5) La gota que rebalsó el vaso
Las calles estaban vacías, el malestar de la resaca de los malos sueños, habían dejado huella en la cabeza de Marta. Se sentía aturdida, molesta, hasta se podría decir con ira contenida, por no haberse dado cuenta que esto iba a pasar tarde o temprano. La habían desalojado del único lugar que sentía como propio, por el cual había luchado todo este tiempo, incluso cuando él no estuvo.
-“Menuda forma de pagarme por todo lo que hice para poder seguir a delante. Ingrato. ¡Hijo de puta!”, su voz se mantenía contenida, pues no quería que Nico la escuchara.
Volvió a buscar su móvil en la cartera y marcó el último número. Esta vez, del otro lado del teléfono sonó una voz conocida.
-“¿Gloria?” preguntó Marta casi con vergüenza.
-“¿Dónde coño estáis? ¡El puñeta de tu marido me ha dicho que los ha largado a la calle!”
-“Necesito que me ayudes a llegar a lo de mi madre, por favor”
Gloria había estado siempre presente en la vida de Marta, desde que había arribado a España, se había convertido casi en su ángel guardián y esta no sería la excepción.
Estaban camino donde vía su madre. Nico, en el asiento trasero, jugaba con los juegos del móvil, mientras Gloria manejaba sin decir palabra, conocía muy bien a su amiga, sabía que en algún momento iba a sacar todo a la luz. Y así fue, Marta en una derroche de palabras lidiando con lo impronunciable, descargó toda su ira contra quién había sido su compañero de vida o por lo menos eso había creído ella.
-“La verdad, te digo que no sé como fue que empezó todo esto. Desde que salió de la clínica no para de molestarme, de ponerse cargoso de querer estar todo el día haciendo eso…”, empezó marta a contarle a su amiga. –“Es que no para, no tiene límites para nada. La semana pasada sin ir más lejos se le ocurrió que tenía que vender todo para volverse, imagínate, tenemos todo armado aquí, bueno, por lo menos teníamos… “
Al caer en la cuenta que sus posesiones se limitaban a un bolso, un móvil y un hijo, se apoyó sobre el marco de la cabina del auto y rompió a llorar.
Gloria, que conocía bien a su amiga, simplemente se dedicó a conducir, sin emitir palabra, solo puso un disco en la lectora de compactos y dejo correr la música. Aquella que lograba calmar a las fieras, las que Gloria conocía muy bien.
El resto del viaje, simplemente se cruzaron algunas palabras, las justas , las más agradables. El resto se encargaría el tiempo y algún juez cuando llegar el caso.
