Memorias.

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Era el día 25 de Diciembre, siete y media de la mañana, el año ya no lo recuerdo, pero fue hace mucho, mucho tiempo. Salté de la cama con una alegría especial, esa dicha sublime que nos regala la navidad a los niños, comparable solamente a la alegría de un árbol cuando la primavera le regala su primera hoja. Vino el abrazo de mis padres, más cálido que otras oportunidades. No importaba mucho la verdad. Y uhmm, ahora sí que venía lo mejor, salir a la calle a jugar con los otros chicos, la calle, nuestra calle, donde la inocencia quedaba al descubierto de manera total y perfecta. Navidad.

- ¡Mira lo que me regalaron, miraaaaaaa¡ - eran los gritos generalizados de todos los cabros en la calle, que eran miles, quizás hasta millones.
- ¡Qué lindo¡. Pero nada comparado a éste que me trajo el Viejito Pascuero, sólo para mí, sólo para míiiiii¡ - eran las respuestas de otros miles de niños vestidos de oro y de plata.

La vergüenza se apoderó de mí. Mi caballito de madera, mi tren de plástico y un helicóptero de madera, al que ya se le había roto la hélice, seguían dentro de la casa, esperando en la puerta para hacer su debut callejero. Nunca salieron. Por el contrario, se hizo dueño de mí aún más la vergüenza, la rabia, la impotencia. Frente a mis ojos, desfilaban los autitos a control remoto, las bicicletas con diez cambios y trenes con vías, rampas y hasta pasajeros que parecían reales, esperando en estaciones doradas, mientras mis amigos más cercanos, jugaban en un aparato extraterrestre, que llamaban computadora Atari.

- Y a ti, ¿Qué te regalaron? – la clásica pregunta que uno sabe que viene, pero no la desea.
- Bueno, muchísimas cosas. Los tengo adentro de la casa. Pero como vamos a salir con la familia – mentí - los tendré que sacar otro día a la calle. Quizás después te los muestre, son preciosos.
- Anda, que lata. ¿Viste mi nueva pistola espacial anti alienígenas?
- Sí, realmente preciosa Carlitos.

Me esperaba mi habitación y mi almohada, que después de unos minutos, ya estaba empapada con mis lágrimas de cartón, de tierra, de miseria.

Y aquí vino lo que jamás podré olvidar. Fue justo ahí, lo juro, justo en ese momento, cuando mi caballito de madera se acercó a mi lado, me abrazó, feliz, sonriendo, con lágrimas también pero dichoso y me susurró al oído:

- Te quiero Ignacio. Te quiero.

Una desagradable experiencia la que cuentas en este escrito. Es posible que no se tuvieran en cuenta la importancia que tienen las buenas acciones y se las opacó con el brillo del oro. Desgraciadamente una constante de esta actual sociedad.
Tanto tienes, tanto vales.
De alguna manera el final del cuento reivindica el amor y deja a mí entender un espacio para la reflexión.
Un abrazo amigo mío.

Me parece una prosa y muy poética por cierto porque habla de los dolores de los niños, a veces sin fundamento pero cuando se viven son penosos, hay una competencia entre ellos a ver quién recibió lo mejor y ese final mágico donde el modesto caballito de madera te da el mejor regalo, el de su amor.
Besos
Lili

Un final excepcional!
No hay mejor escritor que,
el que en un instante,
muestra el universo.

QUE AFORTUNADO ME SIENTO.HASTA JUGANDO AL FÚTBOL CON PELOTAS HECHAS DE MEDIA FUI Y SOY FELIZ.
BUENO,NO ES UN CUENTO EVIDENTEMENTE,Y HAY PARTE DE LA NARRACIÓN QUE NO ME CUADRA.
Y ALGO QUE APRENDÍ ACÁ EN ESTE PORTAL,AUNQUE SE ESCRIBA VIVENCIAS PROPIAS, CUANDO SE ESCRIBE SOBRE UNO,SON PERSONAJES,NO DEBERÍA INCLUIRSE EL NOMBRE DEL AUTOR,PORQUE ENTONCES PASAMOS AL INTIMISMO Y LIRISMO DE LA PROSA POÉTICA.
Y SI LO QUE SE NARRA SON VIVENCIAS PERSONALES,CONSIDERO QUE ES ALGO QUE AUN DE ADULTO NO SE SUPERO,Y Y ESO PREOCUPA,AL MENOS YO NECESITO ADULTOS,QUE DE LO MALO SAQUEN LO BUENO...PORQUE SIEMPRE HAY ALGO BUENO

Es muy bueno. Una típica escena navideña que se rompe por la típica pobreza que algunos tienes y, por desgracia, tendrá alguien. Aunque yo pienso que son unas memorias "muy adultas", el lenguaje y la narración me parecieron las de un "adulto infantil" (XD, perdón por el término, pero no supe cómo llamar a eso). Es decir, un niño con un estilo propio de un adulto, hasta el final, porque dices creo, un niño yo pienso, creo, que diría que vio. Para ellos si no mal erro, unen imaginación y realidad, como los pueblo más antiguos, "primitivos" o fetiches y politeístas. Aun así me ha recordado al realismo mágico de Gabriel García Márquez y que tanto me gusta.

Un saludo de Samuel.

Lo bueno de la memoria es que es selectiva.