Tomé el argumento de Alenairam, no un fin de semana sino 5 días:
El Castillo BuenavistaFlavio con lujo de detalles organizó la convención sobre Pescadores y quiso que fuera en el viejo Castillo Buenavista a orillas del inmenso lago que tenía a su alrededor. Todos llegarían hasta el céntrico lugar a través de un puente de madera. Convivirían cinco días 7 pescadores y entre ellos estaría Eykis, una mujer entrada en años pero de una belleza física envidiable.
Todos llegaron y se instalaron tal como Flavio los había organizado, cada uno en una habitación distinta y contigua.
La primera noche se tomaron unos cuantos tragos y al calor de ellos fueron saliendo las historias de cómo se habían conocido y brindaron por los 3 años de amistad. Al finalizar la noche, casi de madrugada se fueron a dormir. Al día siguiente estarían todos listos para su gran día de pesca inicial.
Al caer la tarde Flavio empezó a llamarlos en medio de la oscuridad y cuando sintió que el grupo estaba a su lado, con una lámpara de mano alumbraba el camino por el puente de regreso al Castillo, algunos estaban muy contentos porque llevaban en su morral una buena redada de pescados.
Dejaron las mochilas sobre un mesón en la cocina porque era más importante dar cumplimiento a la reunión en la sala para comentar sobre los adelantos de la pesca en su ciudad. Estaban todos a la luz de las velas imbuidos en la conversación cuando entró una mujer llevando en una bandeja parte de los pescados perfectamente asados. Todos degustaron el potaje en medio de risas y tragos. Hacia las dos de la mañana entraron en sus cuartos con el ánimo de dormir.
Al día siguiente tres de los pescadores comentaban la delicia de noche que habían pasado en medio de la oscuridad, la mujer que había llevado la bandeja se les había metido en la cama y los había echo delirar de amor. Poco a poco fueron entrando los otros y con asombro hablaban cómo esa mujer fue capaz de haberlos satisfechos a todos en una sola noche…
— ¿Esto será de todas las noches?, ¡lástima que solo nos queden dos!— Dijo Flavio.
En ese instante se les unió Eykis y sin decir nada recordó la noche de fantasía que había vivido con un hombre que ella supuso que era un jardinero.
Ese día lo pasaron en cercanías del lago y tanto Eykis como los hombres buscaban a la mujer y al hombre que los había acompañado por momentos la noche anterior.
Volvieron al Castillo como de costumbre y esa noche la dedicarían a conversar sobre una empresa que querían iniciar y Flavio sería su gerente. Estaban reunidos en la sala y mientras observaban el organigrama que este había trazado sobre un papel, esperaban que la mujer apareciese de nuevo con la bandeja de pescados que habían dejado sobre el mesón, querían verle la cara a la luz de las velas.
De pronto un aire cálido apagó la vela que tenían encendida junto al papel. Flavio sacó un fósforo para encender la vela y hacerlo se dio cuenta que el candelero no estaba. (Era el único que habían llevado). Así se fueron a dormir pensando que la mujer quería tenerlos nuevamente esa noche y pensando en la escena, fueron a sus camas. Eykis tuvo un breve presentimiento, pero no dijo nada.
Al día siguiente se levantaron y comentaron que la mujer no había aparecido y Eykis les dijo que era hora de organizar sus maletas y caminar lejos del Castillo para encontrar el transporte que los llevaría de nuevo a la ciudad.
Todos medio aburridos pensaron que la mujer había quedado exhausta después de esa noche de pasión. Eykis al pasar por un pasillo rumbo a la puerta principal vio una fotografía con la imagen de quien creía que era el jardinero. Decía: “Hijo del dueño del Castillo, fallecido en 1805” y al lado de la foto otra con la imagen de la mujer que les llevó la bandeja de pescados que decía: “Esposa del príncipe Reinaldo, habitante de este Castillo y de quien dicen era ninfómana”.
Todos los asistentes a la Convención de Pescadores salieron huyendo del lugar…
Etelsaga, sept. 2008