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 FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - NOVELA (entrega treinta)

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Alejandra Correas Vázquez
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Alejandra Correas Vázquez


Cantidad de envíos : 678
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MensajeTema: FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - NOVELA (entrega treinta)   FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - NOVELA  (entrega  treinta) Icon_minitimeJue Sep 10, 2020 12:40 pm

FABULAS DE LOS ESTUDIANTES
.......................................
NOVELA
..........

por Alejandra Correas Vázquez
.........................................


FÁBULA  TREINTA
.........................

FIESTA  DE  ESTUDIANTES
......................................


Afuera la tarde se obscurecía minuto a minuto. Luz fue hasta su cuarto y buscó ropa adecuada para una reunión juvenil. Colocóse un can-can rojo, luego una minifalda color rosa. Peinó sus largos cabellos obscuros atándolos con una cola de caballo, pero no quedó conforme. Hizo con ellos una trenza colgante. Luego retocó sus ojos verdes, con un lápiz también verde. Para los labios eligió un color rosa violeta. Unos aros grandes completaron su atuendo.

—“Se ha puesto linda la Niña Luz”— comentóle Juana que llegaba en ese momento de su visita dominguera, trayendo además a Marina

—“Tengo una reunión a las 21 hs, no le diga nada a la abuela que ya está acostada. No quiero que se aflija”— le contestó Luz

—“¿Tiene la niña quién la acompañe de regreso?”

—“Sí, duerma tranquila Juana, buenas noches”

Afuera la ciudad se movía presurosa. Sus habitantes deslizábanse por las calles a pesar de la penumbra que los iba envolviendo. Dueños de sus caminos, igual a un colmenar, avanzaban como un enjambre por sus corredores de siempre. Y entre ellos Luz. El asfalto la llevaba con lentitud pero sin pausa.

Finalmente halló la casa, cuya dirección tenía apuntada en un papel, con letra de Martín. Esperó un momento y tocó el timbre. Observó que la puerta estaba entreabierta y muchas voces se confundían, llegando desde su interior. Ninguna se callaría para abrirle. Comprendiéndolo, avanzó entre el bullicio y fue mezclándose con los demás jóvenes.

Cerca de la entrada un grupo la observó con rapidez. Más allá la saludaron, y con sorpresa Luz divisó a Jaime, quien hallábase acompañado por una joven rubia de minifalda. Otros se preguntaron entre sí quién sería ella... Ella era un rostro más en aquel conjunto.

—“Esta debe ser una reunión de estudiantes de ingeniería”— pensó Luz —“Al menos está bien iluminado”—se dijo, queriendo olvidar en aquellos momentos la obscuridad de la calles

En un extremo divisó a Martín, dialogando dentro de un grupo y rodeado por bellas damiselas estudiantas. Esta escena la sorprendió. No deseaba acercarse ni interrumpirlo. Pero pudo observarlo con detenimiento, como no solía hacerlo en la casa que ambos compartían. En ese momento dióse cuenta de que él era alto y esbelto, de buenos hombros. Su cabellera rubia y ondeada, algo crecida, le daba una presencia jovial y resuelta. Luz comprendió divisándolo de lejos, que Martín tenía un fuerte atractivo en su entorno.

Luego de un rato, como presintiéndola, él volvió la cabeza y dirigióse de inmediato hacia ella:

—“¿Cuánto hace que me observas sin arrimarte?”— le expresó —“Pero al menos has venido”

La tomó del brazo conduciéndola hacia un asiento cercano a la ventana.

—“Aquí estaremos más tranquilos, aunque la sonoridad de las voces lo envuelve todo”— dijo Martín

—“Me parecía estar vagando por un paraje nuevo y desconocido”

Luz quiso mirar por la ventana, pero el escenario de la noche era sólo un manto negro

—“¿Y si así fuera? Que hayas llegado hasta aquí aceptando mi invitación, ya es algo inesperado”— comentóle él y dejó escapar una risa  pequeña

Ambos se miraron con una curiosidad nueva. Allí eran distintos. Estaban muy cambiados de atuendo y de disposición. El volvió a hablarle:

—“¿Qué opinas Luz? Para buscarte he tenido que trasladar mi cita hacia una multitud de calles de distancia. Cuando nos vemos a diario y en la misma casa”

—“Quizás... vamos a conocernos recién ahora. Pero mañana continuaremos la rutina ¿Por qué me has elegido para compañera de esta noche y en medio de este bullicio?”— preguntóle ella

—“Sin duda una rareza o tal vez temor”— aceptó él —“¿A qué se debe esa pregunta?”

—“Es que te vi muy solicitado, rodeado de chicas. Allí están todas ellas mirándonos, y se hallan disgustadas ahora conmigo…dijiste ¿Temor? ¿A quién... a mí?”

—“Sí... Casi exactamente, un temor de varón que siempre existe ante una bella chica. No te preocupes por ellas, mi elección la defino yo”— aseguróle Martín

—“¿Y que otro temor tienes?”

—“Algo de debilidad frente a la hora de mi partida. Paso las horas meditando cuánto habré de añorar, lo que abandono ahora y dejo detrás mío... Y también como un niño revuelvo los rincones, sin encontrar ningún objeto para llevar conmigo”

El hablaba en realidad para sí mismo, pero estaba frente a Luz y no sentía temor en expresarse. Desde ese punto prosiguió:

—“Hoy día me incliné hacia la mascota intocable de mi abuela, y decidí invitarte. Durante semanas te he estado observando a lo lejos, aunque te supiera cerca y sola”

—“¿Te refieres a mí? ... ¡Yo no soy la mascota de nadie!”— gritó Luz

—“No le perteneces a nadie, es verdad. Pero mi hermano y mi primo hallan un compañerismo a tu lado que les endulza la vida. Ha sucedido desde tu llegada, y ellos giran alrededor tuyo”— aseguró Martín

—“Eso ya es distinto. Y lo acepto”

Volvieron a callarse, mirando hacia los participantes de aquella reunión de fin de curso. Todos estaban alegres, prontos a obtener sus diplomas y eufóricos por ello mismo. Llamaban a Martín quien hacíales una seña con la mano, para proseguir su diálogo con Luz.

—“Hace unas horas me pareció que todas las circunstancias me brindaban el momento que había aguardado. Pero tu demora en llegar me preocupaba. Has venido y ahora no estoy seguro de mis palabras. La razón porque te he llamado, yo la conozco bien, y quizás la guarde con un cerrojo”— calló él de repente

—“¿Puedo tener esa llave?”

—“Sí. Es una sola llave, y te la reservo para el día de mi partida”

—“Para mí es una situación triste toda despedida”— díjole ella —“Acepté venir a este lugar tal vez porque surgió de repente, sin causarme dolor. Ahora no puedo negarlo, vine muy contenta a buscarte ¿Y por qué admitiste esa condición tuya al invitarme, a pesar de mi compañerismo con los otros dos muchachos en la casa de la abuela?”

Hablaban sin mirarse, como en un diálogo hacia ellos mismos.

—“No sé Luz”

—“A mí, en cierta manera me alegra. Casi por orgullo... frente a esas compañeras tuyas tan hermosas y atildadas, que desde allí te llaman ¿Son ya ingenieras?”

—“No, casi arquitectas, es la profesión que más eligen las mujeres. Les falta la tesis. Pero hemos cursado juntos muchas materias”— le explicó Martín

—“Pienso que éste es el escenario de tu vida... y no el mío. Me siento aquí como una infante. La frescura de mi rama me decepciona”— confióle ella

—“Haces mal, Luz. Te he tratado en muchas oportunidades como a una niñita. Es verdad. Pero en la continuidad del diálogo te devolví el lugar de mujer. Esa frescura tuya, es posible que fuera lo que yo estoy buscando desde siempre. Después de todo soy un hombre”

Martín sonrió para él mismo y la miró al rostro recién entonces.

—“¡Y para buscar mi compañía has elegido la confusión de esta multitud!”— le indicó Luz señalando la juventud bulliciosa que los rodeaba

—“No, te equivocas. Te he buscado en forma personal”— contestóle él

Luz no estaba sorprendida. Estaba cautivada. De modo que ella hallábase dispuesta a continuar con aquel diálogo en medio de una fiesta. Entonces le dijo a Martín:

—“Te veo aleteando en un remanso propio, creado a tu gusto, donde el afecto es un sentimiento carente de fuego. Aceptas ese bosquejo de amor que te ofrecen esas bellas camaradas de curso a quienes acá veo, muy entusiasmadas con tu conquista pasajera... ¿Por qué?”

—“Es parte del juego estudiantil, y aquí se acaba esta noche. Por ello te he llamado, para darle fin”

—“¿No te han hecho feliz? ¿Cuántas veces estuviste en sus brazos? Todas aquellas vueltas que no llegabas de noche, volviendo al día siguiente”— reprochóle Luz

—“No tienes autoridad para preguntármelo. Al menos yo no te la otorgo”— contestóle Martín con firmeza

—“¿Enojado? ... Si mi presencia aquí te significa un reproche, puedo irme. La experiencia resultó frustrada”— expresó ella con altivez

—“No. He dado este paso buscándote, porque así lo deseaba. Dentro de unas pocas horas estarás libre de mí. Y de aquí a uno mes nos separará un continente y un océano. Mi recuerdo se habrá olvidado de tu mente”— le respondió él

Tomándola del brazo hizo que se levantara, diciéndole:

—“Vamos hacia el centro del movimiento. Para eso estamos aquí”

Se unieron a los otros en la algarabía. Las músicas se sucedían. Tonos fuertes y bajos. Por algunos momentos las rondas los separaron. Debieron bailar con los otros asistentes. Martín vióse rodeado de nuevo por sus arquitectas, que le demostraban sus atenciones. Jaime se acercó contento a Luz y la invitó a danzar con él.

El bullicio se calmó. La concurrencia dirigióse al jardín del fondo de la casa. Sonaron las guitarras. Caía el frío. Pero los jóvenes se cubrieron con sus abrigos y chales, sin apartarse del lugar. Aquello era para algunos su despedida, no sólo de la universidad, sino también de la ciudad universitaria que habíalos acogido durante sus años de estudio. Estaban al final de un tramo de sus vidas. Pese al aire que los iba envolviendo, los cambios climáticos de noviembre determinaban la cercanía del verano. Y ese jardín ofrecíales su aroma de flores y brotes nuevos.

Con el verano vendría la pausa. El nuevo año habría de recibirlos lejos ya de los recintos de estudios. Y en muchos de ellos, sería para siempre. Pero durante estos instantes de despedida entre compañeros, sus derroteros continuaban unidos. Hacia adelante el mundo habría de bifurcar sus sendas. Martín comprendía todo esto con una nostalgia presente, donde además advertía que iba a alejarse sin retorno de la casa de su abuela, tan cara para él en aquellos años que concluían.

Entonces se incorporó y fue a pulsar una guitarra. Cantó con ánimos entusiasmando al grupo asistente. Ofrendó sus coplas con una bella voz timbrada. Salieron de su pecho “La Cautiva” y “Córdoba de Antaño”, “Jardín Florido” y los temas del Chango Rodríguez. Luego llegó la inefable “Zamba de mi Esperanza” que todo el conjunto juvenil coreó a gusto. Las cuerdas emitían sus voces al aire. Recuerdos que más tarde se apagarían.  

La noche no tenía estrellas. El viento silbaba en la calle. Martín ofreció su última copla y volvió a su lugar. Pero no halló a Luz entre el conjunto.


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