yute

Yute

De repente tropiezo con un paquete envuelto en yute y cintas de raso, una especie de mortaja subsistiendo al muerto que llevaba por dentro.

Los cadáveres no siempre son de cuero y hueso, algunos hasta huelen eternamente a perfume, a tinta de pulpo franco, este que no recuerda su marca ni sus tonos, se reventó un día de ajetreo regalando su alto precio a unas cuantas páginas y cachivaches revolucionados, simplemente fueron embalsamados para hundirse en el cajón de ropa interior.

Sé lo que contiene, lo que no sé, es porque uno guarda esas cosas, en verdad son objetos de muertos, como ofrendas sin llegar a su destino en el campo santo.

Tiene esa especial e insufrible capacidad de trastornar las noches y moverlas a la mañana, menjunje de brujerías estilizadas, llena de demonios caídos y escobas y cuentas por pagar, condenas listas a inquietar.

Dolerá abrirlo, dolerá tirarlo, a lo mucho será disfrazado con otra bolsa más, el yute y las cintas se volvieron recuerdo también, tal vez dentro de otro tiempo el pedazo de mezclilla empiece a oler igual.