HERIDAS

Casi al final del camino; justo cuando pensaba en desistir y emprender el regreso, David vio el pequeño rancho de bahareque situado en la orilla de la quebrada.

Ahí estaba: abandonado a su suerte.

De momento le pareció extraño ese lugar.

Vagamente recordó su niñez contemplando el galope de “el amarillo” devorando raudo la colina en franca huida para evitar ser atrapado.
De todos los que había en la Hacienda, era su mulo favorito.

Una centella dejó ver su lumbre sobre los picachos que vigilaban la llanura.

–David volvió a la realidad-

Nadie vivía ahora allí.
Todos se habían ido.

Había recorrido casi diez leguas en un caballo viejo que le habían prestado y aunque acusaba cansancio, era grato estar de nuevo allí. Hacía más de cincuenta años había partido dejando en ese entonces una Hacienda hermosa y próspera.

Ahora no era más que un rancho… un viejo rancho...

-Si- Volvió a la realidad.

Aunque quiso por un momento sentarse a escuchar el eco de esas montañas que le vieron crecer y partir aun siendo un niño, hoy sólo las contemplaría algunos instantes.
Esa sería quizá la última vez.

No daba crédito a lo que veía.
Pero algo le hizo convencerse de que era real todo lo que le habían dicho en el pueblo.

No sólo había desaparecido la Hacienda...con ella, el verdor de las colinas, la grama virgen, los sauces y los cocoteros y lo que antes era una bello rio que acariciaba la montaña y se deslizaba apacible a través de la extensa llanura, ahora estaba convertido en un riachuelo amarillento que a duras penas se arrastraba como serpiente herida.

Una ligera llovizna precedió a un nuevo centelleo.

El caballo en su mirar sombrío al comprender la tristeza de David, relinchó varias veces…el eco de su voz se rompió en los picachos de la frágil colina que también estaba a punto rodar por la ladera. La erosión había dado cuenta de ella.

Bajo un fuerte aguacero, David inició el regreso al pueblo trayendo consigo el alma herida.

Al desmontar , se sintió miserable.
Deseò no ver nacer un nuevo día

Jamás debí partir. -Pensó-

Jorge 02/01/2009 DRA

Un excelente relato Jorge, el arrepentimiento después de 50 años, de David, de haber dejado esa hacienda cuando brillaba en la prosperidad, los recuerdos que inundan su alma al ver que de eso no queda nada, heridas que profundizan la tristez y que hacen que uno se sienta en ese etado, incluso recordando etapas y y momentos que de alguna u otra forma al recorrer ciertos lugares tambien nos sumen en esa tristeza...me gustó el relato, muy bien escrito, con los detalles precisos para uno sentir esas heridas y hacerse parte de ella...

Un gusto leerte,

Un abrazo,

Ignacio

Excelente relato, imágenes encantadoras y con un gran mensaje ecológico, besos. Tibi

Si, tiene Usted razòn: arrepentimiento al final del camino. A veces pasa.
Gracias por su anàlisis a este sencillo escrito.

Un abrazo