El Viejo y el Fuego

El Viejo y el Fuego

A los 86 años era el único habitante en varias hectáreas a la redonda. Vivía allí desde hacia muchos años. Su juventud la compartió junto a su esposa y nueve hijos. La chacra era su medio de vida, cosechaba yerba mate, tenía vacas, gallinas, gansos, patos y varios perros a quienes denominaba centinelas, por aquello de  dar el alerta si algún extraño se atrevía a invadir su propiedad.

Don Juan era analfabeto, nacido en el Paraguay y criado en Argentina.
Poco a poco fue quedando solo en aquella chacra rodeada de selva misionera, su mujer falleció y sus hijos emigraron a medida que fueron creciendo. Nadie quiso seguir trabajando la tierra y el hombre quedó sólo con la compañía de sus centinelas que se renovaban con el tiempo.

Dormía en una pequeña habitación con una puerta adicional de un metro de altura por sesenta centímetros de ancho, ubicada en uno de los lados para poder escapar en caso de ser sorprendido y superado en número por algunos intrusos con malas intenciones.
Junto a la cama y sobre una mesita de noche fabricada con algunos trozos de tablas, tenía su cuchillo, una linterna y un revolver calibre 38 tan viejo como él.  

Era un hombre tosco y analfabeto pero, sabio. Conocía perfectamente la naturaleza que lo rodeaba y no necesitaba más para sentirse bien con el mismo.
La selva le proveía alimentos y remedios para cualquier enfermedad. Sabía reconocer que planta podría curarlo ante la emergencia.

Él, construyó la casa de madera y paja y todos los muebles, era naturalmente habilidoso, tocaba el arpa y la guitarra, instrumentos que mantenía y arreglaba con sus propias manos y que aprendió a tocar durante las noches, alumbrado únicamente por la hoguera.
Solía meditar largo tiempo mirando las llamas. La magia milenaria, esa relación del hombre y el fuego nutrían su saber.

Cuando lo conocí y compartí unos días con él, mientras conversábamos junto a la hoguera, supe que Don Juan era uno más en ese mundo selvático misionero.
Era fiera, pájaro, árbol, planta, río, savia, tierra, piedra, sol y lluvia.

Gracias Cochito por haber encontrado a este Don Juan y traerlo entre nosotros. Hermosa narración con un final estupendo.

Maestro!hermosa narración descripta o descripción narrada. Como siempre, el don de poner belleza o, descubrirla, en la cotidianidad de los hechos y las personas. Me imaginé a Don Juan, al lado de su ranco y alrededor del fuego, dialogando con él en silencio. Bello, bello.Abrazos al alma, poeta!Malisa. 

Definitivamente tienes el don de transportar al lector hasta el lugar, una descripción perfecta de la vida de don Juan, y por supuesto que esa conexión que dejas al final del texto es perfecta, existe, estamos conectados uno con todos.
Mi felicitación Ricardo y qué placentero es saber que tienes ojos para encontrar la cotidianidad que otras personas a lo mejor pasan y ni siquiera se dan cuenta que don Juan existe...

Un placer inmiscuirme entre tus letras. Abrazos

Gracias amigos por su visita, son ustedes muy amables. Sólo deseo agregar que Don Juan es un diamante en bruto que guarda la selva, para que quienes tuvimos la dicha de conocerlo, dejemos su tierra con el alma enriquecida.

Un placer leer su relato.
Es por eso que me gustaría, que las personas comiencen a respetar nuestra naturaleza y a todo lo que vive en ella.

Así es Cecy. Gracias por la visita.

HERMOSO, SIMPLEMENTE, EL LEERTE ES UN DELEITE ESPIRITUAL.GRACIAS POR COMPARTIR.


TRINA