Y alejados del mundo y de su gente, nos contamos de nuestras cosas;
en un momento ella me comentó, que yo había ido a tratar de distraerme, y que estaba ahí, aguantando sus problemas, a lo que le respondi, que si no hubiera venido me hubiera perdido de conocerla, y me sentía muy bién de estar con ella;
y me decía que no había tenido ganas de venir, pero que ahora se sentía muy bién conmigo.
Los dos nos sentíamos bién, los dos estabamos necesitando de identificarnos en alguién, que nos escuchara, para poder librarnos del peso que andabamos cargando; y nos dimos el uno con el otro, y nos sentíamos bién de habernos encontrado, aquella noche de aquel día.
Y supe del amor que le estaba jugando una mala pasada, y el llanto intentó nublar la gracia de su ojos; y yo sólo quería que me regalara la tierna caricia de una sonrisa en sus labios; y mis ojos la veían; y sus ojos me veían; Tanto y tanto; desnudando nuestras almas; y la sorpresa que le asaltaba para preguntarse; ¿que estaba pasando? que estaba bajando sus defensas y se sentía bulnerable; y parecía que estaba luchando contra lo que estaba pasando; y no quería aceptar que estuviera pasando; y yo sabía que...
El amor llegaba,
en la caricia tierna
de una fresca rosa;
que estaba naciendo
a una nueva vida,
cuando el sol ya dejaba
de entibiar mis días;
perfumando el cielo
de los nuevos aires,
que traían calma
a mi sueño herido,
del puñal sin alma
hundido en mi pecho...
El amor nacía,
en la tierna rosa
de dulce mirada,
y se abría camino
entre las espinas;
para darle vida
al rosal marchito,
que olvidado y solo
se perdió en los días,
de los fríos soles,
de la noche oscura;
que durmiendo sueños
se olvidó que el día
amanece siempre,
en el canto fresco
de las tiernas alas,
en la rosa nueva
de fragante brisa,
que quedó prendida
en sus labios rojos,
en la suave caricia
de su pelo negro,
en el brillo inquieto
de sus tiernos ojos,
en los soles nuevos,
del amor que nacía
a los tantos años
de morir la vida...
Y parecía que no encajábamos en medio del bullicio del bar,y alejados de la música, de las risas, nos ibamos matiendo uno dentro del otro, con tanta necesidad de sentirnos contenidos; y quería saber de mí; y yo sólo quería saber de ella;y la complicidad de sus amigos, que iban dilatando la noche, y no quería irme de ella, y no quería irse de mí; pero el sol ya clareaba los primeros trinos del alba; y hubiera querido no tener que ir a trabajar, para permanecer en ella indefinidamente; sin tiempo ni espacio, como hasta ahora; para seguir charlándonos, sabiéndonos y viendonos; más allá de las miradas;más allá del mundo que nos rodeaba; al que ignorábamos.
Pero se había acallado el bullicio, la música ya no sonaba más; y sólo esperaban por nosotros; y a nosotros nos esperaba,aguardar hasta la tarde,para volver a vernos, como habíamos quedado...
Y fue la mañana del más lindo sol, amanecido en el más radiante cielo, como la emosión que me desvordaba, y fueron las más ansiosas horas de trabajo, que jamás habían pasado tan lentas;en la espera de volver a verla.
Y anduvo en mi; no podía apartar sun ojos de mis pensamientos;
y la impaciencia hacía intorelable la espera; para que me volvieran a mirar,tan intrigantes como seductores.
Por fin llegó la hora de ir a su encuentro, que se me hacía prioritario; y aunque no conocía la zona por dónde ella vivía, no precisé del dato de la Iglecia que me había dado; porque mis ojos no la vieron; sólo la vieron a ella; y cuando me preguntó, si había dado bién con la Iglecia; le respondí burlón...
¿Que Iglecia? ¡Ah la Iglecia! No la busqué, sólo busqué el brillo de tus ojos, para que me guiaran.
Y se quedó como complacida y avergonzada, y me encantó la sugestiva mirada que me regaló.
Cuando me comentó que no estaba segura si yo iba a venir, le dije que no quería más nada que venir a verla; y que a mí no se me hubiera ocurrido pensar que ella no vendría, y que sabía que iba a estar esperándome;con las mismas ganas que yo tenía de volver a estar con ella; me comentó, si siempre estaba tan seguro de las cosas; y le respondí que esta vez sí lo estaba.
Claro que no le iba a confesar que dentro mío, las ansiedades, los temores, las emosiones, las inseguridades, y las premuras de mis carencias, por saber si realmente era ella la que había estado esperando; estaban luchando entre la razón y los impulsos de mis anhelos, que trataban de desvordarse de mi ser.
El día, aunque fresco, estaba hermoso con el sol de media tarde, brillando a pleno; había traído el mate, como me había pedido, y me propuso ir a la rotonda de la playa, y hacia la playa nos encaminamos.
Me parecíoa extraño, que fuera sentada detras mio en la moto, y que no hubiera un solo contacto suyo con mi cuerpo; paracía que fuera viajando solo, si no fuera que ibamos charlando, así lo supondría; pàrecía como que no quería que mal entendiera la situación, o como que le trataba de poner el freno a algo; y yo que me moría de ganas de sentirla agarrada de mí; y tomaba las curbas a buena velocidad, para ver si lo lograba,pero nada, ella imutable; sólo era una tontería mía, pero quería sentirla abrazada a mí.
Y bajo el sol, frente al mar, en la playa, nos conversamos de todas nuestras cosas, supimos de ...
el sufrimiento de ella por ese amor que no la correspondía...
de mi vida antes de vivir en elbalneario...
de que tenía una hija de seis años, que vivía con su Madre...
de las ganas de estar con mis hijos...
del padre de su hija, que le había hecho la vida imposible...
de los deseos de terminar con todo, que alguna vez había sentido, cuando me pareció que todo se había perdido...
de su intento de terminar con todos sus sufrimientos, cuando ella también en algún momento había dado todo por perdido...
y de verdad que nos estabamos aprendiendo sin poder detener los impulsos, que nos brotaban de lo más intímo de nuestras carencias, y nos estabamos sabiéndo tanto, con tanta necesidadel uno del otro; que por momentos nos sorprendíamos,de estar charlándonos tan abierta y francamente.
Y cuanto más conocia de ella, más apenado estaba por lo que le había tocado en suerte vivir; sin lástima, pero con unos deseos enormes de amarla, de mimarla, de colmar todas sus necesidades de sentirse amada y protegida, como no había podido lograrlo hasta ahora; y no pude más que esbozar una tenue sonrisa, mezcla de tristeza y alegría, al pensar en la vida que en suerte me tocó vivir.
Y nos charlamos la tarde; y se iba metiendo tanto en mí, y quería amarla,tanto como que ella me amara; su arrebatadora juventud iba acelerando el ritmo de mis latidos,y sentía que la vida me iba volviendo al cuerpo; ya los años no pesaban tanto, sentía como que los últimao veinte años no hubieran pasado todavía; que bién me sentía, volviendo a experimentar aquellas pasadas sensaciones;cuanto bién me estaba haciendo,saber que realmenta existísa, que ya no era sólo un ansioso anhelo en mis carencias.
( Continuará)