El nigromante

“Un don, uno no puede decir si tiene un don, a menos que ese artilugio le haya dado resultado a alguien fuera de este cuerpo”

Una frase un poco tosca y casi inentendible que figuraba entre espejos frente a la puerta, una sala modesta y con olores penetrados de inciensos, es difícil definir el aroma reinante, sándalo quizás.

Últimamente, las cosas se han vuelto insoportables, a Francisco se le ha pasado la raya y yo no me di cuenta hasta cuando entre ajustes a nuestras miradas, lo vi perderse de mí, a refundirse en un abismo con toda la soledad que nos aguardaba cada tarde, dejamos de vernos, dejo de ser.

Y sé que no se deja ver, no regreso de ese mundo de silencio, donde no puedo gritar porque la voz dejará también de ser.

Francisco tomo un día las cosas oscuras y se las monto en la espalda, si, le dio por mudarse al mundo de los demonios, a jugar con adivinaciones y acertijos, tratando de encontrar la vida eterna, en estúpida travesía con fundamento en los mitos recogidos en lenguas extrañas.

Había estado un rato ya pensando en todas esas cosas, manteniendo el tufo de humos viciando el lugar. La puerta se abrió y vi salir a una mujer con los ojos hinchados y con una maraña de pelos desordenado entre hierbas.

-Laura, grito Francisco desde el fondo de la otra habitación, la mujer regreso la mirada, él salió envuelto en nuestra mejor sábana, se notaba que estaba desnudo, tenia rabia adentro de verlo así, él le entrego una botella, removiéndome las tripas vomite en la planta, esa que había puesto junto a la sala de espera.

Era una botella con cosas flotantes, me causo repulsión su color.

Si no fuera porque venía en camino nuestro hijo, algo más importante, que lo que nos unió de principio, hubiese tenido la agilidad de partirle la maceta en la cabeza, miró de reojo y haciendo su clásica mueca de indiferencia se dio vuelta y azotó la puerta.

Laura se sentó junto a su madre sollozando, la mire con desprecio, lo sintió porque alzo su cara y dijo.

-Tenía que hacerlo, si no vendrían por mí-

Soplé por la nariz.

-Quién vendría por ti, déjame adivinar, ¿hay demonios en tu casa verdad?

Ella aun con la cabeza gacha, se abrazó a su madre

-Solo Francisco me entiende-

-Francisco entiende a todos, le dije en tono irónico.

-Esta mañana tenia rotos los vidrios de mi casa, las cosas revueltas, el baño devolvía todo, fue horrible- suspiraba con tono alterado.

Supongo que me dio algo de pena, me quedé en silencio un rato, tratando de adivinar que hacia Francisco ahora.

Se pasó de la raya, el no tiene ningún don, es un vago pendejo, me remordía para mis adentros.

El no habla con espíritus, el no siente cuando de verdad los muertos andan junto a él, si no fuese por él no estaríamos en esta situación esperando a que nos atienda, siempre viene gente y nos deja esperando.

Tiene miedo de vernos, aún recuerdo que fue él quien puso ese brebaje que nos mató y cree que puede hablar con los muertos de otros, por eso nos tiene esperando aquí, no se anima a reconocernos.