Atardecieron juntos… aquella primavera, hasta que ya no quedaba sol, sólo un reflejo. Entonces se levantaron y echaron a andar, se alejaron del río, tomados de la mano van entrando en la ciudad; un aire cálido a sus espaldas los empuja, les apura el paso, y los abraza aún más.
Carlos, caminaba por un corredor blanco, al llegar a la puerta, como siempre, lento, abría la puerta, miraba la habitación, cerraba la puerta, y seguía caminando; luego bajó unas escaleras, corredor, dobló a su derecha, más corredor blanco.
Andrea corre porque todo está oscuro y siente que algo… oculto en el silencio la persigue y se está acercando, ella corre y corre pero siente que sus piernas cansadas tan débiles no obedecen sus órdenes de acelerar, la presencia crece y Andrea corre sin saber a donde va.
Tenía las pupilas pequeñitas, de tanto blanco, cuando llegó, abrió la puerta, nada, vacío, la cerró, y siguió andando; luego subió unas escaleras, corredor, dobló a su derecha, más corredor blanco.
Ella sabe que puede correr más pero siente que sus piernas le traicionan, aprieta los ojos sólo piensa en correr más y no sabe de qué huye… pero siente que se le acerca abre los ojos voltea nada ni nadie y a sus lados, todo oscuro la rodea ella lo sabe y por eso grita.
Carlos, para variar, venía encandilado, cuando llegó a la puerta, despacio, la comenzó a abrir, y ya por la rendija vio que no había tanta luz, atardece allí, terminó de abrirla y se adentró unos pasos, sus pupilas se dilataron, adivina una pareja, siente un grito de mujer alguien lo pecha, Carlos cae al suelo, y atónitos, se quedaron mirando los cuatro.