animalSON Escritor activo


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 | Tema: Portadora de luz - 05 Sáb Oct 31, 2009 12:18 am | |
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Portadora de luz PARTE V
La noche estaba calma en la capital de Riverland, demasiado calma. La paz que se respiraba era muy pesada para aquel aire liviano, acostumbrado al calor de los constantes bombardeos. Por unas horas, algunas personas se permitieron soñar con el final de la guerra; pero ninguna locura como aquella estaba por llegar. En cambio, lo que sí estaba por llegar, era una nube negra de bombarderos B-56 pertenecientes a las fuerzas aéreas de Wa`el y Fushidara.
Aquellos verdugos aéreos venían impartiendo la misa doctrina en los poblados cercanos a la gran ciudad capital de Riverland. Visto desde el cielo sería la siguiente: Los ciento cincuenta B-56 cubrían la ciudad. Ciento cincuenta silbidos se oían alejándose de los aviones, y acercándose al piso. Un nubarrón de fuego batido con humo cubría todo el espacio terrestre. Y minutos más tarde, al disiparse la humareda, un enorme cráter abarcaba toda la zona donde, poco tiempo atrás, había existido una ciudad.
Este mismo destino le había tocado a Lakeland, Sunset y Nice Place, donde un total de dos millones de personas habían vivido hasta esa noche. En una lista de papel, debajo de esos tres objetivos tachados figuraba “Riverland, Ciudad Capital”.
En el edificio militar del centro había más mujeres que militares, ya que casi todos los soldados estaban combatiendo en Fushidara. El cabo de turno que estaba de sereno abrió un ojo al picarle un mosquito. Pudo ver entonces, en el horizonte, un enjambre oscureciendo el cielo. Cerró el ojo con fuerza frotándoselo con las manos, y abrió ambos mientras se acomodaba el casco.
-¡Sargento! –retumbo por entre las paredes de hormigón el grito de un hombre horrorizado.
Sofía, que estaba sentada terminando de emparchar unos uniformes, vio correr al soldado de manera desenfrenada por la enorme sala.
-¡Sargento! –volvió a repetir mientras se acercaba a otro soldado de mayor rango que despertaba con los gritos.
El cabo le hablo al oído al sargento, y Sofía notó como se le desorbitaban los ojos a éste.
-¡Atención! –el grito del sargento se oyó en toda la manzana -¡Al bunker! ¡De inmediato! –agregó con la misma intensidad mientras pateaba unos enormes portones de chapa.
Las mujeres que estaban dormidas, y las que no, se incorporaron en menos de un segundo y echaron a correr hacia el portón. De a poco, se comenzaba a oír con mayor intensidad un zumbido aterrador proveniente de los motores en el cielo; esto aceleró la carrera de la muchedumbre. La tierra comenzó a temblar mientras Sofía bajaba junto con otras mujeres y soldados hacia el bunker sin mirar atrás. Un soldado cerró desesperadamente las pesadas puertas del refugio, justo antes de que una bola de fuego anaranjada arrasara con todo a su paso en la superficie. El temblor se intensificó y la luz se apagó. El sonido de un huracán magnificado aturdía a todos. Salvo por la tenue luz de un encendedor que dejaba ver el terror en las caras, la oscuridad era total. Segundos más tarde todo había acabado.
-Es el maldito de Good –se escuchó la voz del sargento -¡Maldito, maldito sea! Él los debe haber guiado hasta aquí. Es el único que conoce el camino para evitar las baterías antiaéreas –continuaba, apretando los dientes.
Cuando la puerta del bunker se enfrió lo suficiente, un soldado la levantó asomando la cabeza. No quedaba nada.
La ciudad capital era demasiado grande para que los bombarderos pudieran abarcarla en su totalidad, sin embargo, habían dejado una zanja de tres kilómetros de ancho dividiéndola en dos.
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