LA PALIZA

En esa época estaba dirigiendo una obra civil en la zona de Castelar. Esta consistía en enterrar un conductor eléctrico de potencia. Teníamos que cavar una zanga de un metro de ancho por dos de profundidad. Una máquina excavadora hacia la mayor parte del trabajo, pero en algunos lugares estrechos, la única manera era con pala y esfuerzo humano.

La cuadrilla estaba formada por obreros de la construcción y en este caso gente con poca o ninguna educación. En mi caso, como director general de la obra, prácticamente no tenía contacto directo, las indicaciones las daba por intermedio del capataz.
Rara vez almorzaba en la obra, pero era común que mientras los trabajadores paraban al mediodía, me dedicara a revisar el trabajo compararlo con los planos, anotar las irregularidades, etc.
Un mediodía, los obreros, a la sombra del traílle que usábamos como obrador, prepararon un asado (en esa época se podía) y charlaban mientras comían.
Sin querer realmente, escuche todo el dialogo. Primero me llamo la atención la falta de vocabulario, se reducía a veinte o treinta palabras.
Pero lo que realmente era llamativo era su machismo, por lo menos de la boca para afuera. Ya en ese momento estuve seguro que en verdad, no todo lo que afirmaban, realmente lo sentían. Era como que estando juntos se potenciaban, debían demostrarle al otro que podían ser mas brutos y mas machos. Parecía que cuanto más palabrotas, cuanto de más anécdotas aberrantes se jactaban de haber realizado, subían puntuación en el consenso general.
En un momento uno de los obreros medio en broma le recrimino a otro que estaba comiendo demasiado, y este, como para defenderse le confesó que la noche anterior no ceno.

-Que, ¿no tenias guita?
-No, paso que cuando llegue a casa, la bruja no estaba.
-¿?
-Que se yo, cuando vino me dijo que se quedo en la casa de una vecina charlando y se olvido de la cena.
-Cornudo.
-Pero vos sos un boludo, ¿como que no te hizo la comida?
-Si mi mujer cuando llego no me tiene el morfi preparado, la cago a trompadas.
-Como le voy a pegar.
-No te digo, cornudo y cagón. Así no te van respetar hermano.
-En serio, ¿te parece que le pegue?
-Mas bien, cagala bien a patadas y vas a ver cómo te respeta, como después no se “olvida” de lo que tiene que hacer.
-Las mujeres son todas iguales, son hijas del rigor.
-Que se yo, a lo mejor tienen razón. Mi viejo, que en paz descanse, me daba los mismos consejos.
-Haceme caso, tenes que controlarla, si no te cumple: leña

Siguieron igual durante un rato y se fueron a trabajar. No pude evitar mirar y ver quién era el que debía cambiar con su mujer y aplicar un “correctivo”. Un muchacho de veintipico de años, bajo de estatura, muy desaliñado.
Imagine con un poco de tristeza su futuro: hombre golpeador, tal vez como su padre, pensé en sus futuros hijos, en todo caso también educados con violencia y estreches de conceptos.
Al otro día no vino a trabajar, ni al siguiente. Curioso pregunte y me informaron que había renunciado.

Me olvide del dialogo escuchado, pero una semana más tarde, coincidió que yo me encontraba en el obrador y este muchacho estaba cobrando su liquidación final. Tenía la cara marcada, y un brazo enyesado. En ese momento uno de sus antiguos compañeros lo vio, lo saludo y sin ninguna intención le pregunto:

-¿Que te paso macho, te agarro un camión?
Poniéndose muy colorado le respondió:

-¡La guacha se defendió!

JA ,UNA CUCHARADA DE SU PROPIA SOPA .

A VECES LOS CONSEJOS DE LOS OTROS NO SON BUENO,MEJOR EL DIALOGO QUE LOS GOLPES..PERO APRENDIO LA LECCION.

BUEN CUENTO,QUE ADEMAS TIENE UN FINAL JOCOSO Y ALECCIONADOR

Gracias Mateo

Muy bien elegido el "yo narrador".
Te permite decir y ocultar a conveniencia y el cuento gana en velocidad y fuerza.
Parece fácil pero no lo es felicitaciones!
"Etc." en cuentos no va, debe sustituirse por "y cosas por el estilo", "tareas similares", etc.

Gracias Antifaz por los comentarios y consejos.
Con ánimo de molestar nomas (en broma por supuesto), ¿El etc., en criticas se permite?
Te saluda - Tarquino