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 HAY QUE ATENDER LOS ASUNTOS TRASCENDENTES

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Francisco de Sales
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MensajeTema: HAY QUE ATENDER LOS ASUNTOS TRASCENDENTES   HAY QUE ATENDER LOS ASUNTOS TRASCENDENTES Icon_minitimeVie Abr 23, 2021 2:17 am

HAY QUE ATENDER LOS ASUNTOS TRASCENDENTES


En mi opinión, las personas que tienen conciencia y consciencia de que hay “algo” que nos sobrepasa como Humanos, “algo” que está por encima y más allá de nosotros, “algo” que nos supera y trasciende, deberían afrontar sin miedo esos asuntos que se nos repiten de vez en cuando en forma de preguntas importantes, con un interés que requiere y desea ser contestado, pero que aplazamos una y otra vez.

Lo aplazamos porque sabemos que nos sobrepasan y que con las limitaciones de nuestra mente actual no somos capaces de comprender. Y no me refiero a que seamos más o menos inteligentes, sino a que son asuntos que tal vez no haya que afrontar y tratar desde el intelecto sino que haya que hacerlo desde el espíritu, desde la Sabiduría Interna, desde el corazón, desde el sentimiento. Nuestro cerebro, o nuestra mente, tal vez no estén preparados para asumir desde sus limitaciones lo que sí se puede comprender o aceptar desde la fe o desde la intuición.

Me refiero a asuntos como Dios o lo Divino, la Creación o el Universo, el infinito, etc.

Son asuntos que traspasan los límites de las experiencias posibles porque no podemos experimentarlos; sólo podemos concebirlos en el pensamiento y éste lo tenemos bastante restringido y con prejuicios. Además, salvo contadísimos intelectuales, las personas no tenemos capacidad de manejarnos con términos como “infinito” porque no sabemos cuánto ocupa o hasta dónde llega. Estamos acostumbrados a las cosas que tienen un ancho, un largo y una profundidad, pero cuando pensamos en que el infinito parece no tener ninguna de esas limitaciones entonces nuestra mente se niega a seguir pensando.

Dios o la Divinidad son asuntos inconmensurables a los que se puede acceder desde la fe o desde el sentimiento, pero no desde la razón ni desde el pensamiento. Se puede sentir a Dios pero no se puede pensar a Dios.

El Universo y la Creación –sea quien sea el autor- son milagros y no otra cosa aunque se pueda llegar a elucubrar sobre ellos en base a algunas teorías –sobre todo- y alguna constatación científica.

También hay asuntos de no menor valía que requieren nuestra atención: La vida, la muerte, el amor, la mente, etc. y éstas requieren una atención más inmediata y continuada porque se engloban dentro de nuestros intereses más cotidianos y porque ellas pueden conformar nuestro paso por este espacio y tiempo y forma en los que estamos.

Todas estas cosas tienen algo en común: de algún modo estamos presentes en todas ellas, aunque sea en un modo minúsculo, aunque puedan seguir su rumbo inalteradas sin nuestra presencia.

Sería bueno tomar conciencia de ellas y deberían interesarnos lo suficiente como para obligarnos a hacer un alto y sentirlas –mejor que reflexionar en este caso-; decir “la vida” y sentir LA VIDA; decir “el Universo” y atender –sin pretender ponerlo en palabras- al estremecimiento ante tal grandiosidad, ante la magia con que los planetas y los soles se mueven armónica y milagrosamente y sentir nuestra infinitesimal pequeñez–aunque nos creamos un mundo-; acercarnos con la atención a cosas más accesibles y asombrarse y estremecerse al pronunciar “espermatozoide y útero” y sentir lo que sucede en ese acto prodigioso –aunque la ciencia lo pueda explicar- en que entre ambos son capaces de crear una nueva persona, con sus ramificaciones nerviosas y unos ojos que ven y unos músculos y un sistema para caminar y una inteligencia; o mirar una nuez y preguntarle por el prodigio que realiza si se la entierra y se dan las condiciones de humedad convenientes; qué “inteligencia” o qué tipo de “instinto” tiene para que poder saber –una semilla seca y aparentemente sin vida- cuándo es el momento de salir de su cáscara que aparenta ser irrompible, cómo puede hacerlo, dónde está la información que le va a decir cómo construir un tronco, dónde poner las ramas, cuándo vestirla de hojas, cómo crear la savia y cómo llevarla hasta el último rincón.

Lo mismo nos pasaría si observásemos con una mirada nueva cómo se desenvuelven las cosas de la Creación –las nubes, los ríos, cada animal, el mundo que gira, el calor del sol, etc.-. La costumbre y lo cotidiano acaban depreciando tantas maravillas.

Los asuntos trascendentes requieren nuestra atención y los más cercanos también. Estamos tan acostumbrados a esos milagros y al prodigio de estar vivos cada día que raramente nos acordamos de dar gracias a quien sea responsable de esta oportunidad que nos ha sido concedida –prestada en realidad-, para que podamos disfrutar todo lo que hoy se encuentra a nuestro alrededor.

¿Vas a prestar atención a todo esto?

Te dejo con tus reflexiones…


Francisco de Sales

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