Matiné

Con mi prima, en nuestra adolescencia, algunos domingos íbamos al Cine Sayago, cine de barrio de los que ya no existen. Las funciones comenzaban a las dos de la tarde y daban dos o tres películas. Salíamos con los ravioles en la garganta, volando a tomar el ómnibus para llegar en hora.
Uno de los acomodadores era muy lindo,”un churro bárbaro” o “una bomba” como se solía decir entonces.
Entre nosotras lo llamábamos “Alain Delon”, por un leve parecido con el actor que -más que real- nos empeñábamos en encontrarle.
Una de esas tardes, ya acomodadas en nuestras butacas, pero antes de que comenzara la función, seguíamos las evoluciones del hombre que recorría la sala poniendo orden en peleas de niños o buscando a los que golpeaban el piso para que empezara la función o sólo por molestar. No le quitábamos los ojos de encima, tendríamos entre trece y quince años y estrenábamos hormonas. Cuando pasó junto a nuestra fila de butacas, mi prima emitió un silbido convencida de que no le saldría, porque nunca antes le había salido… hasta esa ocasión.
El hombre nos miró con gesto de fastidio. Estaría harto, todavía que le tocaba trabajar en domingo, tenía que soportar las pavadas de gurisas estúpidas.
Recuerdo que nos escurrimos en el asiento intentando desaparecer, pero sin éxito.

Es muy cierto.En aquella época nos avergonzamos, hoy en día no creo que sucediera lo mismo.

Muy lindo y evocativo. Me acuerdo de esas épocas y todo era mas inocente y simple. Saludos,
José

Gracias, Fobio.Somos más o menos de la misma edad y es cómo tu dices, todo era mucho más inocente.
Presumo que actualmente los jóvenes queman tantas etapas!
Son otros tiempos, pero no podemos evitar la nostalgia sin llegar a decir como Manrique "que todo tiempo pasado fue mejor". Abrazo.

Perdón, pero hay un error tipográfico en mis datos del portal. Yo sólo tengo 39..., jajaja! Que se le va a hacer, amiga ada. Si me dan a elegir entre aquellos años y estos, definitivamente me quedo por allá. Se vivía mucho más tranquilo y, como bien decís, las etapas se quemaban una a una y a su debido tiempo.
Saludos,
José

Mmmmm Fobio, nunca sé cuando hablas en serio o estás bromeando. Sorry, creí que estaba departiendo con otro veterano. De todos modos concuerdo con lo que dices. Abrazo, ada.

No, amiga ada, sólo fue una broma mía. Los datos son correctos y estoy cerquita de los 60. Así que tu suposición fue acertada. Es un placer leerte,
José

Un clásico las matinee de los domingos.Tiempos que se añora.
Tu en el cine de sayago,yo en el cosmopolis,cine del barrio,pero donde las historias parece se multiplicaban por similitud.
Diversión sana aunque se salia medio estúpido de tantas horas de cine).
Breve evocación que despierta tanto en los lectores

Gracias por el comentario, Marioes. Es cierto que se salía medio tonto, pero a esa edad era nuestro estado natural. Abrazo, ada.

Más que cuento, tiene corte de anécdota, muy bonita, por cierto. Regresaré con algunas sugerencias, pocas realmente, que pueden embellecer la presentación de este texto.

Saludos.

Gracias, desconocido. Espero esas sugerencias. Ada.

¡Cómo han cambiado los tiempos! Nos presentas una anécdota que nos hace revolcar el baúl de los recuerdos. ¡Cuántas cosas hemos vivido en aquellas salas de cine!, algunas se podrán contar y otras, no sé yo. Me encantó ese "estrenar hormonas"...

¿Te gustó? es que a esa edad detere minan nuestro comportamiento como nunca en la vida. Aún así te confieso que, como le digo a mis alumnos, las hormonas gobiernan el mundo.¿Ponete a pensar, cúantas cosas se resuelven entre sábanas?¿Cúantas y cuantos obtienen puestos de decisión, de privilegio por su atractivo sexual? Abrazo, gracias por comentarme! ada.

Ya estoy de regreso.

Como te decía, Ada, me agrada lo que cuentas en esta anécdota, pero ya que estamos en un foro literario, podrías darle un pequeño giro al final y convertirlo en cuento. Esta es mi sugerencia, espero que te guste.



¿Cómo olvidar aquellas matinés de los domingos con nuestra prima en el cine Sayago? Cine de barrio de los que ya no existen, y que en nuestra adolescencia nos trajo tantas alegrías. Las funciones comenzaban a las dos de la tarde, y daban dos o tres películas. Salíamos volando para llegar a tiempo, todavía con los ravioles atorados en la garganta.

Uno de los acomodadores ese día era muy lindo. Un churro bárbaro, o una bomba, como se solía decir entonces. Entre nosotras lo llamamos Alain Delon, por un leve parecido que nos empeñamos en encontrarle con el actor.

Ya acomodadas en nuestras butacas, y antes de que comenzara la función, seguimos las evoluciones de el hombre que recorría la sala, poniendo en orden a niños que peleaban, o buscando a los que golpeaban el piso para que empezara la función, o a los que molestaban lanzando palomitas de maíz desde un rincón apartado.

Nosotras no le quitábamos los ojos de encima. Teníamos entre trece y quince años y estrenábamos hormonas. Cuando él pasó junto a nuestra fila, mi prima intentó silbar, porque nunca antes había podido hacerlo…hasta ese momento. El hombre nos miró con un gesto de fastidio, seguramente harto de tener que trabajar en domingo, y de tener que soportar las pavadas de gurisas estúpidas.

Nos escurrimos en el asiento en un intento por desaparecer, aunque sin mucho éxito realmente. Él se acercó a nosotras, y con una sonrisa que nos dejó heladas, dijo:

—Je m’appelle Alain.

GRacias por tomarte la molestia de redondearlo. ¡Gran final! Si hubiera ocurrido de ese modo te puedo asegurar que nos orinábamos allí mismo. Abrazo, ada.

 

De nada, saludos.