MI SITUACIÓN ECONÓMICA

MI SITUACIÓN ECONÓMICA


La temporada de esquí había llegado y como todos los años comenzaba a desesperarme por estar en una pista disfrutando esa sensación tan especial.
Me invadía el deseo de sentirme inmerso en ese inmaculado manto blanco rodeado de total silencio.
Hacía tres años que mi equipo permanecía aburrido en el altillo acompañando a un montón de trastos en desuso y a pesar que los cálculos de mis cuentas no eran favorables, decidí pasar unos días disfrutando del deporte que me hace feliz.
Cuando Federico, quien conocía al dedillo mi situación económica escuchó mi invitación pretendió disuadirme, luego de mi insistencia accedió a acompañarme siempre y cuando compartiéramos los gastos.
Preparé la camioneta y salimos rumbo a Las Leñas.
El recorrido había sido placentero pero, recién entrados en suelo mendocino el clima sufrió un cambio imprevisto, el cielo se oscureció por completo. Una tormenta de viento, agua y nieve cruzaba la ruta haciéndose imposible mantener la camioneta en su rumbo, sin embargo debíamos continuar con el riesgoso trayecto.
Luego de unos kilómetros divisamos una luz cercana a la ruta, sin dudar un instante nos dirigimos hacia la casa a pedir refugio. Franqueamos la pesada tranquera y transitamos el camino custodiados por altos árboles que se agitaban peligrosamente.
No hizo falta golpear a la puerta, los perros se habían encargado de anunciar nuestra presencia.
Desde la galería y con un fusil en las manos nos recibió una mujer de blondos cabellos, vestía con campera, pantalones y botas. Su atuendo no lograba ocultar su esbelta figura.
Después de escuchar nuestro pedido, replicó que no podía ayudarnos, alegó estar sola por haber enviudado hacía unas semanas y eso le impedía alojarnos, terminó diciendo –sepan comprenderme.
-No se preocupe señora - dijo Federico, y agregó –solo necesitamos que nos deje meter la camioneta en aquella caballeriza, podemos refugiarnos ahí. Nos iremos a primera hora de la mañana.
La señora aceptó luego de mirar detenidamente a Federico, quien estaba ubicado más cerca de ella.
Ya en la caballeriza nos dispusimos para pasar la noche. No tardé mucho en dormirme mientras escuchaba como el fuerte viento azotaba los árboles.
Al despuntar la mañana noté que el tiempo había mejorado, era hora de marcharnos. La pretensión de despertar a Federico que dormía en el asiento trasero resultó inútil y tampoco pude saludar a la señora, la casa estaba en silencio y con los postigos cerrados.
El clima terminó de componerse y por suerte pasamos unos días estupendos.

Desde aquellos sucesos ya habían transcurrido unos meses, y fue una mañana cuando atendiendo al cartero tuve que acusar el recibo de una citación. Provenía de un estudio jurídico, cosa que me preocupó de inmediato.
El remitente era de Buenos Aires pero, además tenía impresos dos teléfonos con características que desconocía. Después de consultar la guía pude atar cabos, la citación seguramente estaba relacionada con aquella viuda de la cual ni el nombre recordaba.
Presentía algo malo, pero no imaginaba que podía haber ocurrido, me apresuré a vestirme y acudí al estudio. No podía creer lo que aquél abogado ya entrado en años me relató en forma clara y exhaustiva.
Debía hablar con Federico, me sentía perplejo.
Luego de caminar unas cuadras, decidí ir a su oficina. A boca de jarro le pregunté si recordaba a aquella señora, su respuesta fue- ¿Te refieres a Irene Spengler? cómo no recordar a esa hermosa rubia que nos permitió guarecernos de aquella endemoniada tormenta.
Federico, tienes que decirme la verdad ¿aquella noche, abandonaste la camioneta para ir a verla?
Sí, sí, confesó Federico algo avergonzado. Esa noche fui a verla y no me arrepiento, pasé la velada más hermosa de mi vida.
Le respondí con otra pregunta ¿por qué ella tenía mi nombre y dirección, acaso te hiciste pasar por mí?
Bajando la vista dijo -así es querido amigo, oculté mi identidad para proteger a mi familia, en cambio tú no tienes compromisos. Ya más nervioso concluyó preguntándome -¿a qué se deben tantas preguntas, pasó algo?

Tranquilízate y escucha Federico, la hermosa rubia llamada Irene Spengler, que seguramente recordaremos toda la vida, murió el mes pasado y me hizo heredero de toda su fortuna.

reche

Muy pero muy requetebueno! Me ha gustado! Hoy no me siento exigente y considerare este escrito como perfecto. No le encuentro pero ninguno. Y no es por la nieve pero es un escrito muy fresco, agil y logras mantener la incognita hasta el final. Felicidades compadre! Fobio, Ricardo y Antifaz seguramente sentiran cierta envidia al leerlo pero no lo diran...

Compadre, esto no es prosa poetica... supongo que te equivocaste de apartado. Viste! Ya encontre un "pero". Recibe mi saludo fraterno de siempre.

Querido Ängel, ademas de envidia tengo por Reche mi querido amigo Cacho, una gran admiración. Orgulloso estoy de ser su amigo (HERMANO)
Felicitaciones! un escrito magistral.

JAJAJA A MI ME VAN MATAR,PORQUE ÚLTIMAMENTE ANDO MEDIO EXIGENTE,YO ADIVINE EL FINAL CUANDO DIJO QUE LA SEÑORA HABÍA MIRADO A FEDERICO EH HILVANE DESPUÉS CUANDO DE LA NADA ANTE LA NOTIFICACIÓN SE ACUERDA DE LA SEÑORA...
ESTA BIEN ESCRITO ,AUNQUE CUANDO LLEGA LA NOTIFICACIÓN,PENSAR EN LA SEÑORA...PODÍA HABER PENSADO EN CUALQUIER OTRA COSA, NO SÉ

Angel, me alegra que te haya gustado y te agradezco haberlo puesto donde corresponde. Sigo siendo un pichi con la PC, no hubiera podido hacerlo.
Una vez más muchas gracias.

Cochito, es indudable tu cariño. Muchas gracias.

Mateo. ¿adivinaste que sería su único heredero?
Gracias por tu comentario.

BUENO LO DE EL ÚNICO HEREDERO NO,ESO ES UN AGREGADO COMO PARA HACER INTERESANTE LA HISTORIA, PERO DE QUE EL AMIGO HABÍA ANDADO CON LA TIPA, Y QUE SE HABÍA HECHO PASAR POR EL,SIP.