Vida en Blanco

Desde mis primeros débiles recuerdos, a pesar de tener pocas luces, sé que siempre he estado aquí. Mi color preferido, o quizás el que más veces he visto en mi larga vida, es el blanco. Blancas paredes, blancos pisos, blancas sábanas y blancas batas que usa la poca gente que me viene a ver. No tengo familia conocida, sólo guardianes amistosos. Tampoco tengo vivienda, pero con apenas mencionar el 415 en este edificio, todos saben que es el lugar donde habito.

No conozco a mis padres. Nunca fuí a la escuela, ni tuve amigos con quien jugar. No tuve juguetes, ni ropas compradas. No sé quien es Santa Claus o los tres Reyes Magos. Jamás anduve en bicicleta o a caballo. Tampoco he volado cometas. No tuve una primera novia que me hiciera conocer un beso, es más, nunca tuve novia, ni esposa. Por lo tanto tampoco tengo hijos. Jamás pude ganarme un peso trabajando. Me he pasado la vida sin tomar una copa con los amigos, porque nunca he salido, no sé lo que es una copa, ni tengo amigos. Sólo una vez me subí a un automóvil y pude salir brevemente de este lugar blanco, para ver el mar desde las costas de mi tierra. Sólo una vez y hace mucho tiempo. Hubo que hacer una colecta para comprarme un televisor unos años atrás. Esa es mi experiencia de vida, lo que con asombro puedo observar que hacen los demás a través de esa caja mágica. Porque tampoco he podido leer un libro.

No tengo colegas, viejos compinches, ni andanzas que contar. Nunca he bailado o me he emborrachado. No conozco lo que es el cine o el teatro. No he sentido la lluvia ni la nieve sobre mi pálida piel. Antes de tener mi televisor, lo que conocía del mundo era lo que se podía ver desde mi ventana. Voy por la tercera generación de personas que me cuidan. Dos veces ya los he visto comenzar, hacer su carrera y jubilarse. Hace tanto que estoy aquí que prácticamente han construído el edificio entero a mi alrededor.

Podría nombrar tantas cosas más que no he hecho o conocido... Pero no. Porque resultaría aburrido para ustedes que han vivido una vida más o menos normal. Y también porque arruinaría el momento, ya que al fin alguien se acordó de mi y he sido liberado, de mi habitación y de mi cuerpo. Soy Agapito Pazos y tengo el muy dudoso honor de haber entrado en el libro de records Guiness como la persona que más tiempo estuvo internada en un hospital, en Pontevedra, Galicia. Casi ochenta años, toda una vida sin vivir...

Para Agapito Pazos, personaje de la vida real, fallecido el 24 de Abril del 2010.

me dio mucha ternura Josè, que triste, un buen relato-
saludos
k

Muchas gracias Gara. Quiero recalcar que esta historia, aparte de lo que pude aportar para presentarla como un relato, es verídica y sucedió en Galicia, España. Un saludo afectuoso,
Jose

QUE BUENA HISTORIA ,TRISTE,PERO MUY BIEN CONTADA

Gracias amigo Mateo. Un abrazo,
Jose

Pero también es, la otra mirada. Porque todos somos Agapito aunque no lo sepamos. Una vida, una historia. Un camino y muchos que dejamos por andar. Acaso Agapito nos deja más tranquilos, porque siempre podemos compararnos según nos convenga. Y todo por tu texto, José.

Un relato bien presentado desde el título y la mirada que le otorga (le da voz, le da un lugar al personaje y, sobre todo, a la persona como tal). Buena narrativa. Llega con ternura el contenido. Me despertó el interés por conocer algo más de su original llegada al 415 (encontré este enlace http://noticias.terra.es/2010/espana/0428/actualidad/agapito-pazos-murio-tras-79-anos-empadronado-en-el-hospital-de-pontevedra.aspx). Gracias por compartirla.

Federico, te agradezco sinceramente la visita y las palabras de tu comentario. Siempre es un gusto tenerte por acá. Un abrazo,
José

Muchas gracias por tu paso y comentario Silvina. Efectivamente, se trata de algo que realmente sucedió. Yo me enteré unos días después del fallecimiento de Agapito, y me llamó tanto la atención la singularidad de la triste situación, que pretendí tratar de sentir un poco lo que me imaginé que él había sentido mediante este breve relato.
Un beso,
José