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franckpalaciosgrimaldo
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MensajeTema: En los siguientes meses- Parte 1   En los siguientes meses- Parte 1 Icon_minitimeMar Mar 26, 2019 3:53 pm

Los siguientes meses...
0
*** Amanda Escobedo***
Amanda Escobedo es una psicóloga de 31 años de edad, madre de un pequeño niño de 6 años, feliz mente casada desde hace 8 años con Eduardo Ovalle, un abogado que la adora, trabaja por las mañanas en el hospital de la ciudad ateniendo pacientes, en las tardes se encarga de su pequeño y eventualmente atiende algún paciente en su hogar.  
Lleva una vida tranquila entre el trabajo y la familia, todos los días al despertar al lado de su esposo demuestra su amor dándole un beso, cuando el despierta después, de lo contrario él hace lo mismo, despierta a Abel de un beso y lo alista para levarlo a la escuela mientras prepara el desayuno para sus dos hombres amados; gracias a sus horarios pueden desayunar los tres cada mañana sin problema, luego de eso su esposo lleva al niño a la escuela mientras ella se va al hospital, debido a que está en su camino a la firma donde trabaja.
Son un matrimonio feliz, se casaron enamorados y viven tranquilamente en un vecindario amistoso y seguro.
En el hospital trabaja hasta las dos de la tarde, que es cuando sale y recoge a su pequeño de la escuela, en la tarde almuerza con él, le ayuda en las tareas, Abel es un niño bastante inteligente que nunca da problemas; eventualmente Amanda también atiende pacientes particulares en casa durante las tardes.
Todo parece irle de maravillas, no es una mujer conflictiva, su formación profesional la ha dotado de una calma envidiable ante los posibles estresores de la vida diaria y el trabajo, jamás se ha metido en problemas, buena hija, buena esposa, excelente profesional, amorosa madre, por lo cual los sucesos venideros de su vida no tenían sentido alguno.
Todo comenzaría un día como cualquiera al recoger a su hijo en la escuela, luego del trabajo.
1
"EL mensaje de texto"
Amanda conducía de camino a casa, Abel sentado detrás, con el cinturón bien puesto y observando a través de la ventanilla a la carretera. El camino de la escuela hasta la casa es relativamente corto, pero había muchos árboles y parques en la zona que hacían el camino entretenido para un niño.
― ¿que quieres para comer, amor? ― le pregunta al pequeño llamando su atención.
― ¡Hamburguesas, mami..., hamburguesas! ― respondió emocionado.
― Hamburguesas... creo que ya hablamos de eso, Abel, no son buenas para nosotros... ― le responde ― ¿Qué te parece una estofado de legumbres? Te gustan las legumbres... ― sugiere observándolo por el retrovisor.
― ¿legumbres? No, mami..., quiero hamburguesas... Juan come hamburguesas, Esteven come hamburguesas, Nina come hamburguesas... ¿Por qué yo no, mami? ― dice lamentándose.
― Todos esos compañeritos que mencionaste tienen algo en común: son gorditos... y posiblemente sufran de problemas cardiovasculares, mi bebé no tendrá esos problemas... ― explica.
― No te entendí..., pero yo quiero ser gordo entonces ― dice cruzando los brazos enfadado.
― Me lo agradecerás cuando tengas 16 años y puedas atraer jovencitas que no tengan acné o les guste el manga... o esas modas extrañas... ― dice guiñándole el ojo.
― No te entiendo... ― responde el niño.
― Que las hamburguesas son malas para la salud, mi amor... ¿te parece si comemos arroz con puré de patatas y algo de asado de pavo? ― pregunta.
― Bueno, si... ¡si, si me gusta! ― dice sonriendo.
― Bueno, al menos pudimos concertar...  
Más tarde ese día luego de comer ayudó a su hijo con la tarea, luego le permitió ver algo de televisión, ella era muy firme con la educación, así como las responsabilidades y ver televisión no era algo que le gustaba que hiciera su niño, pero dado que este era igual de terco que ella y sabia conversen como su padre habitualmente la discusión terminaba en 30 minutos del canal de los dibujos animados o de los animales.
Mientras el pequeño se entretiene en la sala viendo la televisión, ella a unos metros en la meza del comedor revisaba unos informes que debía entregar, revisaba sus mensajes y trataba de organizar sus archivos.  
Entonces su teléfono comenzó a vibrar, se trataba de su esposo el cual solía llamarla siempre por esas horas, los días que sabía no atendía consultas particulares.
― Hola, guapa... ¿Cómo estás? ¿Qué tal tu día? ― pregunta desde su oficina.
― Bien, amor... tuve una discusión con Abel por el almuerzo, pero bueno... no fue necesario ir a juicio...― sonríe.
― Ese es mi muchacho... ― sonríe. ― ¿Dónde está ahorita? ― pregunta.
― Esta en la sala, esta hipnotizado con ese muñeco de la televisión... ojala fuera tan fácil hipnotizarlo yo...
Ríen.
― Bueno, es un niño..., amor llegaré temprano hoy, ¿Qué te parece si cuando se duerma Abel...? ― le insinúa.
― Me parece excelente... ― le dice sonriendo― lo acostare temprano, así tendremos más tiempo.
― Llevare una botella de vino del que te gusta, guapa...  
― Que rico..., tengo fresas en el refrigerador...
― Ok, llevare crema batida también... ― ríe.
Entonces el celular vuelve a vibrar en sus manos.
― Me llegó un mensaje nuevo, espero no sea del hospital... ― dice ella.
― Ok, amor, nos vemos a las 8:00, acuesta a Abel temprano, si es posible sácalo a correr al parque para que se canse... ― le sugiere.
Ella sonríe.
― No es mala idea, descuida, mi amor, te espero, cuídate...
― Un besote, guapa... ― corta.
Entonces revisa el mensaje de texto, eventualmente le suelen llegar mensajes de la secretaria del área de psicología informándole del cambio de alguna cita o una cita importante o entrega de informes.
Pero esta vez no se trataba de eso, era algo totalmente distinto.
"Tienes una bonita familia, que lastima que en los siguientes meses no tendrás nada más que una sensación de que sucedió aquí".
― ¿Qué es esto? ― pensó mientras trataba de pensar de quien podría ser el numero desde el cual el enviaron ese mensaje de texto.
Pero no lo reconoció, no era de nadie de su lista de contactos.
A sensación al leer eso fue de extrañeza, ¿Quién podría haberle escrito eso? Pensó, quizás se trataba de una broma o alguien tratando de fastidiar, se respondió a sí misma, no era la primera vez que le llegaba algún mensaje extraño que resultaba ser equivocado.
"¿Quién eres? ¿Te parece gracioso esto?"
Respondió al número.
Luego de esperar unos instantes el celular vibró nuevamente.
"No, no es para nada gracioso, no me estoy riendo, y tú tampoco lo volverás a hacer"
Respondieron, solo confundiéndola más y dejándole una extraña sensación, incertidumbre y más dudas.
"Bueno, sigue divirtiéndote, tengo cosas más importantes en las que pensar como para preocuparme por un trastornado"
Respondió, luego de eso su celular no vibró más.
Esa noche como lo planeó, acostó temprano a Abel, preparó fresas, unas copas y pasó una romántica noche con su esposo, lo que ignoraba Amanda era que después de ese día su vida como la conocía cambiaría definitivamente.
2
"Teoría del Caos"
Algunos días más tardes y por el ritmo natural de sus días Amanda había olvidado el mensaje, se había dedicado a trabajar como era habitual, su ritmo de vida predecible y tranquilo le hizo simplemente olvidar algo que no significaba más allá que una broma tonta.
Pero el viernes de esa semana mientras se encontraba atendiendo a una paciente en el pequeño ambiente que tiene en la parte trasera de su casa, una salita que funge de consultorio psicológico y biblioteca desde hace algunos años, al estar conectada al jardín, con una enorme ventana y unos muebles grandes y comodos es perfecta para sus sesiones.
―...Entonces me despierto y ya no puedo continuar durmiendo, doctora, doy vueltas en la cama hasta que amanece... ya hacía mucho que no me ocurría...
― Exactamente 5 meses, Susan... ¿ha ocurrido algo últimamente? Algo que haya reiniciado esta situación...
Susan es una viuda de 63 años, hace 7 meses perdió a su esposo, entró en depresión y por recomendación de sus hijas asistió a terapia psicológica, había evolucionado satisfactoriamente hasta hace algunos días que había comenzado con los insomnios.
― Pues la verdad no lo sé, Dra. Todo ha seguido como siempre... ― dice levantando los hombros.
― Bueno, si lo que me dices es verdad quizás debas mejorar tu dieta, ¿has estado comiendo algo diferente? ― pregunta.
― Pues me enviaron algunas cosas, unos dulces de la provincia de Maliria, mis sobrinas― le dice ― ¿cree que sea eso? ― pregunta extrañada.
― Es probable, tú debes seguir una dieta, el doctor te había recomendado una, y los dulces estaban prohibidos, ― le dice ―... deja de comerlos por estos días, la otra semana regresa y si estas mejor entonces se debía eso ― sonríe ― ...  
― ¿y si sigo sin poder dormir? ― pregunta.
― Bueno, entonces te enviré a hacer unos estudios para descartar algún daño orgánico, descuida... ― Entonces el teléfono de su escritorio suena. ― pensé que lo había desconectado, perdóname, Súsan... ― dice disculpándose.
― No se preocupe, Dra. Atienda ― le dice sonriendo.
― Es que a veces me llaman del hospital... ― dice poniéndose de pie y dirigiéndose a contestar. ― ¿hola? ― responde.
Se trataba de la secretaria del área de psicología del hospital de la ciudad, solicitaba su presencia urgente en el hospital, había ocurrido un problema y era necesario que ella estuviera presente.
― Estoy con una paciente en mi casa, no puedo moverme ― ve su reloj ― aun me quedan 30 minutos con ella...  
― Debes venir lo antes posible, hay una junta con el director del área, Amanda, nos han demandado por un informe que tú firmaste..., uno de tus pacientes se ha suicidado, le diste el alta cuando era un paciente de riesgo....
Esas palabras dejaron helada a Amanda.
Se disculpó con Susan y llamó a la niñera que siempre cuidaba a Abel, una jovencita del vecindario que era de confianza.
Condujo rápidamente hasta el hospital, no podía creer lo que sucedía, en más de 5 años de carrera nunca había cometido un error, por lo que le parecía muy extraño lo sucedido.
Al llegar a la junta todos sus colegas y los encargados del área legal del hospital estaban en la sala de reuniones, todos estaban con una expresión de preocupación que ella notó al solo poner un pie ahí.
El director del área de psicología la puso al tanto de la situación, los familiares de uno de los pacientes del piso habían denunciado que la Ps. Amanda Escobedo, la doctora a cargo del tratamiento y seguimiento de Henry Santos Vega, un paciente con Depresión crónica, el paciente hace dos días atrás había recibido el alta, puesto que se encontraba internado desde hace 2 meses por una desnutrición, luego de sus terapias y sus estudios médicos Amanda había firmado que se encontraba estable emocionalmente, y que debía regresar en 2 semanas para un nuevo estudio, pero este no regresó, sus familiares, más exactamente su hermana quien iba a visitarlo una vez a la semana, lo encontraron en su apartamento con un balazo en la cabeza.
Dado que ella había firmado corroborando a la estabilidad del paciente era la responsable de la situación, aunque la demanda iba directamente al área de psicología.
―El paciente no era de alto riesgo, Henry estaba estable emocionalmente ― insiste ella con algo de frustración. ― tengo sus estudios, sus pruebas, se le aplicaron dos exámenes de depresión y dos de Estabilidad emotiva, antes y después de su internado... estaba estable ― insistía.
― Pues algo ocurrió, esas pruebas están entonces equivocadas ― dice uno de los abogados ―... el paciente se suicidó solamente a un día de salir de aquí, era su trabajo derivarlo para tratamiento psiquiátrico de ser necesario, ahora está muerto y la demanda es por una reparación muy grande, el departamento legal no va a ayudarte, ― le dice. ― firmaste, diste tu autorización como profesional.
― Fernando... ― se dirige a su colega y director del departamento ―... tu sabes que no me pude equivocar, tu sabes que no cometería un error de esa magnitud, poniendo en riesgo a un paciente, vamos, diles... diles que hay un error...
Pero su compañero solo la miraba a los ojos, sabía que esto era algo serio en más de 20 años de servicio, el departamento de psicología del Hospital Santa Catalina nunca había pasado por una situación de esa magnitud.
― Lo siento Amanda, haremos lo que podamos para ayudarte, pero... no puedes seguir trabajando aquí, y debo enviar un informe de esto a la escuela de psicólogos..., no podrás ejercer hasta que acabe el juicio... ― le dice con expresión de tristeza, la conocía de tiempo y le apenaba la situación, pero tenía responsabilidades como director del área.
― Esto es injusto, hablaré con mi abogado...― su esposo ―... ustedes saben lo profesional que soy, aquí ha habido un error, y no es justo ― dice exaltada, frustrada y muy angustiada dirigiéndose a la puerta.
Esa noche le muestra a su esposo y abogado los papeles de la demanda, en la cual exigían una suma alta de dinero como reparación, así como que le quiten la licencia permanentemente a ella por mala praxis psicológica.
Las pruebas que evidenciaban en la denuncia eran claras, el paciente no debía salir del hospital, puesto que había tenido ya dos amenazas de suicidio, que ella misma había firmado y tratado, esta vez el paciente aunque había pasado los exámenes había terminado disparándose en la cabeza, el informe policial indicaba que había dejado una carta de suicidio donde indicaba sus ansias de dejar este mundo y se despedía de sus seres amados, era obvio que había entrado en una crisis.
Eduardo lamentó la situación y fue sincero al decirle a su esposa que su firma en un informe que tenía un error o un alto margen de error la colocaban en un problema muy grave puesto que de demostrarse que las pruebas no fueron bien administradas o corregidas, le quitarían la licencia y el hospital debería pagar una reparación, y si este se desvinculaba de ella, esta podría incluso ir a la cárcel.
Las siguientes semanas fueron de mucho estrés para Amanda la cual perdió su licencia de ejercer la psicología clínica y psicoterapéutica hasta el final del juicio y dependiendo de la sentencia final.
Su esposo trató de conseguir arreglos con los familiares y con el hospital, pero fue difícil llegar a un buen acuerdo, cuando una psiquiatra había certificado con firma que el examen estuvo mal realizado, el director del hospital dejó la responsabilidad al director del departamento legal de psicología y este lo que hizo fue despedir a Amanda y dejarlo todo en manos del abogado de Amanda.
Nunca se había sentido ella tan frustrada y traicionada por sus compañeros en el hospital y la escuela de psicólogos, quienes la habían reconocido como una excelente profesional no hace mucho, pero ahora la dejaban sola.
A dos semanas del suceso y a una de la sentencia, las cosas empeorarían para Amanda.
Eduardo se encontraba en su oficina revisando algunos documentos correspondientes a algunos otros clientes a los cuales representaba, cuando le llega a su oficina un sobre extraño con un mensaje.
"¿Qué se siente ser el abogado del diablo?"
Eduardo extrañado coge el sobre.
― Inés ¿Quién dejó este sobre aquí? ― Le pregunta a través del comunicador a su secretaria ― es uno de color rojo, sin nombre, solo una frase escrita con lapicero...
― Lo trajo un mensajero junto con algunos otros documentos, no me percaté de ese, solo lo coloque junto con los demás, Eduardo... ¿Por qué? ― le pregunta.
― No, nada, solo que no tiene remitente... ― le dice ― bueno, olvídalo, continua trabajando, linda.  
― Ok, Eduardo ― corta.
Este lo revisa y se dispone abrirlo, lo que encuentra en el interior lo dejaría perplejo.
Esa noche al regresar a casa se dirige a su alcoba donde estaba Amanda acostada, algo deprimida por su situación, ignoraba que las cosas solo empeorarían para ella.
― Mi amor... buenas noches ― le dice levantándose de la cama, la expresión del rostro de Eduardo la sorprende. ― ¿ocurre algo? ― pregunta.
Eduardo le lanza el sobre que traía en las manos, ella lo atrapa en su pecho.
― ¿Qué... que es esto? ― dice sorprendida.
― Me dijiste que... que no lo habías vuelto a ver... ― le dice con seriedad.
― Pero... que dices... ― Amanda abre el sobre y lo que ve en el interior también le causa sorpresa. ― dios... no, no... ― dice y se sienta en la cama.
― ¿en que más me has mentido? ¿He? ― le dice Eduardo enfadado y decepcionado. ― ¡dime! ― le alza la voz.
― No grites, el niño está durmiendo... ― le dice tratando de tranquilizarlo―... cálmate, Eduardo.
― ¿En que más me has estado mintiendo? ¿Firmaste un alta sin tomar en cuenta los resultados? Ahora me cuesta confiar en ti... respóndeme.... ¿en que más me has engañado, Amanda? ― pregunta.
― Claro que no, no te he mentido... yo... tu sabes que te amo, no te engañé, solo....
― Solo no me fuiste sincera este tiempo... ―dice caminando unos pasos tratando de tranquilizarse ―... ¿Por qué Amanda? Dime...
― Tranquilo, Eduardo, por favor... esto tiene una explicación. ― le dice con expresión e angustia.
Dentro del sobre se encontraban unas fotografías de ella con Aldo Ferrety, Colega de ella, quien también era su ex novio de la universidad, con el cual ella se vio relacionada amorosamente un año antes del nacimiento de Abel, lo que había causado una crisis en su matrimonio que finalmente pudo resolver, puesto que no había sucedido nada, pero Eduardo es un hombre muy celoso que al encontrarlos en un restaurante muy alegres hizo un escándalo de la situación que casi acaba con su matrimonio, ella le explicó entonces la situación y luego de algunas semanas distanciados el regresó a casa dispuesto a disculparla y salvar su matrimonio.
Ella prometió no volverlo a ver por el bien de ambos y así había sido, pero las fotografías en el sobre revelaban que lo había vuelto a frecuentar hace unos meses nada más; las fotografías la mostraban a ella y a Aldo en una cafetería en el centro sonriendo y agarrados de la mano, en otras caminando sonrientes, las fotografías los mostraban en 3 ocasiones diferentes y en la última se les ve saliendo de un hotel, pero esta última fotografía no era real, según lo que ella decía.
― Es verdad que lo he visto algunas veces en estos meses, pero es por trabajo, absolutamente por un asunto profesional, Eduardo... y esta de aquí ― coge la última en donde se les ve saliendo de un hotel ―... es falsa, te lo juro, es falsa, nunca he ido con él a un hotel, siempre nos veíamos en una cafetería o en un restaurante, créeme por dios... ― le dice acercándose a él muy angustiada y triste.
Pero este no quería ni tenerla cerca, solo la cogió de los hombros y la empujó a la cama donde esta calló sentada.  
― ¡Me decepcionaste! ― le grita en la cara.
― Él bebe... no grites, no grites... va a despertar... ― dice ella tratando de callarlo.
― Me has engañado, traicionado... visto la cara de estúpido... yo creí en ti, todos estos años... pensé que tu arrepentimiento era real... ― sonríe ― que imbécil he sido...
― No, Eduardo, te puro jurar que no te he engañado, si hace años sucedió algo de lo cual siempre me arrepentí, estaba confundida, nuestro matrimonio estuvo en una crisis, pero ya no... soy feliz a tu lado, el me buscó porque su esposa tiene cáncer terminal, y quería mis servicios como profesional... solo es eso, créeme ― dice con lagrimasen los ojos ― por favor...
― ¿Cómo demonios quieres que te crea eso? ¿Me tomas por idiota? ¡¿Es eso?! ― exclama.
― No, no es eso... es en serio... solo fue por eso...
― ¿Cuándo fue la última vez que lo viste o que tuviste algún contacto con él? Y no mientas...― le dice con seriedad y una mirada de desprecio.
Ella baja la mirada y exhala. Entonces responde:
― Hace una semana... ― dice sin verlo a los ojos.
Eduardo se queda en silencio.
― Que vergüenza me da, que vergüenza y que asco... ― responde y se dirige a la puerta.
― No... no... ― dice ella llorando. ― vi0 las noticias y me llamó es todo... es todo... ― va tras el e intenta detenerlo.
Cuando esta lo toma del hombro esta gira y la empuja haciéndola caer en la cama nuevamente.
― Espero él sepa de asuntos legales, porque necesitaras un bue abogado para salvarte de prisión, y luego de eso uno para los papeles del divorcio... y créeme, moveré cielo y tierra para que Abel no se quede contigo... ― le dice y se va.
Amanda sabía que las influencias que tenía su esposo en la fiscalía y en el gobierno lo hacía un peligroso enemigo.
No podía creer lo que estaba sucediendo, no podía creer el rencor en la mirada de Eduardo, era como si la odiara, y todo por esas fotos, que alguien mal intencionadamente le había tomado hace algunas semanas.
Entonces a su mente se le vino el recuerdo de aquel mensaje de texto, la idea de que alguien quería perjudicarla estaba ahora en el aire, pero ya había borrado ese mensaje y jamás se lo mostró a su esposo, no tenía una prueba para defenderse, era obvio que alguien le sabia de esos encuentros y que ese mensaje era una amenaza de lo que se le venía.
Finalmente, no pudo más que esperar.
Al día siguiente Eduardo le hizo llegar todos los papeles de su juicio para que consiga un nuevo representante legal, él había abandonado el caso, esa mañana no le dirigió la palabra, solo llevó a su niño al colegio sin decir absolutamente nada.
La semana siguiente en el juicio el juez falló a favor de la familia de la víctima, Amanda perdió su licencia, negándole el derecho a ejercer por un periodo de 7 años y una reparación civil que no podría pagar y de no hacerlo iría a la cárcel 3 años.
Su abogado pudo conseguir apelar y conseguir un buen arreglo, puesto que su único ingreso era la psicología y sin su licencia estaría en la calle, por lo que arregló una reparación algo menor, pero que le exigió la venta de su auto, sus ahorros del banco y la venta de la casa, Eduardo no tuvo problemas en firmar los papeles de la venta de la casa, mientras ella le diera el divorcio, él era poseedor de otra propiedad, por lo que en un juicio posterior por la tenencia de Abel este se quedó con el padre el cual podría darle lo necesario, siendo inteligente y reconociendo su estado Amanda aceptó para evitar conflictos y gastar dinero que no tenía.
Al final de todos los procesos legales y luego de pagarle al abogado que la representó se quedó absolutamente en la calle, sin familia, sin carrera, solo le quedó lo suficiente para alquilar un cuarto muy pequeño en un edificio en un vecindario bastante deprimente de la ciudad, era eso o quedarse en la calle.
Esa noche mientras arreglaba un poco el lugar su celular suena. Le llegó un mensaje de texto.
"¿Qué se siente haber perdido a tu hermosa familia, tu trabajo, tu casa y todo lo que te hacia feliz? ¿Estas sonriendo ahora?"  
Ese mensaje la dejó sorprendida. Ella no entendía que demonios sucedía o quien sería la persona que le enviaba ese mensaje. Solo sabía que fuera quien fuera tenía que ver con lo que le había sucedido.
"¿Quién demonios eres? ¿Fuste tu quien le envió las fotos a mi esposo? Responde maldito"
Le respondió enfadada.
Luego de unos minutos responden:
"Si crees que se ha terminado estas equivocada, aun no estás tan sumida en el poso como quiero que estés, prepárate para seguir perdiéndolo todo hasta que la única salida a tu dolor sea quitarte la vida".
Esas palabras asustaron a Amanda, ahora era claro que alguien quería perjudicarla, ¿pero quién? Pensó. Ella no tenía enemigos.
Esa noche no pudo dormir pensando en quien podría haber querido hacerle ese daño.
El domingo de esa semana le tocaba pasarlo con Abel, dado que no tenía mucho dinero decidió llevarlo al centro comercial y comer un helado y pasear en los juegos.
Eso hizo durante algunas horas, cuando de pronto notó a un extraño sujeto observándola desde el otro lado del área de los juegos, era un sujeto al cual había observado algunas veces desde que llegó, traía unos lentes negros y la capucha puesta, no venía con algún niño, y ella dedujo que algo no andaba bien por lo que decidió, sin que el sujeto se diera cuenta acercársele.  
― Abel, ¿puedes esperar a mamá aquí, amor? Iré a traerte una bebida... ¿te parece? ― le dice sonriéndole.
― sí, mami, de uva... ― dice el niño jugando en una especie de taza giratoria.
― No te muevas, ¿de acuerdo? Regresaré en unos instantes, ― le da un beso ― te amo.
― Y yo a ti, mami...
Amanda se dirige sin perder de vista al sujeto a uno de los puestos donde venden bebidas, pero en un instante se va por detrás rodeando los puestos y el área de juegos tratando de llegar donde el hombre, pero al llegar este no está, había desaparecido, lo busca con la mirada y lo ve dirigirse a las escaleras.
Lo sigue entre la gente y sube por las escaleras tras él, estaba en el área de deportes, camina entre máquinas y otros artículos deportivos, logra verlo nuevamente dirigiéndose a un corredor rumbo a otro sector del centro comercial.
Finalmente lo rodea entre algunos puestos y lo cierra cuando este intentaba bajar de regreso al primer piso.
― ¿Por qué estabas observándome en el área de juegos? ¿Qué eres un pervertido? ¿Te gusta enviar mensajes de texto, maldito? ― le dice quitándole los lentes.
El sujeto muy sorprendido no entendía que sucedía.
― ¿Qué le ocurre Sra.? ― pregunta confundido.
― No finjas, ― saca su celular y marca al número del cual le habían enviado los mensajes, pero sonaba como apagado ― ¡¡tienes tu celular apagado!! ― le grita.
EL sujeto saca su celular y se lo muestra.
― ¡Este es mi celular y esta encendido, loca! ― le dice.
― Pensé que... tú... ¿Qué hacas observando a los niños en el área de juegos? ― le increpa.
― ¡No estaba viendo a los niños, estaba observando a una de las encargadas de las maquinas... una de ellas me gusta y vine a verla! ― le dice.  
Amanda no supo que decir. Efectivamente donde estaba ella había unas encargadas conversando.
― ¡Estas demente! ― le dice el joven y se va empujándola con el hombro ante la mirada de la gente.
Amanda muy avergonzada se dispone a regresar al área de juegos.  
Un mensaje le llega entonces:
"El 80% de los accidentes a los niños suceden por descuido de los padres, no debiste dejar solo a tu hijo"
Esto dejó helada a Amanda quien se abrió paso entre la gente a toda velocidad rumbo al área de juegos, gritando el nombre de Abel.
Al llegar se dio la peor escena que una madre podría vivir; su hijo no estaba. Lo buscó por todas partes gritando su nombre, dio información a la administración del centro comercial, buscó y buscó junto con los encargados de seguridad, con lágrimas en los ojos y desesperación gritaba su nombre, pero fue inútil, simplemente había desaparecido.
Más tarde ese día en la comandancia el drama continuó cuando Eduardo llegó al lugar, la desesperación que sintió combinado con la rabia por el descuido de Amanda le hicieron armar un escándalo tremendo, gritándole a ella, gritándole a los oficiales, pero todo fue en vano, al llegar la noche el niño no apareció.
Ella denunció los mensajes de texto que le habían enviado, explicó de que alguien la había estado enviando mensajes amenazantes, lamentablemente él número del cual provenían los mensajes eran de un numero aislado, no podían rastrearlo, el que los haya enviado sabia perfectamente lo que hacían.
Durante las semanas siguientes la policía se encargó de las investigaciones, buscando al pequeño por todas partes, Eduardo movió sus influencias para acelerar la búsqueda mientras se investigaba a Amanda, tratando de encontrar algo en su pasado o alguien que pudiera haber intentado atentar contra ella y su familia, pero no existía algo en su vida que pudiera servir.
Su infancia fue tranquila en la casa de sus padres en Telachi, una provincia al sur del país, de ahí viajó a la ciudad Catalina para estudiar en la universidad, buenas notas, primera de la clase al acabar la universidad, tesis aprobada, trabajó antes de graduarse, referencias de sus profesores y director de la facultad, sin problemas en la adolescencia o comienzos de la adultez, siempre respetó la ley, quizás el único problema que ha tenido en su vida ha sido la demanda de mala praxis.
Al pasar los días las investigaciones parecían estancarse, para el final de mes parecía que a Abel se lo había tragado la tierra, no volvieron a masajearle tampoco, Amanda hizo hasta lo imposible, regresando al centro comercial, llamando a la comandancia, tratando de poner anuncios, por su lado Eduardo contrato a los mejores investigadores para hacerse cargo, pero nada parecía funcionar, estaban desesperados.
Todas las esperanzas parecían poco a poco a estar en que no lo encontraran, porque las estadísticas eran claras, luego del primer mes de desaparecido un niño solía aparecer muerto.
Poco a poco, el cansancio, el dolor terminó quebrando sus espíritus, el alcohol se convirtió para Eduardo en una alternativa a tanto suficiente, para Amanda sin en cambio no había alternativas, la culpa la consumía, simplemente no había podido pasar un segundo en paz, había perdido el sueño casi en su totalidad, se repetía y repetí en su mente "debo encontrar a mi hijo, debo encontrar a mi hijo" no había día que no saliera a buscarlo, casi no comía, casi se había acabado sus últimos ahorros, había vendido su ropa, su televisión, su colchón, incluso había hasta vendido sus libros más valiosos con tal de seguir buscando a su hijo.
Finalmente luego de unas 3 semanas y media de búsqueda, miedo y remordimientos el cuerpo del pequeño apareció en los canales de drenaje a las afueras de Catalina.
Los perros lo encontraron entre basura, rocas y troncos secos, el cuerpo del pequeño había sido calcinado por completo, reconocer el cuerpo fue difícil, pero análisis posteriores al levantamiento del cuerpo dieron positivo, se trataba de Abel, el hijo de Amanda y Eduardo.
Fue todo para Amanda y Eduardo, quedaron destruidos, las cosas que dijo Eduardo a su ex esposa luego de encontrar al niño obedecían al odio que sentía, obedecían al sentimiento de perder al ser más amado, Amanda en ese instante perdió parte de su vida, había rezado por que no aparezca, porque lo hubieran enviado lejos, no importaba, pero su peor pesadilla era real, había perdido a Abel.
Lo que continuaría en la vida de Amanda sería solo un horrible camino cuesta abajo, donde al final de esta caída solo estaba la muerte.
Eduardo se fue de la ciudad luego del entierro, partió, no pudo seguir en ese lugar, tantos recuerdos, tanto dolor, no le interesó encontrar culpables, para él solo había un culpable de su desgracia: Amanda.  
Esta sin embargo no encontró forma de alejarse del dolor, ni olvidar, el alcohol se apoderó de ella, no en un afán de olvidar, sino en un afán de matarse lentamente, pues era débil para lanzarse de una altura que acabe con ella, envenenarse o simplemente cortarse las venas. Poco a poco comenzó a perder la vergüenza, o la preocupación por sí misma, su autoestima desapareció, todos sus ahorros se fueron en el alcohol, gastó su último centavo en una botella de ron que bebió hasta la última gota y cuando esto dejó de ser suficiente, las drogas se convirtieron en la salida a su sufrimiento y remordimiento, para conseguirlas calló en la prostitución, vendía su cuerpo por un poco de crack o algo de cocaína, no le interesaba nada, dormía en las calles entre vagabundos y la podredumbre de la ciudad, muchas veces se peleaba con otros drogadictos por buscar en la basura algo que comer, unas gotas de alcohol o algo de droga.
Los siguientes 6 meses de su vida, no fueron vida, estuvo más cercano a ser un infierno...
Finalmente una noche después de mucho tiempo apareció frente a ella el culpable de todos sus males, su sufrimiento, sus ansias de morir de una vez, a casi 10 meses de ese mensaje.
En un triste y solitario callejón, hinchada por seguramente haberse peleado con algún adicto, con la ropa interior abajo, violada quizás por conseguir esa botella que sostenía en las manos y había acabado ya, se encontraba Amanda, hecha menos que una mierda, apestando, con la mirada perdida iluminaba por la luz de un poste viejo, rodeada de basura.
Un hombre de terno, alto, entrado en años, sonriente y que simple vista se notaba que era un hombre de clase se le acerca, lo suficiente como para observarla al rostro y reconocerla.
Entonces se acerca a ella y se agacha para verla más de cerca, con una sonrisa en el rostro le dice:
― Así es como quería verte ― se notaba en su mirada cansada una satisfacción, como si observara una obra de arte terminada luego de tiempo. ―, embarrada en tu propia corpulencia, vicio, droga... vómito y... mirada..., no te imaginas lo que he esperado para poder observar esto... y sabes... no es como lo pensé... no pensé que me daría tanta satisfacción..., pensé que me darías lastima, pero no... ― sonríe.
Amanda en el piso al borde de la inconciencia no podía más que escuchar, pero no lograba ver el rostro de aquel hombre que estaba confesando ser el culpable de su peor pesadilla, se esforzaba por no dormirse moviendo la cabeza tratando de levantarse, pero le era imposible.
―...te preguntaras por que hice todo esto contigo, seguramente ¿no es así Dra.? ― sonríe macabramente. ― Pues sabes... nunca vas a saberlo..., morirás pensando en por que tu vida se fue a la mierda de repente..., pero que te quede el consuelo de que al menos tuviste una vida alguna vez que te amó..., ― saca un arma de su bolsillo y de su otro bolsillo un silenciador que comienza a colocar en el cañón del arma ― muchos no consiguen siquiera tener eso... ― coloca el arma en la frente de Amanda ―... haré lo mejor para ti como un gesto de bondad ― sonríe nuevamente ― , acabare con ese sufrimiento, con la misma arma con la que acabé con Abe.
Cuando se disponía a dispararle el sonido de una patrulla acercándose llama la atención del extraño hombre de traje el cual detiene su acción.
― Mierda, estúpida policía, ― refunfuña ― igual no creo que te quede mucho pobre mujer... dejemos que la vida siga su curso lento hasta su fin..., ― saca una cámara de su celular y le toma una fotografía ― creo que ahora mi amada Erika al fin sentirá que cumplí mi promesa... de encontrarte y quitarte todo... ― sonríe y se va por el callejón mientras el sonido de la patrulla y las luces comienzan a iluminar el lugar.
Amanda en el suelo sentía como la vida se le iba a cada esfuerzo por respirar.
3
***Las alas del Ave fénix***
Algunos días más tarde.
Clínica Poll Robbi, Centro de la ciudad.
Al abrir los ojos, a casi 3 días de estar inconsciente Amanda se sorprende al estar en un hospital, con un vago recuerdo de lo que le había sucedido, solo sentía un horrible dolor de cabeza y se sentía confundida, perdida.
― ¿Dónde estoy? ― se preguntaba tratando de moverse.
Observó a su alrededor tratando de ubicarse, la intravenosa conectada al suero, la televisión y el color del lugar le hicieron darse cuenta que estaba en un hospital.
Una enfermera ingresa de repente.
― Buenos días, ― saluda y se acerca a cambiar el suero.
― Donde... ¿Dónde estoy? No... no recuerdo muy bien como llegue aquí... ― dice Amanda.
― Ha tenido una sobredosis de alcohol, y se encontraba muy deshidratada... la trajeron desde otro hospital en la ciudad... ― se acerca al historial que estaba a los pies de la cama ―... del hospital de Burgos, en el centro... al parecer un amigo suyo firmo el traslado y se hizo responsable.
― ¿y dice ahí quién? ― pregunta confundida.
― El sr. Aldo Ferretty, él se ha hecho responsable...
― Aldo... ― susurra Amanda ―... ¿Cómo me encontró? ― pregunta.
― Eso tendría que preguntárselo usted, no se de esos pormenores, solo sé que él ha sido el que ha estado pagando todos los servicios de la clínica... pero descuide, pidió que le informaran de cualquier respuesta de usted, así que luego de que el doctor la revise nos comunicaremos con él. ― coloca el cuadernillo en su lugar y se dirige a la puerta. ― ... iré por el doctor, recuéstese y no haga movimientos fuertes, según du informe se ha salvado de suerte, Sra.
Amanda asienta y se recuesta.
No podía recordar mucho de los últimos días, menos de la noche en que la recogieron, no recordaba siquiera que aquel hombre de traje le había confesado ser su tormento. Solo tenía una incesante cefalea que no la dejaba ni moverse con facilidad.
Un rato después el medico a cargo la revisó y le indicó su situación que no era nada buena, estaba desnutrida, sufría algunas infecciones internas y problemas en las vías respiratorias a causa de algunas drogas y por la exposición a agentes infecciosos de la calle. En palabras del doctor fue una suerte que la encontraran en ese callejón, de no ser así hubiera muerto congelada o asfixiada con su propia saliva.
Ignoraban que ese era el objetivo de Amanda, quitarse la vida, puesto no se encontraba mal tan solo al nivel físico, sino que estaba en una depresión tremenda que no la dejaba seguir con su vida. Por ahora los medicamentos la mantenían tranquila, pero una ves pasen los efectos la historia estaba así obligada a repetirse.
Luego de que el doctor saliera de la habitación Aldo Ferretty ingresa con un enorme arreglo de flores a la habitación.
Amanda no pudo evitar sentirse algo un poco avergonzada por el estado tan paupérrimo en el que la veía, al menos frente a un conocido sentía algo de vergüenza.
― Buenas tardes, Amanda... ― dice deteniéndose frente a ella y sonriéndole ― Pensé que no sobrevivirías en serio... no sabes cuánto me alegra verte...  
― Aldo... ― dice ella algo avergonzada ―... Yo... no sé qué decir... me siento tan mal, tan... confundida... perdóname, solo... solo muchas gracias... según me dijeron tú me encontraste...
― Eso no es tan cierto, ― dice caminando al mueble repisa frente a la cama y colocando ahí el arreglo floral ― te encontré ya en el hospital, trabajo ahí desde hace unos 4 meses... y justo ese día me quedé en la noche a revisar algunos informes, cuando me encontraba saliendo te vi entrar en una camilla, te encontraron unos policías... por suerte estos no te dejaron morir... ― avanza a la cama.
― ¿y por qué estoy aquí? ― pregunta.
― Pues la verdad en ese hospital te hubieran colocado un suero y te hubieran dejado en una camilla en emergencias a terminar de morir... así suelen hacer con los adictos que taren los policías...― le dice levantando las cejas.
― Pues... gracias, creo... ― le dice con seriedad y confusión.
― ¿crees? ― Sonríe ― ¿Cómo crees que te dejaría ahí a morirte? ― Le coge un pie sobre las sabanas ― eres mi amiga... y... bueno, fuimos algo más en algún momento de nuestras vidas... ¿Cómo piensas que te dejaría ahí? A penas te vi pude reconocerte y... hice los papeleos necesarios para trasladarte a esta clínica que es muy buena...
― Me siento mareada, no... no puedo pensar con normalidad... ya no sé qué digo, perdóname...― dice ella confundida.
― Son los medicamentos, Amanda... son los medicamentos... ― avanza a su lado ―... debes ser fuerte, Amanda, no puedes simplemente echarte al abandono y buscar la muerte... tu y yo sabemos que no es lo correcto... ― le dice.
― Ya no tengo absolutamente nada... nada que me de ánimos, he perdido todo en la vida, mi bebé, mi familia... ― dice derramando algunas lágrimas. ―... te agradezco el haberme ayudado, pero... la verdad es que no cambia nada...  
― No digas esas cosas, ahora que te encontré no voy a dejar que regreses a esa podredumbre..., debes recuperarte, te conseguiré toda la ayuda posible, Amanda... créeme, cuando pierdes a alguien que amas... duele, pero con la suficiente ayuda y fuerza puedes recuperarte... cuando perdí al amor de mi vida me sentí igual que tú..., pero aquí estoy.
― ¿te refieres a tu esposa? ― pregunta.
― Así es, ella murió hace 5 meses... fue devastador, pero me recuperé... y aquí estoy, y no dejaré que te derrumbes, sé que perder a un hijo debe ser muy diferente a perder a la mujer que amas, pero... sé que puedes recuperarte y seguir adelante..., además... la policía atrapo al culpable... ― le dice.
― ¡¿Qué?! ― dice sorprendida.
― Si, ― dice tratando de que no se mueva demasiado ― tranquila, no te levantes..., la policía atrapó a un sujeto que intentó llevarse a un niño en el cetro comercial, lo relacionaron con dos secuestros, violación y asesinato de 4 niños, entre ellos el tuyo, por la forma y el lugar donde se los llevaba, a las afueras de Catalina...
― Maldito... maldito hijo de puta... ― dice derramando lagrimas ―... ojala se pudra en la cárcel. Ojala lo maten... ojala pudiera matarlo yo misma...
― Tranquila, no te muevas tanto, tranquila... ― dice revisando la bolsa de suero ―... te están dando tranquilizantes, no debes agitarte, por favor... te lo conté para que sepas que el crimen no quedará impune...
― ¿Cuándo lo atraparon? ― pregunta.
― Hace como... dos semanas más o menos..., ― le responde.  
― ¿Quién era? ― pregunta.  
― Era un... pedófilo, Andrés.... Andrés villac... si... ¿lo recuerdas? ― pregunta.
Amanda si lo conocía. Se sorprendió mucho al saber de quien se trató todo este tiempo.
― No puedo creerlo... ― dice sujetándose la cabeza.
― Al principio, cuando... leí las noticias no lo recordé muy bien... después recordé nuestra charla hace mucho...― pregunta.
― Ese sujeto... Villac..., ― Era un profesor en la primaria del distrito de Cameche en la ciudad, lo habían acusado de manoseos a un niño, le exigieron un reporte psicológico y Amanda fue la que lo realizó y efectivamente Andrés tenia rasgos de trastornos sexuales con inclinaciones homosexuales, era potencialmente un depredador sexual―..., yo firme su informe y diagnostico... pero no pensé que... dios santo...
― Nadie se imagina lo que puede hacer una persona... ― continua Aldo. ― lo que importa es que ya lo capturaron.
― Te juro que no pensé que ese sujeto haría todo esto..., te juro que... nunca volví a saber de él, he atendido pacientes que han llegado una sola ves a consulta o simplemente les he hecho un examen y listo..., lo recuerdo a el por qué era el único caso que me llegó por... ― se queda en silencio.
― ¿Qué ibas a decir? ― pregunta Aldo ahí observándola.
―... Ese caso me llegó por Eduardo, ya que el llevó el caso..., nunca supe que sucedió al final, pero... ahora comprendo porque no abusó de Abel y solo lo mató...  
― Se estaba vengando, al parecer el perdió su empleo, su esposa lo abandonó se llevó a sus hijos...
― En el informe coloque que tenía inclinaciones por los niños menores..., suficiente como para que pierda su empleo... maldito, ¿Cuánto tiempo abra planeado vengarse de mí y de Eduardo? Es un demente... trastornado...
― Bueno, ya está en la cárcel, lo van a sentenciar pronto y tu hijo tendrá paz..., ― le dice tomándola de la mano ―... ahora necesitas descansar y no pensar más en eso, ¿de acuerdo? ― le sonríe. ― Cuando te den de alta de aquí me dedicaré a que te recuperes... comenzaremos desintoxicándote, luego te llevare donde mis mejores colegas para ayudarte con tu depresión, en algunos meses estarás totalmente renovada y lista para seguir adelante... ― le sonríe y se dirige a la puerta.
― Gracias, Aldo..., muchas gracias...― le extiende la mano ― creo que quizás... si pueda..., quiero vivir... para ver a ese maldito encerrado toda su vida...  
― Me conformo con que vivas... y te recuperes... ― le sonríe.
Lo que ignoraba Amanda hasta ese instante es que el hombre que había sido atrapado por la policía y presunto asesino de Abel, no podría ser el mismo que había estado arruinando su vida, puesto que solo hace algunos días antes estuvo a segundos de matarla en el callejón, había ella olvidado en su sobredosis al hombre de traje que le confesó ser el artífice de sus desgracias.
Durante las siguientes semanas, luego de ser dada de alta de la clínica, Amanda se fue con Aldo a su apartamento, al cual se había mudado luego de vender la casa donde vivía con su difunta esposa, esto para tratar de superar la perdida y no torturarse, ahí ella pudo sentirse más cómoda, de la misma manera la ayudó llevándola a terapias psicológicas en donde la ayudaron poco a poco a superar l perdida de su hijo, así como se sometió a terapia para desintoxicarse, puesto que luego de salir de la clínica sufrió del síndrome de abstinencia, debido a los meses en los que se introdujo en la drogadicción incontroladamente.
Luego de cerca de 6 semanas de terapias sin falta comenzó a ver los efectos positivos, comenzó a tener una visión un poco más objetiva y menos catastrófica o autodestructiva.
Por su bienestar emocional Amanda se mantuvo alejada de las noticias relacionadas a Andrés Villac, se conformó con saber que el juez lo había sentenciado a 26 años de cárcel sin oportunidad a salir por buena conducta, ella sintió que se había hecho justicia, a pesar de seguir deseando que el maldito, como ella lo llamaba, muriera.
Aldo se encargó de animarla, estar con ella en todo momento de forma que no se sintiera sola y supiera que tenía fe en su recuperación, no era difícil darse cuenta de que él sentía algo por ella, a través de sus gestos, sus detalles y su preocupación constante se notaba ese cariño que sentía que iba más allá de solo una preocupación de amigos.
Hay que recordar que antes del nacimiento de Abel ella y el habían tenido un fugas reencuentro amoroso, en una etapa en la que el matrimonio de Amanda y Eduardo no se encontraba del todo bien. Él había logrado reconquistarla luego de muchísimos años de no verse, durante cerca de 4 meses se frecuentaban y compartían momentos especiales entre ellos recordando sus épocas de la universidad, pero esto terminaría cuando ella descubrió que estaba embarazada y que tendría que tomar una decisión, y nuevamente optó por algo diferente a Aldo.
En la universidad él había sido su único novio en ese periodo de su vida, lo conoció en 4to ciclo y estuvo con él hasta el 10mo. Pero cuando tuvo que decidir si seguir con él o su carrera debido a que le exigía mucho tiempo estar con él a pesar de ser de la misma escuela finalmente su relación terminó, terminaron la universidad, él viajó a otra ciudad, ella se quedó a trabajar, un año después conoció a Eduardo y la historia siguió su curso.
De la misma forma para Aldo, según lo que le había contado a Amanda, luego de acabar la universidad viajó para trabajar en otra ciudad, luego de eso conocía a quien sería su esposa algunos años después, regresó a la ciudad cuando le ofrecieron un mejor trabajo.
Al pasar las semanas, entre ambos comenzó a surgir algo, o mejor dicho renacer algo, ella confiaba en él, él había estado en todos estos malos momentos preocupándose por ella de manera desinteresada, a pesar de que era claro que aun la quería, no le había dicho o hecho algo que así lo insinúe, pasaban juntos mucho tiempo, era el quien la llevaba a las reuniones y a las terapias, era el quien la hacía reír y poco a poco contribuyó en regresarle las ganas de vivir y salir de ese horrible poso en donde estaba metida. Es lo que le hizo sentir a Amanda que su ayuda era simple y llano cariño y amistad, lo que le dio más confianza y admiración por ese buen hombre que la estaba ayudando en su peor momento.
Finalmente luego de casi 11 meses de terapia ella fue dada de alta, había logrado recuperarse de su alcoholismo y de la drogadicción, con fuerza de voluntad y creyendo en si misma había logrado superar el síndrome de abstinencia, de igual manera de su depresión y pensamientos distorsionados, había recuperado su autoestima y ganas de vivir.
Y de la misma forma había recuperado las ganas de amar nuevamente, un abrazo dio pie a una mirada enamorada y esa mirada a un beso que sería el regreso de una relación que alguna ves acabó.
Amanda volvía a ser feliz nuevamente, estaba dispuesta a conseguir un nuevo empleo, recuperar el suyo en un futuro, quería ser productiva nuevamente, se había interesado en apoyar a personas que hayan perdido a seres amados, por lo que quería trabajar nuevamente, luego del debido examen de capacitación, puesto que la licencia que le habían revocado era la de ejercer la psicología clínica, pero ella tenía un título de psicoterapeuta que seguía activa y podía utilizar en el área particular, aunque estaba exenta de diagnosticar y debía estrictamente trabajar en el área recuperativa no evaluativa.
Pero Aldo tenía planes diferentes, le había propuesto irse de la ciudad, comenzar nuevas vidas en otro país, donde podría trabajar con libertad y comenzar de cero, los dos juntos, idea que Amanda comenzaba a considerar.

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