Nunca sabré realmente qué pasó, en el sentido si se confundieron, me perdonaron, o simplemente fue porque sí nomás.
Eran otros tiempos, se podía estar en una especie de “villa cariño”, sin demasiados cuidados, uno se preocupaba más en lograr los favores de la niña que nos acompañaba, que en los peligros de robo o cosa peor.
Era bastante tarde. Mi viejo luego de mucho rogar y discutir, me prestó el auto, una renoleta que se caía a pedazos, pero útil. Muy útil para reemplazar los que en esa época se llamaban “hotel alojamiento”, que cobraban el “turno” como si fuera un fin de semana.
Comento: el hotel tenía dos inconvenientes fundamentales para un adolescente y su acompañante. En primer lugar, lo que costaba. No tenía trabajo, o mejor dicho tenia, pero lo que ganaba apenas alcanzaba para pagar los gastos del todavía secundario, y fundamental: la entrada al baile y algún convite a la señorita, que luego seria tratada de llevar a lugares más íntimos. Una creencia de la época -obviamente demostrada la falsedad hasta el cansancio-, suponía que la niña en cuestión, jamás de los jamases, daría su consentimiento de concurrir a un telo, sin haber tenido por lo menos un serio franeleo previo. Por lo que el auto solucionaba todos los problemas: no se pagaba, se podía tener la previa, y como quien quiere la cosa, concretar. La incomodidad a los 18 años no existe.
Estábamos en las afueras del pueblo, donde prácticamente no había casas, y las que estaban, por la hora, a oscuras. Muy entusiasmados y entretenidos la afortunada y yo (me parece que el afortunado era yo, en fin), cuando apareció un automóvil en sentido contrario al nuestro.
Pasaron bastante despacio, pude comprobar que eran cuatro tipos, siguieron unos cincuenta metros y retomaron asía nosotros.
Por supuesto que inmediatamente intente poner en marcha mi renoleta, pero nada, no arrancaba ni pidiendo por favor.
Los tipos nos pasaron, muy lentamente, pegados a nuestro lado (supuse que para mirar bien quiénes éramos), hacen cincuenta metros y retoman, otra vez pegados pasan al lado, hacen unos pocos metros atrás y se detienen, siempre iluminando con unas luces muy potentes.
A todo esto en mi vehículo, el pánico era rey. La pobre chica estaba a los gritos, susurrando los gritos que es peor. Yo estaba tratando de demostrar hombría que no tenía ni sentía. Me acorde de que el asiento de mi auto estaba roto y por lo tanto yo quedaba mucho más bajo que lo normal, pensé iluso de mí, tal vez si me bajo del auto los tipos se dan cuenta de mi porte, de mis casi metro noventa y mis espaldas generosas les da miedo y se retiran.
Me bajó y los tipos en vez de correr desesperados ante mi presencia amenazadora, abren las cuatro puertas al mismo tiempo.
La descripción exacta de mi estado de ánimo en ese instante, si bien por suerte no literal, es “me recague en las patas”. Supongo que porque con la chica todavía no había concretado y mis esperanzas de hacerlo se mantenían intactas a pesar de todo, en vez de salir corriendo que era lo más razonable, no, sacando pecho y con una actitud desafiante, les hice señas con el brazo a los del auto para que se acercaran.
Los cuatro tipos se bajaron al mismo tiempo. Cada uno de éstos con un solo brazo, podía conmigo la chica y nuestras familias. No quiero exagerar, pero eran realmente grandes, grandes por todos lados, altos, fornidos, melenudos, (que en esa época eso era signo de rudez), barbudos (que en esa época era signo de rebeldía absoluta). Uno de éstos se adelanto un poco al grupo que ya estaba a pocos paso míos y me dice, con un tono realmente amenazante, no como el que pretendió ser el mío: -¿Qué te pasa a vos?
Todavía me pregunto por que no me mataron me afanaron, me violaron, etc. Voy y le digo con un tono neutro: - No, si me podés empujar, que no me arranca.
Cuando les pido esto, si bien fue solo un instante, fue el momento más largo de mi existencia. Se miraron entre si con una expresión que aun hoy no alcanzo a discernir. Aproveche y agregué, dando por hecho que lo harían: - Dale, le doy contacto.
Me empujaron, arranco, saludé con la mano….y sigo con las preguntas sin respuesta.