AMANECER NAVIDEÑO

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AMANECER NAVIDEÑO


Son la seis de la mañana, duerme el silencio. Ni siquiera el alma se atreve a susurrar, silencio…, silencio… La noche pasó deprisa, entre vuelos, turrones, recuerdos, reuniones y cantos… y también algunos rezos que para todo queda tiempo en este nuestro mundo inquieto.


El despertar es ligero, suave, ¡cuánto silencio! Todo duerme hasta los cielos tienen echado el cierre como si fuera una tienda que ha vendido todo aquello que tiene. Una tienda que vende amores, alegría, risas, nubes, estrellas y flores, pero acabó las existencias, el mundo lo guardó todo en baúles y cajas con adornos, pronto lo encerrarán en aquel altillo escondido hasta otro año pero entonces… ya habrá pasado todo. Los errores cometidos. La lucha del mundo, los otros que acosan, la vida que trae muerte, alegrías y añoranzas y sobre todo, cambios, ya nunca somos aquellos del año anterior, somos otros, poco a poco se van marcando arrugas en el rostro pero son peores las del alma, aunque no se vean nunca porque se esconden, avergonzadas. No quieren demostrar tristeza ante los demás, no saben que todos, todos, la tienen en su interior agazapada.

¡Ay, qué vida ésta...! Hoy todo duerme todavía, no hay algazara, dejemos descansar la tristeza transformada en alboroto por sentir una felicidad no hallada, una felicidad ficticia que se busca en la calle, entre las risas y el ruido, cuando todos sabemos que la verdadera felicidad está en la quietud y el silencio, como en este momento de la mañana que no quiere despertar…, prefiere el silencio, la calma. MAGDA.