Siempre, al pie del cañón
“Pasamos muchos años sin vernos y gracias a un contacto fortuito comenzamos a escribirnos. Escribirle, porque nunca contesta mis cartas. Cosa que jamás terminé de entender. ¿Cómo se lo voy a pedir al flaco? ¿Cómo le explico?, porque es buena gente, pero si se le ocurre llegar a las 4 de la matina ,estoy embromado… Mira que no contestarme las cartas, no se entiende. Y no es que le haya hecho algo, porque al fin y al cabo el que le hacía eso era él. A mí, ni se me ocurre, sea ella o cualquiera… pero menos ella, es mi hermana”
Mis pensamientos me habían llevado al límite, no vi la camioneta que doblaba por la esquina y casi me lleva puesto. Menudo problema iba a ser. El tipo me toco bocina justo, al tiempo que me gritaba alguna de las barbaridades que se estilan en ocasiones como estas. Cuando pude recuperarme del susto, seguí mi camino hacia la casa del flaco.
Las calles estaban desiertas, salvo por algún que otro auto que se escapaba por las esquinas más lejanas. Las hojas habían teñido las veredas e un mar de cobres y tonos rojizos que por lo general me calmaban y hasta se podría decir que me divertían escucharlas crujir, pero hoy no era el caso. Ya me faltaba poco, llegue a la esquina del almacén del gallego y gire a la derecha, faltaban apenas unos metros para la casa del flaco, cuando sentí mi nombre detrás de mí.
-“Alberto, ¿qué haces por acá? ¿No nos juntábamos el viernes?”, era el flaco, un tipo grandote, por donde lo miraras, en realidad le decíamos el flaco para no acomplejarlo, tampoco era gordo, simplemente enorme.
-“Que haces flaco, si nos juntamos el viernes, pero venía a verte.”, dije con cierta vergüenza que se hizo visible, pues se me complicaba ocultarle las cosas a él.
-“¿Qué pasa?”, era imposible no contestarle, tenía ese don de sacarte hasta los calzones con esa mirada.
-“Marta”, atine a decirle, con una mueca en la boca.
-“¿Tu hermana? No me jodas”, tenía las manos agarrándose la cabeza
-“Vuelve a casa”, agregue para completar el cuadro
-“Uy, la puta madre, ¿Cuándo?”
-“El miércoles este que viene”
-“Ya, a la marosca. La vamos a buscar, no hay drama”
Así era el flaco, siempre al pie del cañón. Me pregunto porque era la vuelta y se lo explique más o menos dentro de lo que yo sabía, mientras tomábamos una cerveza en su casa. La noche se acercó volando, encendiendo la ciudad con todas las luces, aquí y allá dejando que los espíritus de la noche porteña se atrevieran a hacer de las suyas por las calles del centro.
