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 Libertad

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MensajeTema: Libertad   Libertad Icon_minitimeMar Nov 02, 2010 4:54 pm

Libertad

Ficción Realista

Intentaba dormir… entre moscas y cucarachas, sin colchón ni frazada, el duro piso de baldosa fría le hacía doler su hombro izquierdo, codo cadera y rodilla también; el frío se colaba sin barreras por un ventanal angosto, que sin un solo vidrio le regalaba: un cielo estrellado a cuadraditos, debido a la solida reja de hierro sin pintar, más triste aún, que el desolado, pequeño y maltrecho patio que podía ver, a tres pisos por debajo de su nivel… mal iluminado, amurallado y coronado por violentos alambres de púa… dos gatos, uno negro y otro cimarrón lo cruzan velozmente mientras que a él, el frío combinado del suelo y el viento, mal comido y peor dormido, le cuartea la piel, punzándole su carne y haciéndole doler los huesos al ritmo del castañeteo de sus dientes.
Ya no aguantó más.
El negro Yunque se levantó y con cuidado, para no pisar a ninguno de sus compañeros: el Comepiola, el Cocote y el Viejo Zorro, caminó lento unos pocos pasos, -la celda no es muy grande-, se agachó, metió la mano en un pequeño boquete del tamaño de un puño, uno de los tantos entre los bloques de la pared, y sacó de allí… un tesoro prohibido: el teléfono celular.
Ring… ring…
-Hola…
-Hola máma
-M´hijo… ¿dónde anda, está desaparecido?
-No máma, estoy preso
-¿Otra vez?
-Sí máma… pero ésta vez me ascendieron… ahora estoy por rapiña
-¡Hay m´hijo!, ¿Qué hiciste?
-Nada máma… ¿podrás venir a visitarme?, acá al COMCAR máma, y decile al Polaco que te dé mi parte del botín, setenta mil máma, se lo llevó todo él y logró escapar…, sí con tiroteo y todo pero tranqui máma, que yo estoy bien sabés; eso sí, traeme un buen paquete, bien surtido… vos ya sabés máma… dale dale… te veo el fin de semana… chau chau besos

Está entrando en una casa en cuatro patas; el pibe… sí… el Comepiola, y no sabe si está vacía o que tesoros habrá en ella pero la alarma no suena y le pica el pecho, así que se lo rasca; más que casa parece una oficina porque abre un cajón de escritorio y está lleno de billetes: pesos, dólares, todos billetes grandes y en fajos; los está volcando directo del cajón a su mochila, y ya está pensando en que le va a quedar chica porque caen a raudales, más y más siguen cayendo mientras su respiración se acelera y su mente se dispara pensando en todo lo que… y esa sensación en el pecho otra vez, se pasa la mano como quien se quita las migajas de pan de la camisa y sigue volcando billetes incluso afuera; también caen joyas, dos celulares y una notebook, comienza a sentir su corazón palpitar galopando en su pecho y la sensación, se pasa ahora a su garganta, casi duele, así que se despierta y se incorpora en un mismo movimiento, para ver saltar a esa rata, de su pecho y cual rayo, directo al agujero. Se da media vuelta y se vuelve a dormir.


Esa misma noche, yo tuve un sueño horrible; que hoy por la mañana se me hizo realidad; y ahora, por la tarde, se los cuento:
Vi un cabo de grueso hilo, que pendulaba suavemente sobre un fondo gris de cemento, y posada en esa cuerda, había una mariposa amarilla… que salió volando al temblar la soga, lento, se alejó con su vaivén zigzagueante y más abajo, el cuerpo de un joven meciéndose, mientras la mariposa pasa entre los barrotes a sus espaldas… y se aleja más, cada vez más, de su rostro violáceo, el cuerpo inerte, meado y cagado al espirar, con su último esfuerzo, como todo ahorcado cuando deja de patalear y se mece; la mariposa se pierde finalmente en el cielo azul de afuera, y yo terminé entonces de abrir los ojos, porque entre soñando vi la escena y me incorporé, salté de la cama y comencé a golpear la puerta: -Llavero llavero… ¡enfermería llavero! –y seguí golpeando hasta que todas las celdas comenzaron a golpear conmigo y de pronto, un silbido agudo seguido de un silencio total. Pasos, sin prisa, ruido de llaves, y la pesada puerta de hierro que se abre… tarde ya.
Se lo llevaron sin decir palabra; luego, revisando sus pertenencias, encontraron una carta, que nunca llego a entregar:
Sr comandante de guardía
Medilijo auste para solisitarle un cambio de celdalda por mejor conbivensía
Losaludo muy atte el recluso
Fabian lusiano dasilveira alojado enla celda 095

Esa mañana, como cada día, el viejo zorro se levantó temprano y cuando el llavero abrió la puerta, a las ocho en punto, él ya estaba con termo y mate en una mano, y banquito de madera en la otra; salió a la planchada y caminó por ese largo, oscuro corredor estrecho junto al llavero que iba abriendo, una a una, todas las celdas hasta llegar al final, donde entraba un poco de luz por ese ventanal angosto, el único que reja mediante y dos vallados perimetrales más allá, permitía ver a lo lejos… hasta el horizonte. Allí acomodó su banquito, y sacando una pequeña radio a pila del bolsillo se sentó, radio al piso, para cebarse un mate y armar el primer tabaco del día; estaba solo, la cárcel duerme y el llavero ya se fue; le dio dos pitadas al tabaco y lo arrojó por la ventana, de inmediato se armó otro, le dio dos pitadas y lo arrojó también, sólo para armarse un tercero.
-¿Estás nervioso viejito?
Giró su cabeza para ver al cocote, a mitad del pasillo, recostado en la puerta de su celda:
-No…, para nada
Y volvió su vista al horizonte arrojando, otra vez, el pucho casi entero por entre los barrotes y… ¡zuuum!, pasó expreso, cayendo desde el piso de arriba, una cuerda hecha con girones de sabana que llevaba una botella de plástico con agua, a modo de peso, y un trozo de jabón mojado, pegado al culo del envase.
-Le estoy dando de comer a las palomas –Agregó
Y la cuerda comenzó a subir, lentamente ahora, con un pucho pegado al jabón.
La cárcel comienza a despertar y varios presos caminan de pared a pared, todo a lo largo del corredor… y vuelta a empezar.
-¿Qué haces ahí parado, estás de guardia?, mirá que policía no queremos
Le dijo uno de ellos al cocote, viéndolo parado firme en la puerta mientras el comepiola, aún dormía.
-No te hagas el vivo… que yo te rajo el coco he, yo te rajo el coco
Respondió el cocote levantándose la remera para dejar ver, el mango forrado en trapo, de la larga espada que portaba en su cintura; luego cruzó a la celda de enfrente, y se mando para adentro como si fuera la suya.

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