Liel Cor Escritor activo
Cantidad de envíos : 7423 Fecha de nacimiento : 13/12/1957 Edad : 66 Localización : VILLARRICA -CHILE Fecha de inscripción : 08/12/2008
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| Tema: EL PASO DE LOS "CHINGUES". Sáb Ago 29, 2009 3:43 am | |
| Don Juvencio, es un hombre de más de medio siglo, bajito, con unos ojos grises y una cara redonda, siempre con una sonrisa dibujada en sus labios. Muy atento, de buen hablar y le gusta mucho conversar. Trabaja desde hace varios años como conductor de buses, su ruta es siempre la misma y habitualmente, tengo la oportunidad de viajar con él. Hace un mes aproximadamente, me ubicó en el asiento que le corresponde al copiloto, pues llevaba un paquete delicado y temía se me estropeara si usaba mi asiento diario, el bus es de los pequeños, las butacas son estrechas, dos personas viajan muy incomodas en ellas, no, no es que yo sea gorda, no, es la estrechez de ellos, por ello, al verme con mis cosas, me ofreció gentilmente ese lugar.
Sin darme cuenta, comenzamos una conversación muy amena, me relataba de sus viajes, de las personas que iba conociendo, de los modales escasos de los jóvenes estudiantes, de los carabineros que le cursaban un parte si llevaba gente de pie en el pasillo y también porque no los llevaba. De pronto me estaba confidenciando sus sueños y me decía:
- Mire señorita, ah, si yo me ganara un premio, si de alguna forma me encontrara con dinero en mis manos, lo invertiría en muchas hectáreas de campo. ¿Sabe para qué? Para tener muchos animales, de todas las especies. Acudiría a CONAF, a la Sociedad Protectora de Animales para que me cedieran los que no pueden alimentar o a los que no tienen hogar. Yo amo a los animalitos, por eso tengo un dolor y como un remordimiento dentro de mí.
- ¿Por no poder cumplir su sueño? – Pregunté tontamente. - En parte si.- Me respondió y continúo.- ¿Usted se ha percatado que en la curva que viene después de Ancahual, hay un hoyo en la carretera que socavó el agua de la lluvia? - Si, es bastante profundo, de regreso con mis colegas hace unas semanas, lo apreciamos, porque la conductora, tuvo que hacerle el quite y si, está muy peligroso.- Le contesté.
- Bueno, mire usted. Yo salgo a mi primera vuelta a las seis de la madrugada y fíjese, que me he deleitado todas las mañanas, porque cerca de ahí, se me han cruzado dos chingues. ¡Hermosos! Si parece me esperaban. Lo más curioso, es que sentía que me miraban y me saludaban deseándome suerte. Patenté emocionalmente el lugar, como “El paso de los dos chingues”. Cuando enfilaba por la recta, me preparaba para verlos y disfrutar de su imagen. Eso del olor que repudian y causa nauseas en algunos, no es tanto. Pienso que cuando uno quiere a los animales, eso no corre. Pero déjeme contarle lo que me causa este dolor y remordimiento. Una mañana, cuando llovía torrencialmente, ¿Se acuerda usted? ¿Cuando se produjo la inundación de las casas de los peones de uno de los fundos?
- Si, tengo alumnos de ese lugar que no acudieron a la escuela por haberse cortado el camino ese día.- Respondí ansiosa de que siguiera su relato. Pareció adivinar, porque continuo muy seguro de mi atención.
- Esa mañana, como le decía, la lluvia me impedía ver bien la ruta, olvidé por un momento el hoyo y me lo encontré de sopetón, le hice el quite, sentí un golpe bajo la máquina y arrastré algo, pensé una piedra o alguna rama. Detuve la máquina y descendí, acudí a ver que había provocado el golpe, para mi sorpresa señorita, había atropellado a un chingue pequeño. Me dio una pena, se me soltaron las lágrimas, le juro. Lo tomé y lo dejé a la orilla del camino, me prometí de regreso pasar a recogerlo para darle sepultura. Las personas que viajaban conmigo, comenzaron a apurarme y a rezongar por el olor, así que ahí dejé a mi chinguecito. –
Sin darme tiempo a decir nada, prosiguió.- De regreso, no venían más que tres personas conmigo, por lo que les avisé pasando Huiscapi, que me detendría un momento para recoger un encargo. No me dijeron si les parecía bien o mal, ellos querían dormir. En el supermercado que está cerca del Terminal, adquirí unas bolsas grandes, así que me bajé con ellas, para recoger mi carga. Pero para mi sorpresa, no estaba. Recorrí algunos metros, pero ni seña de mi chinguecito. Le conté a mi esposa sobre lo ocurrido, me consoló diciéndome que no era mi culpa… pero yo me he sentido culpable, si no hubiera olvidado el hoyo… nada de esto habría ocurrido.
- Bueno, es triste, pero se confabularon varias cosas, la lluvia, la escasa visibilidad, el omitir el hoyo, pero no es su culpa. Tal vez, si no hubiera hecho esa maniobra, habría sucedido algo más espantoso y en vez de lamentar la vida de un animalito, que si se siente, sobretodo porque usted los ama, estaría lamentando la vida de sus pasajeros… o no me estaría contando esta historia… Solo Dios sabe porque hace las cosas así. – Dije tratando de darle un poco de aliento. - ¡Eso mismo me decía mi esposa! Pero el dolor lo siento, porque el animalito que atropellé, era el hijo de los dos chingues que se me cruzaban en el camino.
- ¿Cómo lo sabe? – Pregunté, a lo que él me respondió: - Porque hace unos días, viajó conmigo don Miguel… ¿Usted lo ubica? El anciano de manta rojiza, el que va a vender huevos y queso a Loncoche… El me contó que habían visto días anteriores a lo acontecido, a los dos chingues con su cachorrito y que luego los vieron solos enfilar hacia la cordillera, de ahí, ya no se les ha avistado…. Pero, ya viene su parada, le agradezco haberme escuchado, que tenga un buen día.
- No, gracias a usted, me ha demostrado su gran amor a los animales, el deseo de protegerlos, su preocupación, tenga la seguridad de que es una lección que haré llegar a mis niños y que voy a escribir, porque escribo sabe? Y así como usted tiene su sueño, yo tengo el mío…publicar algún día mi libro.-
Me fui lentamente a mi escuela, pensando en don Juvencio, en sus sueños, en el dolor que le había ocasionado atropellar al animalito y si le relaté la historia a mis niños, incluso dibujaron al personaje. Uno de mis niños, dibujo un gran campo, con muchos animales y a don Juvencio con los dos chingues bajo un árbol. Lo encontré tan original y hermoso, que guardé el dibujo para hacérselo llegar.
Por ello, al no encontrarlo en mis viajes diarios, acudí al Terminal y pregunté por él. ¡Sorpresa! Ya no trabajaba en la empresa de buses… Había recibido una herencia, cincuenta hectáreas de terreno en el campo, cerca de la cordillera…. ¿Dios hace milagros? Claro que si.
"Cuida y protege a los animales, necesitan de nuestro cariño y apego". | |
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Ciudadano del Mundo Escritor activo
Cantidad de envíos : 1554 Fecha de nacimiento : 02/05/1990 Edad : 33 Fecha de inscripción : 06/03/2008
RECONOCIMIENTOS Mención: - a la excelencia en sus comentarios Mención: - por sus Aportes a Letras y Algo Más Premios: Mención Especial en el Primer Concurso Conjunto de Fotografía
| Tema: Re: EL PASO DE LOS "CHINGUES". Vie Sep 04, 2009 7:13 pm | |
| Un precioso relato,muy humano y con ese final felzi, recompensando al personaje. Muy bueno | |
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Elisa Lattke Escritor activo
Cantidad de envíos : 2667 Fecha de nacimiento : 27/12/1941 Edad : 82 Localización : Dentro de mí. Fecha de inscripción : 28/08/2008
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| Tema: Re: EL PASO DE LOS "CHINGUES". Lun Oct 12, 2009 6:43 pm | |
| Querida Liel, mi saludo antes que nada y mi beso.
Me ha encantado la historia, lo haces divinamente y es ejemplar. Todavía hay gente que se apiada de cualquier ser vivo y le da su afecto. Me hizo recordar algo que me refirió mi hija mayor, cuando venía con sus hijos y su esposo desde el extremo norte de Suecia a la capital, para venirse acá y él, su esposo, al poco tiempo saldría para Los Andes chilenos desde España, por su labor federativa y deportiva. También les ocurrió algo parecido con otro animal pequeño, muy común en esos bosques húmedos, una marmota. Se bajó con el niño mayor y lo retiraron del paso de otros vehículos. Le dejaron muy mal herido. "Se arrastraba porque el golpe le pilló toda la parte trasera, que podía haber sido reventada, aunque no parecía haber sangre. Gemía adolorido". Ni osaba morderles. Lloraron ese dolor ajeno como suyo y le pidieron perdón... Rezaron al creador. Les dejó el resto del tiempo entristecidos y en silencio. Pero es que no lo pudieron evitar.
Besos. Elisa | |
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