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 NIEBLA SOBRE CORDOBA - NOVELA (primera entrega)

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Alejandra Correas Vázquez
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Alejandra Correas Vázquez


Cantidad de envíos : 678
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MensajeTema: NIEBLA SOBRE CORDOBA - NOVELA (primera entrega)   NIEBLA SOBRE CORDOBA - NOVELA (primera entrega) Icon_minitimeLun Sep 21, 2020 1:01 pm

NIEBLA SOBRE CÓRDOBA  
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NOVELA
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
por  Alejandra  Correas  Vázquez
............................................

F O R M A S. Preludio
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Formas aéreas, cual formas fantasmales. Como formas de un tiempo ido entre la bruma, evadiéndose en esta mañana hacia diversos destinos del tiempo citadino.

Son formas fantasmales divisándose bajo el empañado vidrio de una ventana donde la amada espera.

Formas que se pierden hacia la lontananza, en calles cubiertas de ceniza,
por donde pasó arrasante la violencia citadina, cuando se saturó el espacio de pólvora y granizo.

Son formas que se esfuman como las “ánimas penando” ...en las tradiciones criollas.

Formas sutiles girando en derredor de ella, con su rostro angustiado y extático, en la vana espera de su amado. Anhelando el retorno ya imposible de su amado.

Formas que delinean en su mente el rostro del hombre que ella aguarda,
perdido en aquel laberinto de caos y ceniza, que ya no lo devolverá a la vida.

Son formas que la acompañan en esa inútil espera, y apoyada siempre,
cual estatua de mármol inmutable, sobre esa ventana empañada por la niebla.


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1 - DESAYUNO
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Aquella mañana los pies presurosos de la sobrina repercutieron sobre las paredes de la planta baja, al descender por la escalera. Un silencio desacostumbrado envolvía la casas.

—“¿Y los niños? ¿Todavía no se han levantado?”

—“Están en la cama, no los quise despertar. Hoy no irán a la escuela”— contestó la tía

—“¿Por qué tus niños no irán a la escuela? Convendría que descansaras luego de pasar esta noche en desvelo”.

No le contestó. Su respuesta fue un gesto indefinido con la cabeza. Puso una pava enlozada sobre la hornalla, moviendo con la otra mano la manijilla del gas. Vertió agua caliente en el mate y cuando estuvo espumoso, comenzó a sorberlo por su bombilla de plata. La sobrina volcó leche hirviente sobre una taza y agrególe chocolate en polvo, mientras buscaba la azucarera para endulzarla con dos cucharadas. Luego apagó el gas y tomó asiento al lado de su tía.

Ambas miraron hacia la ventana. Algunos escolares dirigíanse a clase tiñendo la calle como luces de amanecer, al deslizarse por la vereda con sus delantales blancos. Escenario neblinoso. El sol demoraba su presencia, volviendo indefinidas las facciones de los niños. Conversaban animadamente entre ellos, dibujando en la Niebla una nube de vapor tras cada palabra. Otros, de paso pausado, caminaban envueltos en gruesas bufandas.

—“¡Yo insisto!”— expresó con fuerza la sobrina —“Sería mejor que los niños vinieran conmigo hacia la escuela, como siempre, pues ellos no te dejarán un momento de reposo ¿Qué te ocurre? ¿Por qué esa pena? ¿Acaso te ha sorprendido?”

—“Niña... una vida de dos, no siempre es fácil comprender, desde afuera”— contestóle su tía

—“¿Vida de dos? Llevo tres años viviendo en tu casa y siempre hemos estado solas, como dos madres de estos niños sin padre ¡Vida de dos! ¿Acaso te refieres a la nuestra?”

—“No ...  Creo que has entendido bien mi pena”

—“Tía, comprendo que los niños te hagan falta en este día de sentimientos solitarios, pero no acepto la tristeza que esta mañana nos envuelve”

—“Niña, deberías ir sabiéndolo desde ya: En la historia de una pareja, las confidencias de sus actores son siempre incompletas ¡Es el gran teatro de la vida! Cuando el intérprete equivoca el pasaje de un drama, cierra los ojos y luego de la función acude a su memoria, recordando el recitado completo que debió ofrendar a su público. Pero en la vida real no puede corregirse para la siguiente función ¡No la hay!”

—“Tía, no aspiro a ser tu público sino tu amiga”— le observó la sobrina —“Me llevas pocos años y te recuerdo con claridad. El día que entraste en nuestra casa traías un juguete en la mano. Era para mí”

—“Era el primer día, del primer mes, del primer año de esta década que ahora termina ¡La media tarde del nuevo año!”— evocó la tía

—“Ahora estamos en el último año de la misma década y todo ha cambiado demasiado”— acentuó la sobrina

—“Es cierto, niña. Ya no estamos los mismos y no vivimos de la misma manera, ni en los mismos sitios”

—“Mi infancia feliz de aquel momento se trocó en tragedia, dando a mi juventud actual un hálito de madurez prematura. Pero hoy tía, me creo la persona mayor de esta casa y creo que voy a regalarte pronto, un juguete”

—“Exageras...”

La sobrina giraba su cuchara dentro de la taza con chocolate, produciendo aros sucesivos. Su rostro trataba de reflejarse sobre aquel líquido, pero los círculos rompían el esbozo. Como espejo roto de los actores que pierden su imagen. O no pueden formarla.

—“¿Te has dado cuenta que aún no tienes treinta años?”— insistió nuevamente la sobrina

—“Ultimamente ya ni lo pienso”— contestóle su tía

—“¿Has pensado que yo no he cumplido todavía veinte? ...Pero nos hemos cargado con todos los años que él no quiso llevar consigo”.

—“Esa es una observación muy dura, niña”.

—“Hoy está muerto ¿Qué lo empujó hacia la violencia? Con esa discusión, ese enfrentamiento...”

—“Su juventud y la de su tiempo, hace una década”.

—“El quería imponerse por medios violentos, pero sin medir sus ideas en el campo del diálogo ¿Qué lo hizo entrar allí? ¿Quiénes?”

—“¿Qué? ¿Quién? ¡Quizás todos nosotros!”— expresó exaltada la tía

—“¡No yo!”— defendióse la sobrina

—“No, eras demasiado pequeña. Un juguete como aquél que te llevé de regalo, hace ya diez años...”

—“Entonces ¿Por qué eligió ese camino? Tenía una familia protectora. Una Universidad destacada ¿Por qué fue?”

—“Detrás de la vida familiar, en la calle, hay otra vida. Entre los estudiantes como él era entonces, se produce un contagio colectivo ¿No te lo dice tu juventud?”

—“Existen núcleos de insatisfechos. Pero no me arrasan como a él. No estoy dispuesta a repetir su escena. Voy a la Universidad en busca de lograr una profesión, como ha sido siempre en esta ciudad. La medicina para seguir el camino de mi padre. Y me esfuerzo en ello”— dijo la jovencita con energía

—“Perteneces a otra generación, niña, pues han pasado diez años”.

—“Quiero adornos en las calles. Luces. Colores. Una ciudad que brille. Todo cuánto él desechó a mí me atrae y trato de lograrlo ¡Soy de otra generación! Pues nos colmó de dolor la suya. Nos agotó. Tuvimos una infancia y una adolescencia difícil por causa de la generación del 70”— expresó vehemente la sobrina

—“Una juventud se adorna, pero las angustias navegan bajo sus collares. Estás más cerca suyo quizás de lo crees”.

—“¡Juventud divino tesoro!”

—“También lo fue en aquel tiempo”— aclaró la tía

—“Pero para que él nunca saliese de ella, de ese mito poético, de esa juventud imperiosa y exaltada que lo arrebataba al extremo ¡De sus veinte años ilímites! ...Yo, su sobrina, tuve que madurar en forma precoz. Jugarme. Trasladarme y vivir en tu casa. Imponer tu protección a mi familia, la que era de él, y él olvidó por principios que no juzgaremos más en adelante, porque hoy está todo concluido. Al menos para mí”— concluyó la chica

—“Dura y taxativa, como es esta nueva generación”

—“Te equivocas tía, soy reflexiva. Fui yo quien en ese momento pensó en tus hijos, que eran los suyos, y que él abandonó para correr detrás de un albur de violencia. Pues cuando los demás dudaron... ¡Yo contemplé mi juguete! Aquél que un primer día, de un primer año, me habías regalado”.

—“Sin embargo no pensamos en él”— acotó la tía

—“Sí, lo pensamos. Sí, de otra manera. Te retuvimos junto a nosotros y  conservamos a sus hijos, gurises que apenas gateaban. De otro modo te hubieras vuelto a Jujuy dejando Córdoba, dejándonos a nosotros, y perdiendo todo lo de él ¿Y qué hubiera hecho tu familia viéndote regresar al norte sin concluir tus estudios, y como esposa de un guerrillero sin paradero fijo?”

—“Me había pedido que lo siguiera...”

—“¿Y los niños? ¿Y la ropa? ¿Y la escuela? ¿Era acaso posible alimentarlos con pólvora?”

La tía apartó a un lado el desayuno de la sobrina que habíase enfriado, sin ella tomarlo. Y levantóse encendiendo el gas para volver a entibiarlo. Puso su rostro contra la ventana cuyos vidrios hallábanse empañados a causa de la Niebla.

Figuras de niños en uniforme escolar, muy blanco, desaparecían con una ligereza fantasmal, bajo el manto blanquecino que cubría la ciudad de Córdoba en esa mañana de agosto. Una obscuridad penetrante envolvía la atmósfera en aquella primera hora de la mañana, como impidiendo el avance del día. El blanco relieve de La Cañada orientaba a los caminantes, con sus formas sinuosas y serpentinas, mostrando un paisaje de piedras blancas, delantales blanquísimos y nubosidad.

Formas aéreas como formas fantasmales. Como las ánimas penando de las tradiciones criollas. Como un ánima que sin duda en aquel momento rondaba esa ventana, empañada de Niebla, donde una tía y una sobrina mantenían su tenso diálogo.

Extendiendo ella un poco más allá la vista alcanzó a divisar, tras los vidrios nubosos, las verjas coloniales del Paseo del Marqués de Sobremonte, junto al cual por la falta de visibilidad, los automóviles se entrechocaban al ser estacionados. Los grandes plátanos con sus ramas desnudas, semejaban a duendes del pasado.

La sobrina también púsose de pie.  Las dos mujeres contemplaron juntas y expectantes, aquella dimensión silenciosa y arenosa en el parque del Marqués. El paseo hallábase en esta mañana de Niebla añorante de niños, de voces y juegos. Brumosa melancolía que aparentaba por momentos, acompañar la tertulia triste tras esa ventana. La tía dijo entonces:

—“¿Qué debemos hacer en este día que es el primero en que él está muerto?”

—“¡El Juicio de Familia! Yo seré la Fiscal”— aseguró la sobrina

—“Y yo la abogada defensora”— contestóle la tía

—“Pasemos entonces a la Sala del Juicio”— impuso la sobrina con seguridad

—“¿Testigos?”

—“Nos sobran. Partamos del comienzo de esta década, en mi infancia. Córdoba en fuego. Córdoba conmocionada. Calles calcinadas. Autos volcados. Country Club bombardeado. Comercios barretados. Manifestantes incendiarios. Gases lacrimógenos. Niños, madres, transeúntes, buscando refugio en medio de refriegas”

—“¿Es el Juicio a una década?”

—“Lo es. La que torturó mi infancia. La que tiñó de horror mi adolescencia”

—“También es un símbolo”— intervino la tía —“A mí me toca decir: La que cautivó mis sensaciones de mujer. Mis deseos de amor y romance. Porque era una década y una juventud romántica... sin descartar su trágico fin”

—“Elaborado por ella misma”— insistió la niña

—“Pero con ayuda de sus oponentes, no lo dudes”

—“Sigamos adelante ¿Qué atractivo veías en esa década, tía?”

—“Yo me enamoré, me fasciné, viví la piel y la sangre. Hubo tragedia pero también hubo algo mágico. Me corresponde compartir ahora su Juicio, como compartí en su momento sus encantos”

—“Haces bien tía, tu papel de abogada defensora, tienes argumentos que te justifican”

—“Porque soy sincera. Vi ensueños que me cautivaron al comienzo de esa década. Después me alejé antes de involucrarme en ardores de violencia. Circulé por su pasión, pero me coloqué lejos del conflicto y ello me permite hoy estar viva. Pero no voy a negar su hechizo. Lo tuvo.”

Los niños de la casa continuaban durmiendo. Ellas pasaron unos minutos de silencio, mientras sus rostros volvieron a dirigirse hacia la ventana. Afuera el escenario había quedado vacío. No veíanse más escolares y los autos dejaron de circular. Poco a poco comenzaba a perfilarse el desfile de personas bien trajeadas, que ingresaban en el Palacio de Justicia, ubicado frente al paseo.

La calle pareciera obscurecerse aún más bajo aquella Niebla progresiva, haciendo impenetrable la visión. La sobrina acercóse a uno de los vidrios intentando descorrer con la palma de su mano el cortinado de vapor, que cubría la vista del Paseo Sobremonte. Sin ninguna transparencia, la ventana tocada de pronto por un débil rayo solar, dejó deslizar sus finas lágrimas, las cuales comenzaron a disolverse en el marco de madera.

—“Después de todo”— comentó la chica —“Será mejor que los niños no salgan con este día. Uno en Prejardín y otro en Jardín, tienen mucho tiempo por delante”

—“Hay mucha neblina, pero la Niebla vivió durante todo aquel tiempo en nuestra casa. Cada pensamiento de mis costados era un rincón confuso. Una nubosidad se apoderó de mí, compartiendo a su lado sus premisas, junto a su bella sonrisa temeraria. Era una alegría eufórica dispuesta a cambiar a toda la sociedad nuestra... y hasta la del mundo. Su mirada penetrante, de ojos celestes muy claros, era tan bella, que yo no comprendí ante esa fascinación, el mensaje trágico que finalmente le aguardaba”— evocó la tía con emoción

—“Nunca tuvo presente los hechos reales, y prefirió la temeridad”

—“Dura como toda Fiscal. Como abogada defensora te diré que en su mundo soñado no cabía un final ingrato, como finalmente fue”

—“Tus dos hijos son sin embargo, algo real y claro. Estos gurises tienen tan pocos años que su mundo quedará fuera de esta esfera cruenta”— la consoló la sobrina

—“Eso espero. Es mi anhelo. Pero no fue igual para él. Porque no hay duda era yo quien no estaba preparada para una vida de riesgos, como la que él proponía”— admitió la tía

—“Y no tenías por qué estarlo”

—“Yo venía de una familia jujeña tradicional, con una vida serena y protegida, no estaba preparada para una vida insegura”

—“¡Y no es un delito!”

—“Pero él me acostumbró ... Sin embargo después deserté”

—“Tía, me causa dolor esta evocación. Soy la Fiscal de él, no la tuya. Has vivido más que yo, en años y en intensidad, tengo que aceptarlo. Pero veo errores en tus expresiones, pues él no tenía los derechos que se atribuyó contigo”

—“¿Cuáles? ¿Me explicas?”

—“Pues sí. Transmutar la existencia de una mujer muy joven, lejos de su familia, estudiante y enamorada. No puede pagarse la caricia del hombre a tan alto precio ¡No lo acepto!”

—“Buena Fiscal, pero demasiado dura. Hay algo de verdad, cuando arribé aquí para estudiar, yo tenía tu edad y me sentía muy sola. Fue hace diez años.”

—“Soy de otra generación, veo todo distinto... ¡Y debo irme en este momento hacia la Universidad dejando el Juicio de Familia, en un cuarto intermedio!”

La tía quedó contemplando un dedo de luz que penetraba por la ventana cubierta de Niebla.


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

Sigo, deambulando en la Niebla por un camino desconocido ¿Hacia dónde?

Sigo, como impulsada por un pasado destruido ¿A dónde?

Sigo, como huyendo de la rudeza del abismo ¿Desde dónde?

Sigo, sin contener el paso hacia una salida nebulosa ¿Hasta dónde?

Sigo, en la Niebla, ignorando el futuro, en busca de un destino difuso ¿Por dónde?

Como un ciego que busca su luz, cual llama apagada por el viento,
soy un alma errante que busca su salida …

¿Hacia donde voy? Errante en la Niebla?... ¿De dónde vine? … ¿Dónde me hallo hoy?


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NIEBLA SOBRE CORDOBA - NOVELA (primera entrega)
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