EL REENCUENTRO (5)

Marina subió a su habitación, se quitó la ropa, y se puso un pijama para dormir. Llamó a sus hijos y a su marido. No te tenía ganas de hablar con él. Alejandra le había alegrado el día, estaba contenta, y no quería que Carlos se lo amargara. Quería dormir tranquila, le esperaba una semana muy intensa de trabajo y quería disfrutar de la compañía de Ale, había pasado mucho tiempo desde que se vieron por última vez y tenían que ponerse al día. Habló con los niños, pero no con Carlos, no quiso ponerse al teléfono, estaba enfadado con ella y quería hacérselo pagar así. Pensaba que la haría daño así, pero provocó el efecto contrario, le hizo sentir mucho mejor. Le ahorró el momento de tener que hablar con él.

Alejandra, tras hablar con su cámara y organizar las pautas para el día siguiente, fue directa a su habitación. Le había emocionado tanto el encuentro con Marina que estaba como un niño chico después de abrir un regalo. Se había sentido como en sus años jóvenes, como si no hubiera pasado el tiempo y esa conexión que antaño hubo entre ambas no se hubiera perdido. Hacía tiempo que no se sentía tan contenta. Tenían mucho de lo que hablar, mucho tiempo que recuperar.

Eran las 7 de la mañana cuando sonaba el despertador en ambas habitaciones. Marina saltó de la cama como siempre. Alejandra apagó el despertador al menos unas tres veces, siempre se hacía la remolona en la cama, pero ese día tenía un motivo importante para levantarse, incluso más que el trabajo y la dichosa conferencia, iba a ver a Marina. Verla de nuevo despertó en ella sentimientos que ya creía olvidados, siempre estuvo enamorada de ella.

Marina se dio una ducha para terminar de despertarse, apenas había dormido en la noche: Había estado nerviosa y agitada, quizá por su encuentro con Alejandra. Se vistió unos tejanos y una camisa entallada que dejaba apreciar la forma de sus pechos.

Alejandra se vistió un traje chaqueta. No le gustaba vestir así, no era su estilo, se sentía disfrazada, pero su trabajo ante la cámara así se lo exigía, al menos en eventos como este. Se miró al espejo, tenía un brillo nuevo en los ojos. Estaba feliz, hacía mucho que no se sentía así. Se sentía hermosa, más que nunca. Era momento de bajar al restaurante, ya eran las 8 y llegaría tarde.

Marina estaba sentada en el restaurante, sentada en la misma mesa en la que se habían encontrado la noche anterior. Ya había pedido el desayuno para las dos, un café rebajado con leche, un zumo de naranja natural y unas tostadas con aceite y azúcar. Era el desayuno preferido de ambas cuando estudiaban, esperaba que a Alejandra no le hubiera cambiado el gusto en ese sentido. Miraba impaciente la puerta del restaurante, tenía ganas de verla de nuevo.

Alejandra bajó corriendo al restaurante, Marina seguro ya estaría esperando, siempre fue muy puntual. Entro por la puerta y allí la vio, esperándola, aún más hermosa si cabe de lo que ella recordaba. Intentó disimular como pudo el rubor que le subió por el rostro, y se acercó a la mesa con una sonrisa deslumbrante.