Hoy es un día especial.
La familia está reunida alrededor de la mesa.
Aunque sea un día cada dos o tres meses, pero lo más importante es que todos hoy, están juntos.
La vieja gruñona, (la abuela), ha pasado de subalterno a “jefe”.
El sistema “patriarcal” ha dejado de funcionar, para dar paso al “matriarcado”.
El abuelo, que otrora fuera tan altivo, orgulloso, que imponía un régimen dictatorial, ahora es algo así como un despojo humano: callado y sumiso.
Lo único que le hace feliz, es su violín. No, no el violín de hacer pipí, el violín, el instrumento musical. Eso lo hace después de comer y debajo de la retama, cual si fuera un rito, siempre que la familia esté reunida.
Este domingo es domingo de pascua.
Mis hermanos y yo, estamos brillantes, elegantes, esperando el momento del servicio, que en un constante vértigo, nos han de subir y bajar, quinientas mil veces. ¿Cómo no quieren que me queje, si tengo años haciendo lo mismo?
La abuela, es decir la vieja gruñona, no deja de rezongar, “que no comás tan apurado”, “que limpiate la boca”, que “con el mantel no”, “nene, pero qué sabés vos!”, diciéndole a su nieto Alejo, que está al otro lado de la mesa...
A su lado, Patricia, la nieta menor, era el ejemplo de la educación, del orden, tan formalita... que nunca se le ocurriría jugar conmigo en la mesa.
Pero a mí, me gusta mucho Ale. Es que me identifico mucho con él, pues es un rebelde.
El entiende como yo que, no podemos ser como las ovejas, como los corderos, que “donde va uno, van todos” y después terminan asados a la parrilla y en la mesa familiar, como éste, que está rodeado por crujientes papas doradas.
-No te preocupes, Ale, -le dije una vez, -a mí también me han acusado de anarquista, comunista, revolucionario.
Porque me pregunto yo: ¿por qué tenemos que ir todos a bañarnos a la vez, debajo del grifo de la cocina? ¿Por qué nos obligan a bañarnos sin ningún tipo de consideración, a veces con agua muy caliente y otras veces con agua helada?
¿Por qué tengo que quedar encerrado dentro de un viejo estuche con los demás, si eso es lo que no deseo? ¿Por qué me obligan a juntarme con un individuo que no comparte mis ideas, de nombre Cuchillo, que no tiene nada que ver con mi familia y por qué, y por qué...me pregunto yo!
Es que francamente, me gustaría muchas veces, atragantar a la abuela con una de esas papas doradas que suele hacer, con tal de que me deje expresarme en libertad.
O acaso, ¿no vivimos en un país democrático?
Una vez intenté una revolución y terminé debajo de la mesa, es decir, debajo de la silla de Ale y ahí fue donde descubrí los ochenta y cinco chicles pegados debajo, cosa que me pareció muy “re-copado”, como dicen los pibes de ahora.
Bueno, la cuestión es que están a punto de comerse un cordero asado a las brasas, pero, como siempre, no puede faltar antes, la lectura de la abuela, de algún pasaje de la Biblia y ¡todavía leído en portugués! ¿A quién le importa?
Ya me lo sé de memoria: “beber o meu sangue deve ser derramado por vós”.
¡Pobre abuela, no se da cuenta que ese pobre individuo también fue un rebelde, por eso mismo dejó que le mataran! Murió por sus ideales.
Realmente, me doy cuenta que yo también soy un rebelde sin arreglo. Soy un tipo que lucha por su libertad.
Lucho por un trabajo digno y bien remunerado. Lucho por estar en la mesa, cuando yo quiera, de transportar el alimento que a mí me guste, y con quien yo quiera.
Aunque como ya lo dije, con el único que me llevo bien, es con Ale. Es más, es mi ídolo. Cuando habla o escribe, usa unas palabras altisonantes, que no te imaginás, palabras cibernéticas, que para mi estrecha mentalidad, son muchas veces incomprensibles, pero ¡loco. . . no sabés cómo suenan!
Ese sí, que sabe.
Después al lado, es decir, del otro lado de Ale, se sienta Aída. Una mujer de mediana edad, que por supuesto, también pertenece a la familia.
Con ella, podría llevarme bien, aunque se la pasa hablando de vidas ajenas, todos hombres, ojo, un tal Sócrates, otro que se llama Platón, un fulano de nombre Pitágoras, que andá a saber quienes son, pero ella se sabe vida y milagro de cada uno. Además maneja la filosofía como una profesora, pero ella, y en secreto, también es una anarquista, rebelde y comunista, como Ale y como yo.
Siguiendo la rueda alrededor de la mesa, está Carmen, una maestra jubilada, licenciada en letras, que sabe y sabe... y que escribe y enseña a escribir poesías, de todo tipo, eh, ¡hasta poesías eróticas, la muy pícara, y cómo le gustan...!
Después está el tío Beto. Me divierto tanto con él... como por ejemplo, una noche que en vez de ponerse su campera, se puso el abrigo de Ale.
Ahora sí, recitando poesías, es único. Es un genio. Lo escuché no hace mucho, recitar el poema 20 de Neruda, con una voz muy sensual –“puedo escribir los versos más tristes ésta noche”.
¡Por Dios, casi me hace volver loco por la cuchara que estaba a mi lado!
Bien, continúo presentando al resto de la familia: al lado del tío Beto, está Teresita la “dulce”. Realmente es una mujer muy tierna. Cuando habla, parece que arrulla.
Es la que logra que la abuela gruñona, pare de rezongar, aunque sea, por un minuto. Cómo lo hace, no lo sé, pero lo hace.
En la cabecera de la mesa, está, por supuesto, el trono de la abuela, que ya te conté bastante de ella, pero al lado de ella, y por el otro lado, está Martita. Otra que le encanta escribir. No en vano es escribana de profesión.
Es muy profundo todo lo que escribe. Desde mi humilde opinión de tenedor, me llega y me eriza hasta los dientes.
Y antes de llegar al abuelo, está Susana, o Susy, (como prefieran llamarla) que es una defensora incansable de los viejos, especialmente los gruñones, como la abuela. Y habla de la tercera edad, y defiende a la abuela, al abuelo, y a todos los viejos juntos.
¡Siempre le sobran argumentos para decir que necesitamos ser tolerantes con ellos y habla de los estados evolutivos del hombre, y nos dice que en la próxima vida, los viejos que no han evolucionado, habrán de ser mejores. Eso espero, porque si la abuela vuelve como ahora, prefiero que me tiren a la bolsa de los residuos.
Y por último, está el abuelo, que ya no es el que impone y da las órdenes. Cuando quiere decir algo, la abuela lo manda a . . . tocar el violín. Por suerte, lo hace bastante bien.
Bueno, he terminado de presentarte a toda la familia, y ahora la abuela habrá de tomar la Biblia. ¡Ahí está!, ¿qué te dije?
En unos minutos más, me han de poner a trabajar cargando, subiendo los alimentos hasta la cavidad bucal, descargando y bajando vacío, obligándome a sumergirme dentro del plato.
-“Te damos las gracias por el pan de cada día. Amén”.
Y todos se lanzan sobre nosotros, casi desesperados.
¿Hasta cuándo por Dios, habré de tener ésta vida tan hastiante y miserable!?
Algún día, estoy bien seguro, me habré de conseguir cientos de militantes y ganaremos ésta batalla contra la represión, y sonará la sagrada enmienda: "libertad o con gloria morir"!
¡Vamo´ arriba, los tenedores, carajo!