Recordando viejos escritos de esta página

REINALDO CHETTO UN BACAN

Reinaldo Cheto es uno de esos porteños de carácter alegre y simple.
Nos conocemos desde adolescentes, siempre fue pintor, pero de esos de brocha gorda, muy prolijo y los que disfrutan de un trabajo bien hecho más allá de lo que pueda cobrar por ello.
Esa vez el loco, como le dicen en el barrio. Estaba trabajando con su padrino a quien cariñosamente lo llamaba El Ogro por su aspecto de hombre malo y voz ronca. El lugar era un local de juego, lotería, prode y quiniela que el tío tenia en Palermo a metros de la esquina de Oro y Santa Fe.

Su trabajo de pintor estaba muy deprimido por esos tiempos y no tuvo otra opción que ir a perforar tarjetas de prode, tarea reñida con su personalidad creativa, actor por naturaleza, lector y buen escritor ademas de poseer una habilidad nata con sus manos, todo aquello que toca lo transforma y embellece.,
Era un día de primaveral y me fui a visitarlo con el propósito de almorzar juntos.

Cuando se lo propuse me aceptó siempre y cuando fuera en su quinta y con un asado, allí _ Me comentó _ tengo gente que se ocupa de tenerla prolija y cuidada. Me sonreí pensando que era una de sus bromas y lo esperé unos minutos hasta que se hizo su hora de almorzar.

Caminábamos hasta su viejo e impecable Chevrolet 400 y antes de subir me dijo _ vas a ver como vive un bacan que tiene dos horas de tiempo para almorzar antes de abrir el puto negocio del Ogro, sentate y confía en Papá.
Paramos a la vuelta frente a una parrilla, se bajó y regresó a los 5 minutos con un paquetito, continuamos 10 cuadras hasta los bosques de Palermo, estacionó, abrió el baúl del auto y comenzó a sacar mesa, sillas, heladerita con hielo, gaseosas, vino tinto, vasos, platos.
En un santiamén, estábamos almorzados, disfrutando de un asado en un lugar espectacular sobre un césped prolijamente cortado bajo un paraíso y escuchando buena música que salía del estereo del auto.
Atrás había quedado la ciudad con sus ruidos, el aire viciado, la locura del transito, el estrés que se puede juntar caminando entre la gente
Mira… Esos pinos, _ Me dijo _ esos álamos, los ceibos, las tonalidades de verdes de aquellos Ficus y escuchá el trino de los pájaros y esas mariposas que surcan el aire desplegando tanto color ¿No te sentís un bacan?

Al piantado de la quinta, se me hace que lo conozco.
Anda buscando otro césped. Las autoridades vallaron los canteros.
Bueno...después de todo la quinta era prestada.
Un abrazo Cochito.

Con Rei, Cocho y un fisgón de esos que nunca faltan,
el taller está abierto: vivir, sentir, escribir.

Tenés razón Reinaldo, estas autoridades de la ciudad enrejaron hasta los sueños de la gente, porque aquel lugar era un paraíso más que una quinta, tu paraíso, nuestro paraíso, donde los bacanes como nosotros disfrutábamos de los regalos de la vida. Esos regalos que no existen si el alma no se abre como un girasol ante la luz del día.
Bueno hermano… que vamos hacer más que tratar de acomodarnos en este nuevo mundo que nos atropella como un vendaval. Sin embargo siempre se encuentran nuevos paraísos ¿sabés por qué? porque los paraísos los inventamos en nuestro interior y en el fondo de los ojos de la gente buena leche como vos.
Te mando un abrazo y te prometo encontrar uno para nosotros.
Antifaz si querés venir estás invitado. Un fuerte y paradisíaco abrazo.

Hecho!

Con tamañas estrellas, más que en un paraíso planetaremos en una nueva galaxia. De lo que tengo dudas es que haya césped.
Será cuestión de imaginarlo.

Llevamos césped sintético y algunas hormigas robóticas de esas que no se comen los sándwiches pero, es lindo ver como trabajan mientras nosotros nos rascamos la panza.
Al sintético no hay que regarlo ni cortarlo, menos mal… sino ¿que empleado municipal va a ir hasta allá por lo que les paga el estado?