SOLO UNA VEZ HABÍA IDO A LA CANCHA

SOLO UNA VEZ, HABÍA IDO A LA CANCHA


La semana que viene Eugenio va a cumplir 32 años, hasta hace seis meses vivía al lado de casa.
Desde jovencito trabajó en la Fuerza Aérea, un tipo educado, atento y simpático. Todo lo contrario a su señora madre.
Se llamaba Modesta, a pesar de ser una mujer joven, los vecinos por respeto le antecedían doña, título que sin duda no merecía.
Era agria como un limón, ácida como el vino picado, descortés y odiosa con los niños.
Nada pedía, por el contrario, a dos manos regalaba antipatía y rechazo.
Según lenguas que la vieron llegar al barrio, en aquél tiempo era aun más dura, algo así como un desprendimiento del Peñon de Gibraltar porque, cuando hablaba con su hijo en el jardín, solo se le escuchaba repetir España. España esto… España aquello, lo otro y un montón de Españas más.
Su marido había fallecido bajo las ruedas del tren una mañana de espesa niebla, no llegó al trabajo.
En ese entonces, Eugenio tenía dos o tres años. No puedo precisarlo.
Siempre elegante, bien parecido, sonriente y dispuesto al favor que le pidan. Las muchachas solteras lo soñaban de cualquier modo. Sin embargo sus piropos nunca pasaron de una delicada galantería.
Decía que, para ponerse a noviar, todavía faltaba mucho tiempo.
No dedicaba tiempo a deportes con los de su edad, acudía a bibliotecas, reuniones literarias, enloquecía por el teatro y los conciertos. Solo una noche se sumó a la muchachada para ver a Platense vs. El Santos, un amistoso que se disputó en el viejo estadio de Manuela Pedraza y Crámer.
La mañana fue sorprendente.
Sirenas, gentío, policías y bomberos. Un alboroto inusual.
Mi madre volvió de las compras con cara de terror, le temblaba la voz, casi no podía hablar…entrecortado le escuché decir – en lo de doña Modesta acaba de ocurrir una desgracia.
Desoyéndola, salí a la calle. Ahí estaba Eugenio con las manos esposadas, lo metían a empujones en un coche policial, me miró con ojos de vidrio.
Nunca más volví a verlo.


Al volver de la cancha había encontrado a su madre con otro hombre en la cama. A ella la mató entre las sábanas y a él lo alcanzó junto al rosal de la puerta.
No se resistió, lo encontraron acurrucado y tiritando de frío en un rincón del patio.


reche

Bien, de hecho este escrito esta muy bien escrito, valga la rebuznancia. Se lee facil y de manera amena. Por otro lado es una historia plana, sin cuestas ni valles, salvo al final, en que intempestivamente el protagonista mata. Ahora bien y poniendome en mi papel de escritor y ya no en el de mero lector veo cuando menos un par de inconsistencias en la trama. El escritor nos pinta a un chico poco menos que ejemplar, sociable, respetuoso y culto y de pronto mata... esto no se me hace creible. Y lo del encuentro amoroso con la madre tampoco es verosimil. Ademas una madre de las caracteristicas que menciona el escritor no podria tener jamas esa clase de hijo. Siendo huerfano de padre y con semejante madre, tendria que haber sido un chico retraido, poco o nada sociable, reprimido y seria receptor de todos los miedos y traumas maternos ademas por supuesto de carecer del caracter que le quito la imagen paterna.

De cualquier modo una historia interesante. Cumple su cometido ludico en el lector comun y en locos como yo, proto-escritores o larvas de escritor, nos da la posibilidad de reescribir esta historia y/o de ver desde cuantas y diferentes aristas puede ser contemplada.


Recibe mi saludo fraterno desde el mismisimo infierno.

Otra vez me queda la sensación de querer un poco más de la trama del relato. Pienso que tiene más potencial que la brevedad de su extensión. Pero es sólo mi impresión. La idea me gustó. Saludos,
Jose

Un ángel saludando desde el mismísimo infierno ¿Cómo es esto?
Pucha!!! si es como para ir perdiendo la fe.
Agradezco mucho tu análisis amigo
Reinaldo

José, agradezco mucho tu comentario
Parece que me resulta difícil hallar el término medio.
Un abrazo
Reinaldo

Ignacio.
Con Eugenio fui yo también a la cancha.
Mucas gracias
Un abrazo