EL REENCUENTR (9)

La conferencia había resultado muy pesada, apenas sabían de lo que habían hablado pero tenían que hacer un reportaje.

Alejandra fue con los chicos a la entrada del hotel para la conexión en directo. Marina salió unos pasos detrás de ella, quería verla trabajar in situ. Se quedó apoyada en la pared, observándola trabajar. Alejandra la miraba a ella, no miraba a la cámara. Se sentía importante, hablaba sólo para ella. Se sentía orgullosa de su amiga. La miraba como si contemplara una estrella, así estaba cuando su móvil comenzó a vibrar en el bolsillo de su pantalón. Quiso ignorarlo pero las llamadas se repetían. Al final contestó:

-¿Tan ocupada estás que no puedes contestar?

-No estoy de vacaciones Carlos, estoy trabajando.

-Acabo de salir de la conferencia y tengo que hacer un artículo, así que si no te importa llámame en otro momento.

-Llevamos días sin vernos y pretendes que te llame más tarde… ¡No te entiendo! Los niños te echan de menos…

-Yo también les echo de menos Carlos, ¿Qué te crees? ¿Qué no pienso en ellos a cada momento?

-¡Si pensaras en ellos no te habrías marchado!

-No me vengas con esas, Carlos. No empieces de nuevo.

Alejandra terminó la conexión sin dejar de mirar a Marina. Se preocupó al verla discutir por teléfono. Seguramente sería Carlos “jodiéndola” de nuevo. Se acercó despacio a su amiga, no quería inmiscuirse. Marina la miró y sintió su preocupación. Pero estaba muy angustiada y cabreada, no quería pagarlo con ella. Cortó la discusión desconectando el móvil, y salió casi corriendo hacia su habitación. Alejandra la siguió, no quería dejarla sola. Ya tuviera que quedarse en la misma puerta de la habitación, no la abandonaría.

Marina cerró la puerta de la habitación de un portazo, no se percató de que Alejandra la seguía. Llamó a la puerta pero Marina no contestó. Insistió.

-Marina, ábreme la puerta por favor.

-Márchate Ale. ¡Déjame sola!

-No Marina. No me voy.

-¡por favor Ale!

-¡NO! ¡Me quedaré en la puerta si es necesario Marina, pero no te voy a dejar sola!

Alejandra apoyo tu mano en la puerta como si a través de ella pudiera acariciar a Marina. Quería abrazarla, consolarla, mimarla…

Marina dudaba si abrirla mientras permanecía apoyada de espaldas en la puerta. La necesitaba. Necesitaba su consuelo, sus abrazos. Pero no quería que la viera así, derrotada y abatida.

-Marina… por favor… déjame entrar…

Las lágrimas de Marina resbalaban por su mejilla. Se sentía hundida. Sabía que Alejandra no desistiría, que no se marcharía, y era consciente de que no quería que se marchara.

Abrió la puerta despacio, mirando al suelo. No quería que la viera llorar. Alejandra extendió su mano y acarició el mentón de su amiga.

-Mírame Marina, mírame…

Levantó despacio la cara desviando la mirada para no encontrarse con la de Alejandra, que acariciaba su rostro con sus dedos mientras eliminaba las lágrimas de que le resbalaban.

-Mírame… no me huyas la mirada…

Sabía que no podía evitar su mirada mucho tiempo. Buscó su mirada y la encontró.

Se encontró la mirada más intensa que había visto en ella. No necesitaba de palabras, porque con ella todo lo decía. Se refugió en sus brazos como un animal herido, se abandonó al llanto entre sus brazos, mientras Alejandra la abrazaba con fuerza. Marina se dejó mimar y proteger, se dejó querer como si nunca se hubiera alejado de aquellos brazos.