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 FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - NOVELA (rentrega treintaiuno)

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Alejandra Correas Vázquez
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Alejandra Correas Vázquez


Cantidad de envíos : 678
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MensajeTema: FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - NOVELA (rentrega treintaiuno)   FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - NOVELA  (rentrega treintaiuno) Icon_minitimeJue Sep 10, 2020 9:27 pm

FABULAS DE LOS ESTUDIANTES
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NOVELA
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por Alejandra Correas Vázquez
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FÁBULA  TREINTIUNO
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JUGANDO  A  LAS  ESCONDIDAS
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—“¡Luz!”

La sala adentro estaba en silencio y solitaria. El tocadiscos giraba vacío. Martín se acercó y apagó el botón.

—“¡Luz!”

Se introdujo por un corredor de la izquierda. La primera habitación estaba sin gente. La segunda con llave. En la tercera había una cama matrimonial de los dueños de casa, en la que se habían colocado una diversidad de objetos de los estudiantes. En un rincón estaba Luz ojeando un libro de fotos.

—“¿Luz ...juegas a las escondidas? ¿Por qué no me has contestado? ¿Es que no me oías mientras cantaba? Tal vez quisiste alejarte ¡Sé sincera! De todas maneras las calles están obscuras y será mejor que yo te acompañe de vuelta”

—“Escuché tu canto Martín y fue muy bueno. Pero estaba dedicado a tus compañeras, no hacía falta que yo estuviese allí compitiendo con ellas. No me aparté de improviso, sino después de advertirlo”— contestóle Luz

—“¡Asombroso!... No te habías fijado antes en mí, y ahora tienes celos ¡Vamos chiquita! Tu cabecita medita mucho, niñita mía, y no siempre lo hace bien. Es un peso duro y no te hace falta aún. La vida se encargará más delante de brindarte sus conocimientos. Déjame que yo te guíe”  

—“¿Y si no quiero?”

—“Tampoco quieres que otra dama se me acerque, es sugestivo, y ello me alienta. Una copa de vino te sacará el frío. Voy a buscarla”

—“¡No!”— le interrumpió ella —“Con el que has bebido basta para los dos, yo no acostumbro y me haría daño”

—“Amiga mía, sabes bien que no puede hacerme daño, pues ya nos hemos habituado a ello en las peñas folclóricas, todos los estudiantes universitarios ¡Vamos! No te quedes aquí acurrucada como una criatura”

La tomó de los brazos obligándola a levantarse. Ella se opuso con disgusto, pero la energía del muchacho era mayor. El le dirigió entonces una mirada hacia el rostro diciéndole:

—“¿Por qué jugabas a las escondidas conmigo? ¿Has querido huirme? Sin embargo no tomaste la calle para irte, sólo deseabas que yo te buscara y aquí estoy ...¡Lejos de esas señoritas que tanto te impresionan!... Sí, Luz, estoy a tu lado ¿Es lo que querías verdad? Ellas han quedaron atrás mío y desde esta noche no las veré más. Fue mi despedida”

—“Muy generoso de tu parte”— expuso ella en reproche

—“Sólo te pedí tu presencia en esta noche final de mi curso. Mañana seremos otros. Profesionales. Pero ahora has roto el cristal que contenía la esfera. El cristal que me inhibía y puedo hablarte sinceramente”

—“No hace falta que me digas nada”— sostuvo ella

—“Me has comprendido bien. Pero mientras huyas tus caminos estarán cerrados, porque te espantan tus propios sentimientos. Sea quien sea, el beneficiario de ellos. No soy yo el que te causa temor, el abismo que sientes no es de integridad física. Eso lo has percibido siempre. Tu horror es entregar las horas de tu vida a otra persona”

Martín calló, mientras la observaba con algo de dulzura. Y luego continuó más calmo:

—“Perdona... si he reaccionado con demasiada violencia. Pero es así, desde el primer momento no me fuiste indiferente. He sentido tu presencia y tu humanidad, desde tu arribo a casa de la abuela, como ninguno”  

Ella continuaba observándolo muy callada, y algo orgullosa también como niña-mujer, de ser el centro de atención de un joven que era el centro de atención de otras mujeres. Todas ellas bellas y capacitadas. Martín se le acercó con una sonrisa dulce. La tomó de los hombros abrazándola con suavidad.

Luz se olvidó de sí misma por algunos instantes. Se abandonaba en los brazos de Martín en forma pasiva. El escenario de su alrededor parecía haberse esfumado. Pero la intensidad del bullicio en la fiesta llegaba hasta ellos, aunque sólo fuera en sordina. Ella estaba envuelta como en una nube de vapor, pero un grupo entusiasta recorría la casa buscándolos y llamando a Martín. Esta algarbía  logró despertarla de su ensueño, haciéndola volver al lugar. Luz trató entonces de alejarlo con lentitud.

El grupo juvenil abrió la puerta y se acercó a ellos, de modo que debieron unirse al conjunto. Martín volvió a cantar, pero esta vez Luz habíase sentado a su lado. La noche transcurría en emociones y despedidas. Por fin llegaba la partida, la cual para aquellos estudiantes con siete años de convivencia, era un final anunciado y no deseado.

Salieron. La noche era muy obscura. Las casas habían cerrado sus ventanas. El grupo de jóvenes era grande y ocupaban toda la calle. Un vehículo aislado pasó cerca de ellos, arrojando sus ojos de luz a través del silencio de esa hora. Luz y Martín se hallaban a pocas cuadras de distancia de su casa. Luego entraron en las arterias bien iluminadas.

—“Mañana estarás libre de mí”— le dijo Martín depositándole un beso pequeño en el cuello

—“¿Y si no quiero?”— respondióle ella

La noche avanzaba. La urbe se habría hacia el centro citadino con sus anuncios multicolores, que hacían olvidar la ausencia de estrellas en el firmamento negro. Las luces de la calle semejaban a un día hecho de acrílico, pero construido por los hombres.

—“Entremos a casa, allí hablaremos...”— expresóle Martín


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