LA VUELTA A CASA

LA VUELTA A CASA

Busco dentro de la media de mi pie derecho el reloj pulsera recuerdo de mi abuelo para consultar la hora… Son las tres.
Esta madrugada de invierno además del frío, la llovizna es persistente y el temor de ser victima de un asalto crece a cada instante. En la calle la soledad se ha adueñado de cada rincón y las sombras parecieran cobrar vida.

Debo decidir si espero el colectivo con la duda que funcione todavía, teniendo en cuenta que podría haber perdido el último de la jornada y el próximo seguramente pasará por esta esquina alrededor de las cinco o seis.
La distancia hasta mi casa se aproxima a seis kilómetros y el trayecto no es más seguro que quedarme aquí esperando.

Un pequeño alero en la ochava me protege a medias de la llovizna, el viento se manifiesta en ráfagas y tengo empapado desde los zapatos hasta la mitad del muslo.

Ya no puedo esconder el reloj en la media para protegerlo de un posible atraco, se arruinaría y es lo último que quisiera.
Él me lo advirtió. Ella no te quiere - me dijo – Sin embargo como de costumbre no escuché los consejos de mi padre. ¡Que lo parió con el viejo!, al final siempre tiene razón.

De pronto… oigo voces, son varias voces jóvenes que se acercan. Trato de ocultarme pegándome lo más posible contra la pared. La sombra de un árbol me esconde de la pobre luz del alumbrado público.
Están muy cerca… se oyen sus pasos y a juzgar por el sonido que emiten deben ser unos cinco o seis. Si me descubren y quisieran atacarme no tendría ninguna posibilidad de defenderme, a menos que corriera con toda mis fuerzas y lograra escapar.

Estoy asustado, agitado y el corazón se me sale del pecho.
Ahora están pasando a unos cinco metros de mi posición, parece que no me han visto van demasiado metidos en su conversación.
Hay uno de ellos que va detrás del grupo; gira un instante la cabeza asía donde me encuentro y… se detiene.
Se que me vió… o corro ahora sacándoles algo de ventaja o dejo que suceda… lo que a lo mejor no sucede.

Corro en dirección contraria a ellos a toda velocidad ni siquiera volteo para ver si me siguen.
Continúo la carrera, mis piernas se endurecen y mi aliento decae cada vez más. De repente unos faros me encandilan estoy enceguecido pero aún así puedo ver que el vehiculo… es el colectivo que estuve esperando.
Mi alma regresa al cuerpo y mi corazón comienza a latir más lento.
Pronto estaré en la seguridad de mi hogar –pienso.
El colectivo recorre unas cuadras y se detiene a recoger pasajeros.
Mis ojos no dan crédito a lo que veo…. Son ellos.

Querido Maestro, lo que puede hacer de nosotros el miedo.La necesidad imperiosa de llegar al hogar, el refugio, donde huyo de los ruidos que no me son familiares y donde mi corazón se calma para volver a latir acompasadamente.la paranoia ha ganado las calles y nuestras vidas.ya ni siquiera disfrutamos de esa caminata que nos ayudaría a desentumecernos el alma y el cuerpo.También he sentido ese miedo, esa opresión en el pecho que pinta fantasmas en el camino que nos es cotidiano.Cuando después lo pensamos, nos decimos que tal vez actuamos exajeradamentwe, pero en ese momento razonamos con el alma y con el corazón, no con la mente.lo he experimentado, sobre todo en mis épocas de maestra rural cuando me quedaba sola en el medio del campo hasta que al otro día regresaban mis alumnos.Paralizante.No se siente mejor que cuando nos vuelve el alma al cuerpo.Después del miedo, todo se vuelve anecdótico, pero hay que vivirlo, y más en estas épocas.Saludos Maestro. me has traído remembranzas.Malisa.

Gracias Malisa y Jaime por pasar y comentar son muy amables.
Un abrazo