Agnus Dei

Tema: Agnus Dei Miér Dic 19, 2012 11:41 am

Agnus Dei

En la desmesura extemporánea de una vida de aprendiz, la incógnita viga, desde Australia al Himalaya no perdura, no se para; arrasa con su viento serpenteante, voluptuosa en sus maneras, meditando en sus maquinaciones, y otras, fornicando alegremente bajo los efectos de alcohol dios, que de otra forma, su moral, lo impediría.

Coxis… Me haces daño. Y tú, brazo… Medita. Sé como la estrella de mar, tan fractal renacentista, tan pintoresca, tan total. Pero mira, mira, el Sol gira, desaparece su amarillo, su rojo y escarlata… Oscurece, y brilla de nuevo volviendo a girar. No hay ningún misterio. Aunque realmente lo que ruede sea la Tierra, ¿es por eso menos cierto que el Sol también lo hará? Sin embargo, el conocimiento por azar, respecto al giro del Sol, es como el conocimiento de lo termodinámico, de Krisna o de Mitra, de Zaratustra, de Buda o de Cristos, que llaman dios en su inflámanos. El conocimiento interno se rebela y desvela la inexistencia divina de cualquier ser mitificado.

Desde el polvo, por el polvo y en el polvo, todo polvo sea el polvo para el polvo de los polvos; y si un polvo es más polvo, que tu polvo y que mi polvo, será el polvo de los siglos; por los polvos y en los polvos venideros, hasta el polvo, polvo somos, polvo lo seremos, y polvo fuimos.

Huye de toda religión que te prohíba algo. No te apures de la enfermedad desprovista de su dueño. La araña iba por el hombro, portadora del veneno, esperando una respuesta desmedida, terrorífica, acorde con el mito y su pavor. Subyugar al tauro colectivo una fe revuelta, donde mutan los sin numen, y la gnosis de lo exógeno revierte en la impostura más servil, incluso, que la cruel muerte anunciada de tu hijo, es, despreciar el entro intransferible, de la unicidad individual del ser humano.

Ni en la diosa Cásset, ni en su hijo Ptnea, donde estuve cuatro días con tratamiento paliativo, tres y uno, y tres en uno, lograron invertir el pansexual misterio, de ser sexo y todo sexo, aún después del climaterio. De todas formas es, gracias a Tertuliano (quizá tertulia…), y a cuatro miembros debatientes sin debate, que no aprendí sobre el asunto del morir. Me quedan diez, tal vez quince, y desde luego, ni por asomo estoy preparado (como si para ello se pudiera estar), para afrontar semejante y tétrica empresa. Como tampoco lo estuve cuando descubrí que la carne es débil, y la mujer, según las bestias, nació de materia inerte, y a la que sólo se puede hacer un favor, y recibir, a toda hora, sus favores. Ya me lo decía mi madre con la zapatilla: “unas son prostitutas, otras son decentes, unos y todos tienen próstata, y algún salvoconducto referente".

No idolatres a nadie, no se la chupes al buey; no te toques el falo, no te saltes la ley. No al vino, no al sí va. No al star black play, no al Cristo, no al Krisna, no al Obispo, no al rey. ¡Y qué engaño tan grande, el de la castidad y el celibeato! Caliente, caliente está el Caribe, que quisiera ser caribeñito, avanzadilla del sofoco, de lo rojo del bonete, que por rojo es bendito y como rojo se somete. Como digo: qué gran mentira y desacato, en el dios es uno y te arrebato; el del fuego y cielo eterno que (“por obra del espíritu”), ahora es conciencia… Acabáramos pues, que Jesús, y tres, como tú y yo nos iremos, también se fueron (pa Rusia), y para no volver.

¡Herejía! ¡Herejía! Yo os daré mentirillas piadosas… ¡Charlatanes!, corrutos sinsepultos; impostores testamentarios, inventores del negovicio, usurpadores de solsticios; imitadores con firmes áulicos, hegemonías y dictaduras, simonías y toques mágicos, en escrituras que retocadas fueron la luz del mundo, y que a vuestros pies y en vuestro solio, se quedaron atrapadas por la política ecuménica, cuya andanza comenzó frente a las puertas de Damasco. Santo fue Poncio, pero no mereció por el apellido. No así Elena, donde en la santa hay sinalefa… ¡Qué cruz, Señor!

Lo que se mueve, no… Es como I, pertenece a la caterva de figurillas figurantes. Bambolean y despuntan como estrellas with your heart, and your space. Tú, ¿me vas a decir a mí, si debo o no, comulgar; si debo o no, comentar?... Que tergiversas y pones en mi boca, palabras que no dije… ¿Cómo te atreves?, anodino Agnus Dei, Saulo suplantador de la verdadera esencia, merienda de todos los necios, que miran sin ver y oyen sin escuchar. Vos veréis, hasta cuándo.