Ximena Rivas Escritor activo


 Cantidad de envíos : 10358 Localización : Buenos Aires (Argentina) Fecha de inscripción : 31/07/2008
RECONOCIMIENTOS
Mención: por sus aportes en los comentarios
Mención:
Premios:
 | Tema: VAMPIROS Y SEXUALIDAD Jue Mar 01, 2012 11:33 pm | |
| LA SEXUALIDAD Y LOS VAMPIROS
Hablar de "sexo "y "vampiros" puede sonar redundante, ya que el imaginario popular asocia casi inevitablemente el sexo con el vampirismo. Los vampiros, como cualquier otra manifestación de la no-muerte dentro de las leyendas populares, son seres con una intensa voluntad sexual; la cual no siempre es manifestada mediante una búsqueda de saciedad erótica. Es decir, casi todas las actividades asociadas a los vampiros poseen un simbolismo fuertemente sexual, virtud que les ha valido una permanencia incuestionable en las leyendas modernas, dejando detrás de sí, una hueste innumerable de seres míticos olvidados.
 Colmillos Curiosamente, los famosos colmillos que todos imaginamos cuando pensamos en vampiros, son de invención tardía, y puramente literaria. Estéticamente, son parte de la iconografía vampírica, pero pensando en términos más funcionales, los colmillos afilados son absolutamente inadecuados para la función que se les atribuye. La primera aparición de los colmillos asociados a la figura del vampiro proviene de la novela Varney, el vampiro, publicada en 1840. Antes de aquella intrusión estética, los mitos populares aseguraban que los vampiros tenían métodos de alimentación, ambos asociados al sexo, pero en las antípodas de la seducción. Seducción El vampiro literario seduce, somete, y luego se alimenta. El orden es más o menos el mismo en toda la literatura vampírica; y allí reside la fórmula de su éxito. El vampiro masculino somete de tal manera a sus víctimas, que casi siempre da la impresión de que son ellas las que finalmente se entregan. Nunca hay violencia, ni asaltos en contra de la voluntad de la víctima, si no una especie de danza de seducción que finalmente acabará con una entrega total. Aquí encontramos el primer símbolo sexual en la cultura vampírica: el sometimiento. El abandono absoluto de la mujer ante los embates persuasivos del vampiro debe verse como una máscara del sexo. Entregar la propia vida es una especie de sublimación del acto sexual, especialmente dentro de esa inabarcable abstracción que es la mente femenina. La cuestión es sencilla y efectiva dentro del simbolismo, pero pueril y abstrusa cuando tratamos de conceptualizarla; en todo caso, el símbolo puede reducirse a la siguiente fórmula: en el acto sexual es la mujer la que se abandona, no hablamos aquí de sometimiento, sino de abandono de confianza. La mujer que se entrega sexualmente está entregando un don, permite al hombre acceder a las delicias de su cuerpo sin ofrecer resistencia, siempre y cuando el hombre haya cumplido ciertos pasos relacionados al cortejo, el cual es, el hombre, sinónimo de "conquista", y para la mujer de "descubrimiento". El hombre busca conquistar, busca someter, doblegar las resistencias femeninas. El vampiro, como espejo del hombre, actúa de la misma manera: se alimenta de la víctima solo cuando esta yace subyugada ante él.
 Nada de seducción Pero los mitos europeos sobre vampiros son menos fáciles de reducir a simples analogías. Los vampiros del mito son sanguinarios, insaciables, monstruosos y para nada seductores. El sexo sigue siendo un móvil central de la leyenda, pero sus símbolos son menos comparables con nuestros actos durante el cortejo. En primer lugar, los vampiros poseían dos herramientas con las cuales se alimentaban: la principal era una especie de aguijón situado debajo de la lengua. En segundo lugar, los vampiros poseían dos pequeños y agudos incisivos, unidos a la parte frontal de la boca, y cuya función consistía en penetrar la piel de la víctima en una superficie abarcable para la succión posterior. Al contrario de los colmillos literarios, los incisivos de la leyenda permitían al vampiro por lo menos en teoría, abarcar con la boca la superficie lacerada, facilitando no solo la succión, si no la apertura de las heridas sin apartar los labios de la fuente de alimentación. El aguijón debajo de la lengua tenía dos funciones; desgarrar la piel y el músculo de la víctima, ya que los vampiros de la tradición no solo saciaban su apetito con sangre. El aspecto sexual del aguijón reside en la zona en la que era utilizado. Los vampiros masculinos, a caso los únicos que menciona la tradición, gustaban de las piernas femeninas, especialmente de la zona interna de los muslos. Es preciso aclarar que nunca se habla de penetración en este tipo de relatos populares, aunque es evidente cual es el mensaje que intentaban transmitir: la imagen de un ser grotesco salido de la tumba, aferrado a un delicado cuerpo femenino, desgarrando una zona cercana a los genitales con un aguijón, es bastante más efectivo en términos literarios que hablar directamente de penetración. Fuente: http://elespejogotico.blogspot.com/2008/01/el-sexo-y-los-vampiros.htm | |
|