo que necesite –replicó amablemente -¿De dónde son ustedes?
-Bueno, verá usted mi señor, somos de varios lugares. La huída comenzó en Riverland, y se nos fueron uniendo en Spirit Wind, Richardson, Anker, Eryx, y demás señor. Todos lugares arrasados por las bombas –comentó penosamente el portavoz –Recién a pocos kilómetros de aquí han cesado los estruendos; es bueno saber que por aquí aún haya paz en los vientos, señor.
-Sí… sí… ciertamente –dijo el anciano en tono sospechoso –Y… ¿A dónde piensan ir?
-Hemos oído que en la cordillera de Athan se ha reunido un grupo de gente que escapa de la guerra como nosotros. Dicen que incluso hay algunos grupos de la región de Fushidara.
-Uhmmm, en verdad sorprendente –apresuró la charla Walter –Bueno amigo. En verdad le deseo mucha suerte en su camino a Athan. No les queda mucho, solo deben rodear el lago. Unos hombres les abastecerán con todo lo necesario.
-Muchísimas gracias mi señor. No olvidaremos su generosidad –concluyó.
-Eudor, recolecta junto con Julio alimentos y agua para estas personas. Recorre todas las casas del pueblo y diles que yo lo mando ¿De acuerdo? –dijo el anciano poniendo una mano en el hombro del gordo.
-Sí, señor –respondió éste con desgano.
Walter Leroy se alejó sin voltear a paso rápido de la plaza, mientras sus encargados comenzaban la colecta. La noche estaba al caer.
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