Las Finuras del Teniente +++DESTACADO MARZO DE 2013+++

(Cuentos brújicos para mi Marciano, Oswaldo)



Al trote casi al compás del segundero, en un solo golpe de pie a la vez, casi imposible saber si eran apenas unos cuantos o todos los que alcanzaban de un solo vistazo de escuadrón, toda una serie de movimientos uniformados como uniformados iban sus cuerpos.

Escuchar cantar sus serenatas lejanas y de arenga militar, el crujir de sus gonces apilados en botas y el clamor de su disciplina, no me dejan olvidar sus dianas.

Pasaran los soldados restando sueño, sumando movimiento multiplicando ritmos, los soldados engomados en una especie de misterio lineal, donde mantendrán su seño indiferente, su regia mirada, su boca bien cerrada, excepto para contestar idilios en canciones casi sin melodía.

Esta apenas pintándose el día con delicadeza de tul, hace tiempo que no había pensado en el tul y su transparencia, ese vuelo entre piel y aire, entonces equilibraré el cuerpo en dos patas buscaré alguna bata y pondré alguna canción lastimera, alguna que empiece por estrujarme algo en el pecho, algo que me haga doler, algo más que esas sus dianas, alguna canción de camino, alguna como hilos de sangre fingiendo ser navegables.

Se van acercando, ya los guijarros se sueltan y rebotan, ya los pajarracos encrespados por la madrugada silenciaran sus trinos, y acrobacia en mi conjuro de ondas por el cuerpo, mi cuerpo meciéndose al filo del balcón, equilibrios de punta y talón, telas de cortina elevándose y cayendo, en una danza aérea como las del circo que dejo de contratarme.

No le irá mal un gusto de carmín a los labios, a las mejillas, un asentamiento de pelos con la peinilla de cuerno de toro, el ajuste de los cordones y el corpiño.

Estrellas vienen en su fusil, aun tengo su fusil envuelto en tul debajo de mi cama y ya llegan como sueños premonitorios, tapare mi boca como estropeando un grito.

Desde que se fue a una guerra, una de esas tantas innombrables, les dejó ordenando con fiereza que pasaran a cantarme canciones de camisas de arroz todas las mañanas, que eso, eso sería la orden ineludible de sus días, hasta que el vuelva.

Y esta bailarina de caja musical, finura del Teniente, saldrá a darles los honores, a mantener la cordura y a mostrar compostura.

Hoy venían en silencio, solo se mantenía el crujir de las botas estrechando a besos grotescos el suelo, y mi grito seguía confinado en mi mano, se detendrán en mi puerta lo sé y esa campana de llegada doblará sus rezos.

Me guarde el grito en el bolsillo y coloqué en mis cabeza la mantilla, los duendes en camuflaje vienen a plantarse y cuadrarse en mi jardín de guijarros.

El ha vuelto entonces, solo espero que no entre con los pies por delante...