¿OPORTUNIDAD PERDIDA?

¿OPORTUNIDAD PERDIDA?

Sobre la mesa, la cafetera de loza blanca, la manzana. En un plato, la tostada, la mermelada. Esperando, la taza vacía. La ventana baja, de cristales enmarcados, deja ver un trozo de jardín y el tronco grueso de una antigua buganvilia, se encarama en un lado hacia los balcones más altos. Una cortina de color caramelo de miel, proporciona una especial luminosidad a la estancia al incidir en ella los primeros tiernos rayos de sol.
Era una mañana tibia, otoñal. Una mañana tranquila, dominguera, recién despierta. El silencio todavía es dueño del ambiente, sólo el trino incipiente de un pájaro, se atreve a romper el silencio.
Se recogió el pelo en un moño ligero que sujetó con una pinza de hueso. Vestida con su camisón blanco, adornado de encajes en el escote, se sentó a la mesa redonda. Antes de servirse el café, observó el exterior a través de la ventana y pensó en la trayectoria de su vida. Con la barbilla apoyada en una mano, recordó cuánto tiempo había transcurrido desde su juventud, ahora tan añorada y no pudo evitar hacerse una pregunta: ¿Había aprovechado las oportunidades presentadas a lo largo de su camino? La ignorancia para poder responder con sinceridad, la entristeció. No lo sabía. Trataría de analizarlo de la manera más sincera posible.
Mientras pensaba en aquel momento trascendente, cuando Carlos le propuso matrimonio, se sirvió el café caliente; el tenue humo que se elevó de la taza, rememoró las horas de aquella tarde en la cafetería de la ciudad donde entonces vivía, ahora tan lejana que parecía un ensueño revivido. Sonrió ante el hermoso recuerdo. Sólo tenía veinte años, estaba enamorada del amor y esperaba entregar todo aquello que atesoraba en su corazón como una ofrenda especial al hombre de sus sueños y Carlos, no era el hombre. Recordaba cómo, sentada frente a él, lo miró, lo observó… Sus ojos azules, su pelo rubio, alto, bien formado, el hombre ideal para muchas mujeres, sin embargo, no para ella. Aspiraba a más pero no precisamente a un alto estatus en la sociedad. Carlos era materialista, ambicioso, deseaba llegar al máximo, tener una posición social privilegiada y a ella, todas esas prebendas, no le importaban. Lo primordial, eran los sentimientos. Amar profunda, mutuamente, encontrar ese amor perfecto tan esperado, era su meta. Todavía no había descubierto que la perfección en el amor, es una utopía.
Se lo dijo claro: no te amo. Él se desilusionó y se dedicó al estudio. Más tarde en el tiempo, supo de su progreso, de su triunfo, de su matrimonio con Margarita, una primera novia, muy enamorada sí, pero sólo ella. Después, pudo saber también que no fueron tan felices como esperaban pero ¿quién consigue esa felicidad soñada a los veinte años? Ella tampoco la había logrado.
Se casó con Luis, soñador, romántico, el hombre esperado, el único amado, el mejor, -lo creyó así- pero se equivocó. ¿O era la vida que se divertía a sorprendernos con los cambios inesperados? De la noche a la mañana, Luis se transformó en otro hombre. Sin motivo aparente, un día, de pronto, se tornó agresivo, taciturno y su amor desapareció como la sal en el agua. Todo se derrumbó a su alrededor. El dolor, la decepción, lo imprevisible, se presentaron en su camino y se vio obligada a recoger el guante arrojado por la vida para que no obstruyera su paso por el camino a seguir. Aprendió a ser valiente, a luchar. Habían nacido hijos merecedores de una felicidad lo más segura posible. Necesitaba apartar los escollos para darles a ellos el principio de una andadura suave. Ya llegaría el momento de las dificultades cuando decidieran abandonar el refugio del regazo materno. Lo intentó y, tal vez, lo consiguió, pero a fuerza de renunciar a sus deseos. La exigencia prosaica de lo cotidiano, requería el aditivo extra de una inmensa entereza envuelta en ternura para poder sobrevivir.
De manera inesperada, descubrió como las esperanzas desaparecían entre una mezcla de deseos y anhelos perdidos en un camino pedregoso, solitario, impensado. Aceptó la dura realidad, siempre vivió de sueños pero debía olvidarlos, había que salir al circo a pelear con los leones. Otra vez sonrió ante la ocurrencia de la metáfora. Sí, se había convertido en una luchadora. No se rendía fácilmente.
En la soledad de aquella mesa, en aquel domingo actual, volvió a recordar a Carlos, a evocar la oportunidad despreciada. ¿O acaso aquella negativa fue un acierto? ¿Cómo habría sido su vida si hubiera aceptado a Carlos? Eso no lo sabría nunca.
Miró a través de la ventana. El jardín, la buganvilia, un trocito de calle por donde comenzaban a circular los coches… La vida continuaba.
Terminó de beber el café pero no probó la tostada ni la mermelada, las náuseas se apoderaron de su estómago. Todavía no toleraba bien la quimioterapia. – MAGDA.

Una reflexión que hacemos muchas mujeres, qué hubiera sido si...? Hermoso escrito Magda

Ahhh..., Magda. Eterna cuestión. Los caminos de la vida no tomados y cual sería el resultado si los hubiésemos transitado. Excelente presentación de un tema siempre vigente, con la impecable narrativa a la que ya nos tienes acostumbrados. Siempre es un placer leerte porque tus escritos entretienen y hacen reflexionar al lector. Un saludo afectuoso,
José

Muy buen texto. La verdad, lo de la quimio hubiera sobrado, pues así queda muy extraño, extravagante. Porque el texto en sí, sin ello, es muy bueno, y realista, que no es poca cosa .
Me ha gustado mucho cómo tratas el tema de los sueños, de las esperanzar y cómo lo pones con el ambiente. ¿No sé bien, pero los hombres en ciertos lugares nos estimulamos al recuerdo y a la melancolía que en otros? Es extraño. La habitación es como una caverna donde desde la ventana, los ojos, con los que creían ver los sueños, observan el presente y siguen esperando un algo ya pasado que no ocurrió. No sabría bien explicarlo. Me ha recordado mucho a los cuadros de Hopper, uno de mis pintores favoritos.
Buen trabajo. Te doy un aplauso, te lo mereces.

Un saludete de Samuel.

leido, para mi lo de la quimio le añade un final con mas fuerza, pero dicho en ultima instancia queda artificioso tal vez.

saludos

Fobio, amigo. Sabes cuánto agradezco tus palabras. Para mí, tú si eres un gran escritor. Gracias por leerme. Un abrazo.

Amigo Samuel. Gracias por tu puntuada respuesta. Pues fíjate que lo de la quimio, lo puse al final sólo como una pincelada sin extenderme en detalles para dar a entender al lector como todas aquellas reflexiones de la protagonista, las ocasionaba el saber que, muy probablemente, estaba al final de su vida. Pero bueno, no sé si lo conseguí.
Sobre si, en ciertos lugares es más proclive la melancolía que en otros,no sé, quizás el ambiente ayude pero, en mi opinión, la edad sobre todo,es lo que nos lleva al recuerdo meláncolico, a la nostalgia. Creo que tú eres joven ¿no? y cuando se es joven, sólo se "sufren" momentos esporádicos de melancolía pero, cuando llega la vejez, es la nota constante. Ya no se tiene futuro, sólo pasado y se vive de recuerdos que, siempre, siempre, son nostálgicos.
¡Ah! Yo no veo la habitación como una caverna sino todo lo contrario, está llena de luz. Así lo intento describir al principio del relato.
Gracias, por leerme, te buscaré en el foro para leer algo tuyo, creo que eres muy detallista y eso es muy bueno en un escritor. Un abrazo.

Amigo Agustín,sobre lo de la quimio te remito a lo dicho a Samuel. Veo que es un detalle que destaca y no sé si fue acertado pero, me pareció que si no le daba un final más destacable iba a quedar muy soso ¿no? Una mujer que piensa sobre su pasado.. ¿y qué? Así, si sabe que le queda poco tiempo de vida, es más dramático, tiene un motivo para reflexionar sobre el resultado de su presente con respecto al pasado ¿no? Bueno, esa fue la idea. Gracias por leerme y comentar. Un abrazo.

Mari azul, gracias por estar ahí, leyendo. No te olvido. Un abrazo.

La enfermedad obliga a conciliarse con el pasado; para eso hay que preguntarse y responderse con sinceridad; y después, aceptar las dudas de lo que no fue.