La Exterminadora.

– Si no entendió es porque no atendió – Dijo clavando la mirada en el alumno que no tuvo mas remedio que sentarse y bajar la cabeza en un gesto de resignación.
Ella continuó adelante con la clase de matemáticas como si nada hubiese ocurrido.
No era la primera vez que tenia esa actitud, sin embargo nadie nunca osó contestarle.
La autoridad era patrimonio de la profesora y el autoritarismo también.
La materia se daba todos los días y sólo unos pocos dotados podían seguir el ritmo de estudio. El resto simplemente mantenía sus carpetas cerradas y esperaban pacientes la finalización de la clase.
Sin duda irían a parar a marzo. ¿Que otra alternativa les quedaba?
Las matemáticas en las escuelas técnicas de enseñanza media son de fundamental importancia por lo tanto quedar fuera era sinónimo de no aprobar el año y consecuentemente en muchos casos de abandonar los estudios.
Así fue que la señora de Monteagudo se ganó el apodo de la exterminadora.
Roberto fue una victima de aquella que no permitía que se la llamaran profesora. ¡Arquitecta! decía levantando el mentón y la ceja derecha.
Esa mañana la reparación de la camioneta estaba casi terminada sólo faltaba ajustar tuercas de las ruedas y continuar el cruce de la montaña por el solitario camino cuando… - Buenos días Señor, ¿podría ayudarme? me quedé sin combustible a un kilómetro de aquí, hace horas que estoy esperando que alguien pase y me auxilie.
Roberto se dio media vuelta para responder y… allí estaba. No cabía ninguna duda ese rostro no lo olvidaría jamás.
– Si se quedó sin combustible es porque no calculó bien el consumo del vehiculo – dijo Roberto levantando el mentón y la ceja derecha.
– Claro tiene razón, ¿podría usted darme unos litros? yo se lo pagaré por supuesto.
– Lo lamento mucho ¡Arquitecta, Señora de Monteagudo pero calculé lo necesario para el mío. Que tenga suerte, buenos días.

jajaja, la venganza del chinito, le diriamos acá.
Muy buen relato amigo, de esos que no son para nada alejados de la realidad.La vida da revencha a veces y a Roberto se la dio.
Me encanto este relato,ufff como quisera cruzrme con algunos de esos profesores, sobre todo con el de astronomia, que me hizo repetir cuarto año y llamo a mi madre diciendole que me dedicara a otra cosa , algo que tuviera que ver con lo artistico,jajajaja,si me lo cruzo ahora,le diria tenia razón profe,las estrellas solo las uso para soñar.

Como siempre tus letras me traen a mis propias cotidianas.
Un fuerte abrazo amigo, feliz año y aprontate para marzo que ahi estaremos.
Un abrazo a Susana.

Que las hadas te acompañen

UFF, JA YO QUIERO OTRA OPORTUNIDAD JA, AL MENOS DESPUES DE LOS 18 JA, ...SERA QUE TENGA LA MISMA SUERTE QUE ROBERTO?
BUEN CUENTO TIO...Y QUE LE PASO QUE ANDABA PERDIDO? SE LE EXTRAÑA.FELIZ AÑO

¡Jo, qué venganza! Si es que no se puede ser así que te la juegas. jjaja -simpático relato.

jajajaja que malo y que vengativo, pobre profesora. Muy bien narrado. Saludos, Fernanda.

Yo también hubiera obrado igual que Roberto ante la intransigente profesora jajajaj.
Como siempre muy buen texto querido Jaime.
Un placer pasar por tus letras amigo, Josan

Excelente, así debe ser. Hay un dicho que dice: hay que guardar pan para cuando halla vino...

Felicidades...

Ah, el dulce nectar de la mesurada venganza. Muy buen relato, Ricardo. Creo que a casi todos nos trae algunos recuerdos. Saludos,
Jose