animalSON Escritor activo


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 | Tema: Portadora de luz - 07 Sáb Oct 31, 2009 12:28 am | |
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Portadora de luz PARTE VII
El soldado Leroy no conocía su misión. Lo habían metido en un barco junto con otros tantos soldados, y tres meses más tarde lo habían dejado en unas desconocidas y muy calurosas tierras. Aunque en esos días de marcha, había escuchado descuidado algo sobre matar a algún líder militar de Wa`el. De cualquier modo se sentía bastante seguro acompañado de (o escondido tras) su nuevo amigo Richard Good y los impresionantes soldados del escuadrón especial de Riverland. Aunque sea se había sentido seguro hasta aquella noche.
Atravesando una selva pantanosa, Walter vio al coronel, que encabezaba la fila, levantar el puño izquierdo. La fila se detuvo de inmediato en total silencio. Dos dedos del coronel se levantaron, y luego señaló hacia adelante. Entonces, dos hombres de Riverland se abrieron paso al frente entre unos arbustos. Uno de los hombres regresó y le habló por lo bajo al coronel, quien hizo un nuevo gesto y todos comenzaron a avanzar. Pasando los arbustos había un gran claro, con algunas chozas rudimentarias en el centro y un fuego encendido. Varios soldados se acercaron a las moradas levantando sus armas y provocando menos ruido que los insectos. Walter, que estaba atrás de todo, levantó la vista hacia las copas de los árboles y divisó una sombra negra.
De pronto, un pequeño indígena salió desprevenido de una choza y se frenó al ver a los soldados rodeándolo. El ambiente se tensó y todos permanecieron inmóviles. Hasta que un dedo tembló, un gatillo se apretó, un plomo salió disparado, atravesó el pecho del indígena, una choza, y se enterró en un árbol antes de que nadie se moviera. Walter vio abrirse dos ojos amarillos grandes como su casco en la forma negra arriba del árbol. Mientras el cuerpo de tez oscura se desplomaba, un animal saltó de las alturas de la jungla y cayó justo sobre el soldado que había disparado, desapareciéndolo bajo su negrura.
Walter nunca había visto una pantera en persona. Pero podría asegurar sin dudar que se veía igual a ésta, aunque ocho veces más pequeña que ésta.
-¡Fuego! –dijo alguien y las armas estallaron.
El soldado Leroy se limitó a mirar. Con una pata del tamaño de una cabina telefónica, el animal lanzó un zarpazo deshaciendo, literalmente, a tres soldados cercanos, mientras las balas le rebotaban sin provocarle el menor daño. Luego, con una velocidad que no concordaba con su peso, la pantera se abalanzó contra otro grupo de cuatro hombres que estaban a quince metros de distancia, aplastándolos; atrapó a uno más en sus fauces, y arañó mortalmente las pequeñas cabezas de otros dos que estaban más allá.
Atónito, Walter observó cómo, en dos segundos, todos sus compañeros se perdieron entre la espesura de la nocturna selva. Y al ver que sus piernas no le respondían, optó por dejarse caer y rogar que el felino no notara que estaba vivo. Y no solo no notó que estaba vivo, sino que ni siquiera notó su presencia, y pasó corriendo sobre él con una de sus enormes patas dejándolo inconsciente.
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