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Quién puede decir que en algún momento de su vida, de ésos de desesperanza y pérdida no acudió como un inocente niño a una brujita, a ver si con sus hechizos podía recuperar lo irrecuperable, a ver si la suerte se daba vuelta y la vida volvía a sonreírle.
Yo fui una de esas y mis experiencias con el más allá fueron tragicómicas, trágicas porque el dolor era verdadero, cómicas por cómo se fueron encadenando los acontecimientos.
Siempre hay una amiga, conocida, familiar que recomienda…
-Mirá el marido de Cecilia se fue con la rubia de enfrente, volvió después de un tiempo y sí…tardó pero a los dos años lo logró-
Entre mi raciocinio y mi locura, pensaba cuánto le habrán costado esos dos años de concurrir prolijamente todas las semanas.
-Es una contribución, lo que quieras, claro si no hay que hacer un trabajo-
Y la maldita casualidad es que es imprescindible hacerlo, parece que si no el candidato no regresa, así que a probar.
La primera que fui tiraba cartas españolas, después de dos o tres sesiones advertí que a veces dejaba cartas en la caja y la lectura la hacía igual. Afirmaba segura que no había otra mujer, yo le hablaba de mi intuición, dada las conductas diferentes del susodicho que era más rutinario que empleado de correos, pero ella decía que no y no.
-Él te ama, está confundido, va a volver-
Pasaron diez años, afortunadamente ya no lo espero.
Me dio una tarea para el hogar, unos baños con canela y otras especies, mientras los realizaba, debía concentrarme y decir las palabras mágicas, con fe porque sino no servía.
Yo repetía el nombre y el volvé persistente, creo que si alguien me hubiera escuchado, hubiera tenido la ambulancia de emergencia psiquiátrica a mi disposición.
Me hablaron de otra, a esa tenías que pedirle turno y había mucha demanda, así que después de veinte días de ansiedad me atendió, peor que el más renombrado de los especialistas.
Llegué con las fotos que me había pedido y lo señaló!
-Este es el hombre-
Después cuando pude volver a mis cabales, me di cuenta que quién iba a ser, si en las fotos estábamos tomados de la mano y los demás que aparecían eran niños y mujeres.
Otra vez el “ él te ama”, sólo una ayudita es necesaria y lo tenés en tus brazos. Hasta me dio fecha del regreso, ese día me empilché de lo mejor, por las dudas, pero nada pasó. Hice los deberes que me dio, debía escribir su nombre completo y ponérmelo en el zapato. Como despistada nata vi unas botas que me enloquecieron y pasé el papelón de mi vida cuando me descalcé y salieron los papelitos que escondí como puede sonriendo ingenuamente a la vendedora. Uno de los papeles debía dejarlo junto con otros materiales que ni recuerdo en el árbol más grande de la plaza más cercana, en realidad enterrarlo, cosa que descarté. Pasé silbando distraída y lo tiré, no me alcanzaban las piernas para irme de lo ridícula que me sentía.
La última fui a un vidente, me habló de un trabajo y como estaba jugada acepté. Fui a la santería y compré “las velas del retorno”, las cuales debía encender religiosamente a horarios determinados, rezando y concentrada rogar por mi deseo. Se me complicaba cuando había alguien en casa. Mis conductas eran cada vez más raras. Cuando concurría a los consultorios apagaba el celular como para una cita amatoria, no vaya a ser que me llamaran, inventaba obligaciones, a nadie podía decir dónde iba.
Otra de las tareas consistía en poner un plato blanco, por la pureza me dijo, en el medio una vela roja grandota y alrededor una moneda y un caramelo de miel, alternadamente, debía dejarla encendida hasta que se consumiera. Mi preocupación era en qué lugar de la enorme casa no podía ser vista. Encontré un lugar en el que me pareció nadie la vería y me fui a trabajar orando para que no se produjera un incendio. Todo el día estuve pensando en la vela, si es que el candidato volvía tendría que aguantar mis reproches, estaba trabajando como una burra para eso.
Regresé ansiosa y...¡La vela estaba apagada!, telefoneé al brujo quien me dijo:
-Mucho mejor, así esto surge más efecto y más rápido-
Qué contenta me puse, pero mi alegría duró poco.
-Estás loca má, vás a incendiar la casa, menos mal que la vi y la apagué-
Así desistí de esas visitas y me ahorré unos cuántos pesos. De todas maneras el hombre nunca más volvió…
Lili Frezza