El Novelista
Ilusiones y más ilusiones, es lo único que tenía para ver pasar su vida día tras día sin sentirse más que un miserable.
La hojas se llenaba rápidamente de palabras; odio, muerte, destrucción, amor, salvación, adoración, sueños vacios, sueños llenos de esperanzas.
Todas con gran valor, aunque solo para el lector, el, no tenía nada más que su máquina de escribir y su cerveza “JhonWilliam” para acompañar una ligera botana de papas fritas.
Miraba de vez en cuando la ventana añorando salir y mirar el sol, durante las noches deseaba sentir el frio en sus mejillas y poder soñar alcanzar la luna en un deseo romántico de verano, como cuando era joven.
Pero ya no era joven, ¿Cuántos años había estado frente a la maquina?.
No sabría decirlo con seguridad, hacia mucho que no veía su rostro en un espejo, solamente lo palpaba de vez en cuando para saber cuántas arrugas más se habían agregado a su ceniza expresión de cadáver. No, no estaba muerto, aunque había veces que lo deseaba.
En veces se divertía haciendo figuras en la lámpara de aceite en las partes quemadas. La abría, usaba su dedo hasta donde alcanzaba, después usaba un limpia pipas. La mayoría de las veces eran calabazas que se proyectaban juguetonas en la pared sin iluminación, la pobre lámpara moría sin su alimento. Hacía mucho que “el” no venía a llenarla.
-¡Ja Ja!
Reía y sonreía junto a su amiga juguetona, había visto una en una cálida noche de Hallowen cuando era pequeño.
-¡Jua Jua!
Reía como una bruja mientras posaba su mano justo debajo de la calabaza dibujada en el manchón negro.
Parecía que la sostenía y la obligaba a hacer sus labores diabólicas.
-¡venga sácame de aquí!, o poderosa calabaza demonio.
Pero nunca se movía, siempre hacia lo mismo: reír estúpidamente mientras el lloraba sin darse cuenta.
Las lágrimas que caían sobre la mesa formaban pequeños ríos que circundaban un clavo medio salido y llegaban hasta el borde de esta.
-¡cuidado mis piratas, cascada a la vista, hemos de anclar en la isla de metal, donde los perversos guardianes nos aguardan!.
Las lágrimas se secaron solo dejando un pequeño manchón de sal, tomó un poco con su dedo índice y la untó en una patata.
-¡por este tesoro mis subordinados han muerto!, que sus almas descanses en los brazos del diablo…¡o mis valiente guerreros!.
De un solo bocado tragó la patata, ni siquiera la masticó, esta pasó causando una pequeña cortada en su garganta.
-¡o no!, la muerte del desangrado, he caído en la mortal trampa.
Derrumbó su pecho sobre la mesa alzando un poco el trasero de la silla que crujía con cada movimiento.
El sonido de los cerrojos corriéndose lo hiso volver de su balsa donde las gaviotas esperaban para devorarlo, abrió los ojos lo mas que pudo e inmediatamente comenzó a escribir.
La puerta se abrió dejando entrar una fuerte luz naranja que casi lo ciega, tuvo que mantener la vista baja, siempre mirando el clavo salido.
-muy bien, callado como siempre- dijo una oscura figura mientras con pesados pasos se acercaba a la máquina de escribir.
La figura toma la hoja recién escrita, acerca la antorcha que lleva en la mano izquierda.
Nuestro amigo…permítanme llamarlo nuestro amigo, usted y yo no tenemos por qué serlo, pero él lo necesita.
Nuestro amigo trata de levantar la cabeza pues el cuello le lastima, pero un certero golpe con el mango de la antorcha lo baja hasta hacerlo golpear de lleno la mesa con la frente.
-¡quédate quieto!.
-lo-lo-lo siento.
-¡cállate, tu solo debes escribir, no hables!
Otro certero golpe lo hace desmayarse, pero antes de caer en las penumbras de sus pesadillas que pronto plasmarían los terroríficos momentos y recuerdos de muchos lectores, lo ve alejarse, riendo y jadeando.
-¡magnifica, que magnifica historia!.
¿Qué años es, que tiempo es, quien soy, quien es el, quien eres tu?.
La próxima vez que leas algún libro, teme, teme que este manchado con las lágrimas y la sangre de un pobre infeliz, aprécialo, no le tengas lastima, al menos eso solo puedes hacer.