
Trabajando y trabajando por entre las sombras más oscuras de
la noche más negra, el controlador maneja los hilos de realidades ajenas con el
hilo invisible de su abyecta maldad. Objetos y seres se confunden en un vil
entramado de malignidad inconmensurable, donde las cosas se humanizan y las
personas se objetivan.
Tanto tienes, tanto vales es, una de sus frases predilectas
como si el valor humanos dependiera de la materialidad y el espíritu se
convirtiera en un mero e insignificante detalle en la vida de las gentes.
Y su obra continúa, puede ser el cordero de Dios para perder
la blanca lana en algunas de las lides que él monta de manera tan perfecta.
Pero las falsas pieles caen y aparece una cola larga de diablo en celo que se
alimenta de las emociones, sentimientos y sensibilidad de quienes caen en sus
manos, hasta tragarlos de a poquito y de esa maraña de víbora mal nacida es
imposible desprenderse.
Hay gentes así, devoradores de fresca sangre, joven o vieja,
pura e inocente que dirigen sus vidas en códigos basados en la verdad, el buen
trato, el vivir sin joder al otro y manteniendo una conducta acorde a l bien común de una sociedad donde se
pretende que convivamos de la manera más armónica posible.
Pero este manipulador relacional mantiene a todos en vilo
ejerciendo poder sobre seres que ignoran el constante manoseo de su temida
autoridad.
Los vulnerables son el manjar más preciado, en su discurso abrumador donde es
difícil introducir una idea, estos seres oscuros, que cambian continuamente de
idea adaptándola según las personas y las
situaciones, desvaloriza y juzga, subestimando los valores ajenos,
suscita sospechas, dividiendo e interceptando vínculos para que su realeza
quede impune, utiliza un chantaje, sutil o encubierto y así logra los propósitos
buscados. “El fin justifica los medios” podría considerarse otra frase de la
característica de este cruel personaje. Este discurso que semeja ser coherente
nunca coincide con su pensar o hacer. Cambia las cosas al vuelo y logra
desestabilizar para luego crear una atmósfera de falsa seguridad hacia los que
están bajo su tutela o hayan caído en su trampa, certera.
“Si bien cierto grado de manipulación existe en todos los
vínculos, cuando el manipulador es conciente de su conducta y no siente culpa
por ello, y cuando este mecanismo ocupa un lugar central en sus relaciones
personales, podemos hablar de una patología de la personalidad”.
Este acoso moral a los que somete a sus allegados puede
disfrazarse de regalos costosos como una especie de garantía de sometimiento,
como transmitir ciertas condiciones en demostrara que sólo es posible la vida
si se siguen sus directivas.
Lili Frezza