Un día más. Un hermoso día más

Bajo las piernas de la cama, por el lado izquierdo buscando mis ojotas, quedo un par de minutos sentada, identificando si todo está bien dentro de mí, cada cosa en su lugar -me digo- y sigo, tratando de ver en la oscuridad, intentando encontrar un punto de luz en rendijas del machimbre o de la ventana. ¿Amaneció ya? Supongo que sí.
Camino dos metros hacia la izquierda, con una mano extendida para no chocar contra la pared o un mueble. Enciendo la luz, recorro la habitación con la vista. Todo está en su lugar ahí también. Solo yo respiro en ella. Abro la puerta.
El pasillo silencioso como siempre, algo de luz natural se filtra por un extremo que da al exterior. Voy a la cocina y pongo a calentar agua. Voy al baño, la higiene matutina. Solo el ruido del agua de la canilla se deja escuchar. Salgo y voy al comedor. Mientras preparo un rico te de manzanilla y anís busco unas galletitas saladas, las ubico en un individual con la azucarera y la cuchara.
Las siete de la mañana me grita sin hablar el reloj blanco del comedor. El almanaque que no quiere ser menos me grita la fecha: 21 de mayo, ¿21 de mayo? Si. No hay error.
¿Qué tiene de diferente esta fecha? Nada, solo que es mi cumpleaños. Un año más –o como dicen algunos- un año menos. Tal vez la casa parezca más grande hoy, o el día sea más largo. Otra diferencia no habrá. Alguien tal vez recuerde y mande un mensaje. No creo, hace años que nadie recuerda. Es difícil retener tantos cumpleaños, tantas fechas, por eso debe ser. Sé que solo intento consolarme a mi misma. Nadie me saludará. ¿Qué cambia eso? Ni siquiera sabemos cuándo nos saludan con sinceridad, cuándo los deseos de felicidad son reales.
Como cambia la vida; cuando estamos como empleados activos vivimos tan acelerados, el tiempo nunca alcanza, muchos momentos con distintas personas: en la oficina, en la calle, en el transporte público, muchas caras que nos miran y muchas caras que mirar. Muchas voces.
La jubilación trae estas cosas diferentes: calma y tiempo recuperado. También menos rostros y menos voces. La casa se alegra porque el jardín nos ve más seguido, el orden en el patio es más evidente. Lamentablemente la edad también trae más pastillas, necesarias, según el médico de cada especialidad.
21 de mayo, hoy, el sol ya quiere entrar por la ventana del comedor, le abriré los vidrios para recibirlo; el día está hermoso. Es muy temprano para pensar qué cocinar hoy.
El diario debajo de la puerta espera que lo vaya a buscar. ¿Qué traerá de nuevo? Nada, como siempre. El televisor, me mira con su pantalla oscura, quiere hacerme compañía. Encenderlo es enterarme de muertes, casos de violencias, problemas de tránsito, costo de vida, etc etc.
Siempre quise saber quién decide lo que la televisión muestra. ¡Pasan tantas cosas lindas en tantos lugares! Cuántos gestos de solidaridad, generosidad, respeto, cuántas muestras de amabilidad, de honestidad… Sin embargo nadie más que los protagonistas lo saben. ¿Será que si los programas muestran estas acciones pierden público? ¿Entonces el público decide? O el público consume lo que le ofrecen? Cuando no me gusta algo cambio de canal ¿lo harán todos? ¿Alguien sabrá que cambio de canal? En fin, se nota que estoy desocupada para destinar mi pensamiento a estos temas. El diario sigue esperando, el televisor me sigue mirando con su negra pantalla vacía.
Es hermosa la vida, me digo y me preparo para ir a la calle. Ya veré hacia qué lado ir. Tal vez a la Iglesia un rato, tal vez a la plaza, o al supermercado a mirar ofertas. Los martes suelen tener barata la comida para gatos. A la tarde debo cumplir con compromisos: la cooperadora del hospital tiene reunión y el asilo espera las donaciones, así que hay que ir a recibir y organizar para después distribuir. Es solo un día más. Un hermoso día más. ¡Feliz cumpleaños! Me digo, y sé que es con sinceridad así que me preparo para que así sea.

Buena descripción de una vida tan rutinaria que ni siquiera se es capaz de recordar su fecha de nacimiento.
La protagonista reconoce que es un hermoso día ¡Feliz cumpleaños! suena como a ironía o, tal vez, siente realmente que la vida es hermosa, pese a los medicamentos que le da el médico.
La última frase, que es mi pensamiento favorito, tomar el hermoso día como un día más en una hermosa vida, es buena recordarla siempre.
Querida amiga Nilda, ya jubilé hace rato, todo era hermoso. Me preocupé de ayudar a los vecinos para combatir la delincuencia que nos atacaba. Ganamos la batalla, ya no hay indeseables que se atrevan a meterse a nuestro barrio, pero ... pero se me vino encima el aburrimiento,eché de menos la acción y finalmente se apoderó de mí en forma sigilosa la temida depresión, para mí desconocida; yo sé que eres joven todavía para jubilar, por lo que no es ninguna novedad que ya puedas estar tomando actividades positivas antes de jubilar. Buena idea que a mí no se me ocurrió; después de todo escribir es una buena terapia, pero trabajar es la menor de todas las terapias.
Como siempre quedo admirado de tu capacidad para atisbar otras vidas.
Saludos
Jaime

Efectivamente, la vida es hermosa! leido y disfrutado Nilda.

Gracias Jaime y AngelCaido.
Nilda