Sentado, con la mirada fija en la carta de bebidasdel bar,su mano izquierda dentro del bolsillo del saco jugaba constantemente con un viejo dado de madera cuyas pequeñas hendiduras circulares hacia mucho habían perdido las manchas de pintura que determinaba su valor.
Cada pequeña interrogante, cada gran decisión; desde elegir que camisa usar hasta resolver si una relación de varios años debía finalizar, si debería leer el periódico o ver la televisión, si debía renunciar y buscar otro trabajo;cada vez que la vida le planteaba una disyuntiva acudía al azar. Los días para Andrés transcurrían como los de cualquier otro y aún conociendo la manía de llevar a todoslados su inseparable apéndice cúbico y la incapacidad de tomar una decisión inmediata, la cual finalmente era siempre radical, nadie podría haber adivinado el perverso juego que controlaba su suerte. Para él las decisiones personales dejaron de existir desde hacía mas de veinte años, siendo apenas un niño de trece,cuando impulsado por el amor inmenso a su madre eligió rescatarla del incendio que consumía su hogar dejando de lado a su pequeña hermana condenándola a una muerte prematura y horrible. Su familia no le perdonaría dicha determinación, la penúltima de su vida. Aquellatarde mientras corría lejos de su agonizante progenitora y los llantos de los demás, salto del bolsillo de su camisa un dado que la pequeña le regalo días antes; desconsolado y confundido, se acercaba lentamente a recogerlo dudando aún si debería regresar o irse para siempre, en ese momento decidió poner en práctica el juego que compartía con su hermana, una cifra impar representaría una afirmación y una par una negación. Resignado recogió el diminuto cubo que mostraba cinco puntos en su cara superior, regreso y todo cambio. Un cuatro significo que no pediría perdón, un tres que se iría a vivir con sus abuelos paternos, un dos que renunciaba para siempre a su libre albedrio.
Iba reduciendo mecánicamente el número de posibles tragos de los cuales pediría uno. Los constantes sis y nos aburrían a la mesera mientras Andrés agitaba nuevamente el dado en su siniestra oculta en el bolsillo para luego rozar la yema del índice sintiendo la cantidad de puntos cóncavos
Contrario a lo que todos puedan pensar, sus días no se convirtieron en un caos de contradicciones, porque, tal como él lo pudo constatar, la vida es siempreun desconcierto, un desorden de hechos que se suceden y se contraponen sin relación entre sí con miles de posibilidades que se extienden como las ramas de un inmenso árbol y que nos obligan a elegir casi siempre basados en nuestra incipiente experiencia ignorantes de las consecuencias de dichas resoluciones. Incomprendido por la mayoría de sus conocidos quienes no podían entender algunas de sus decisiones Era también admirado por sus pocos amigos debido a la aparente libertad que definía su existencia. El destino era un concepto que repudiaba, se negaba a creer en un poder sobrenatural que lo haya guiado a tomar la fatal decisión que acabo con la vida de su hermana,que no sirvió para salvar a su madre.
Finalmente pidió un vaso de cerveza, la muchacha se alejaba refunfuñando entre dientes, Andrés se dio cuenta que era la sexta vez que llegaba al mismo bar en los dos últimos meses y que siempre pedía lo mismo, un saludo cariñoso lo sorprendió.
- Hola, vine lo mas rápido que pude, siempre decides todo a última hora ¿que era eso tan importante que me ibas a decir?
Una mano apretaba el anillo de compromiso, la otra regreso a abrazar el dado.
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Publicado en la edición impresa del diario "El Comercio" sección Dominical del domingo 6 de octubre del 2013 Lima - Perú
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Lun Oct 28, 2013 7:45 pm
